Política taurina

Internacional
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Cuando cursaba la preparatoria y era reportero deportivo del diario La Opinión de Poza Rica, Veracruz, vi por primera vez una corrida de toros, con la entonces estrella  Manolo Martínez.

A pesar de lo extraño o raro que ahora pudiera parecer, porque se trata de un municipio con población futbolera y beisbolera, sobre todo, en el parque de beisbol Heriberto Jara Corona se improvisó un ruedo.

En ese tiempo nadie se quejaba ni protestaba por la violencia o crueldad contra los animales.

Me pidieron que hiciera la cobertura. Sabía del lenguaje taurino por las transmisiones que se hacían en la televisión y la lectura de crónicas en los periódicos deportivos de la ciudad de México.

Tuve la infeliz ocurrencia de llevar camisa roja y ubicarme en barrera. “No te muevas porque vas a distraer al toro”, recomendación de Manolo.

Por las dudas, no le quitaba la mirada al de los cuernos y estaba listo para correr.

Eran toros con peso menor a los que había visto por televisión, porque de otra manera hubieran hecho pedazos el portátil y frágil ruedo, en perjuicio de los que estaban en la barrera.

Una cornada de 300 kilos te puede mandar al hospital o al cementerio.

Supongo que los patrocinadores probaron si Poza Rica tenía en su población afición taurina.

Nunca más se volvió a organizar una corrida en ese lugar.

Escasos taurinos y cero defensores de los animales. No recuerdo que alguien se haya levantado de su asiento y gritado: ¡paren esa violencia!

Hubo “¡olés!” y dos orejas de premio para Manolo.

Con el paso del tiempo, en México y en otras partes del mundo donde se practica la tauromaquia, surgió una corriente contraria, opinión distinta a la de quienes la ven como un arte que debe conservarse.

Y que conste que los toros han tenido aficionados como el mismo guerrillero Che Guevara y el escritor Ernest Hemingway, la actriz María Félix, el compositor Agustín Lara, el periodista fallecido en este año Jacobo Zabludovsky y el comediante Mario Moreno “Cantinflas”.

En la actualidad, los empresarios Alberto Baillères y Carlos Slim, el ex rector de la UNAM Juan Ramón de la Fuente, los comunicadores Joaquín López Dóriga y Leo Zuckermann, los cantantes Joaquín Sabina, Joan Manuel Serrat y Emmanuel, así como los políticos Manlio Fabio Beltrones y Santiago Creel. También Margarita Zavala.

No hay registro de que “El Che” se hubiera opuesto al castigo de los toros, tampoco de Hemingway ni de ninguno de los otros personajes que he citado. Gente con preparación para distinguir la crueldad de la bondad con los animales. Baillères, dueño del Palacio de Hierro y otras empresas, se graduó de economista con doble mención honorífica en el Instituto Tecnológico Autónomo de México (ITAM). Zuckermann tiene maestría en políticas públicas por la Universidad de Oxford en Inglaterra y conduce programas de análisis en Televisa. Emmanuel es ecologista. Serrat y Sabina, socialistas de la música.

Se ha politizado el tema. La sociedad ha ajustado sus valores morales, hay voces en pro y en contra.

Un hecho a la vista es que los toros son torturados, porque no se pueden entender de otra manera los pinchazos con la lanza, las banderillas en el lomo y las estocadas del matador.

Vivo a seis calles de la Monumental Plaza México, pocas veces he asistido. La primera vez para ver la actuación de unos enanitos forcados. A mi hijo menor no le gustó el espectáculo, empezó a exigir retirada y nos salimos a la mitad.

A mi hijo mayor lo invité a la inauguración de la temporada grande el año pasado; en ningún momento se emocionó, la tarde había caído y le urgía ir a comer, ya no vimos el último toro.

Mi esposa disfrutó en una ocasión el regocijo de un grupo de aficionados que cargaron en hombros a un torero, con rostro radiante y sonriente, hasta el edificio donde vivimos, sin importar la llovizna, pero nunca más ha querido ir a la plaza, le gustan los toreros, no la forma en que matan a los animales.

Yo, concluyo, aprecio los lances del diestro, la estampa y bravura del bobino, pero también tengo claro que es un arte sangriento, una expresión del antiquísimo circo romano.

Arturo Zárate Vite

 

 

Es licenciado en periodismo, egresado de la Escuela de Periodismo Carlos Septién García, con mención honorífica. Se ha desempeñado en diversos medios, entre ellos, La Opinión (Poza Rica, Veracruz) Radio Mil, Canal 13, El Nacional, La Afición y el Universal. Más de dos décadas de experiencia, especializado en la información y análisis político. Ejerce el periodismo desde los 16 años de edad.

Premio Nacional de Transparencia otorgado por la Secretaría de la Función Pública, IFE, Consejo de la Comunicación, Consejo Ciudadano por la Transparencia e Instituto Mexicano de la Radio. Su recurso para la protección de los derechos políticos electorales del ciudadano logra tesis relevante en el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación, con el fin de conocer los sueldos de los dirigentes nacionales de los partidos.

Además, ha sido asesor de la Dirección General del Canal Judicial de la Suprema Corte de Justicia de la Nación y Coordinador General de Comunicación y Proyectos de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos. Es autor del libro ¿Por qué se enredó la elección de 2006, editado por Miguel Ángel Porrúa.

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