Regreso de Don Porfirio

Poder legislativo
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La defensa que hacía mi tía abuela del general Porfirio Díaz era a ultranza, no cedía ni un milímetro. Cuando el tema llegaba a la mesa, a la hora de la comida, era manifiesto su enojo al recordarle que había estado en el poder más de tres décadas y con la etiqueta de dictador.

Para ella había sido el mejor presidente. Argumentaba la paz que prevaleció en el país, “hasta que se soltó la fiera (la Revolución). Presumía del oro que había dejado en las arcas. Le dolía que lo hubieran desterrado y peor que estuviera sepultado fuera de México, en el cementerio de Montparnasse en París, por un rechazo que persiste a que sus restos vuelvan a su patria. Todavía sobrevive una corriente que se espanta cuando se habla de esa posibilidad.

También Juárez gobernó varios periodos, refunfuñaba mi tía abuela. Quería fulminarme con su mirada.

Ahora que los aficionados al futbol están ocupados de lo que sucede con la selección de Miguel Herrera y que la reforma energética que se discute en el Congreso de la Unión parece solo importarle a los políticos, diputados , senadores y dirigencias partidistas, les contaré que se estudia la conveniencia de que los restos del general Díaz regresen a nuestro país.

El próximo 2 de julio se cumplen 99 años de su fallecimiento. En el centenario, en el 2015, podría ser ocasión propicia para repatriar sus restos.

México no puede ni debe seguir viviendo con el rencor y odio entre sus nacionales. Es mal ejemplo para los jóvenes. La animadversión, la envidia, el celo por el triunfo del prójimo, en mucho han contribuido a frenar el crecimiento y desarrollo. Hay culpa de los partidos que en la oposición se han encargado de bloquear o dificultar acuerdos que benefician a la nación.

¿Por qué?

Por sus intereses particulares, por creer que si un plan o programa a favor de la sociedad le resulta exitoso a  un gobierno, entonces quienes están en la oposición se condenan a la oposición.

Los opositores le apuestan o trabajan para que falle el gobernante. Ha sido lo mismo si en el poder está el PRI o cualquier otro partido. El primero también hizo lo suyo cuando le tocó ser oposición. Es un mal de educación, de formación, de cultura. Por más que se repite que si le va mal a México le va mal a los mexicanos, los políticos por sus actos se empeñan en que así sea. Ha faltado el carácter de otras naciones para recobrarse de las guerras, hacer a un lado los odios y levantarse para situarse entre las primeras economías del mundo.

En la oposición, del color que sea la camiseta, por lo que hemos visto, la misión es desbancar a quien ocupa el poder, cueste lo que cueste, sin importar el daño al país y al bienestar de sus habitantes.

Por eso la necesidad de retomar el camino de la reconciliación, del perdón, de entender en los hechos que México y los mexicanos van por delante. Se supone que eso es lo que buscan los políticos, una mejor vida para todos. Ya es tiempo de que lo hagan.

La historia de Don Porfirio es un tema pendiente que debe ser resuelto para dejar atrás el odio y exaltar la reconciliación, el perdón. Entrar a una etapa donde los mexicanos, los que están en la política, actúen a favor del acuerdo, sin temor a ser tratados como traidores por los suyos.

Aquí no se trata de traiciones sino de México. Ese es el mensaje de quienes cabildean a favor del general Díaz. No va a suceder mañana la repatriación de sus restos pero el año siguiente puede ser.

Durante la primera feria del libro y revistas “Expo Pública 2014” que se realizó en el World Trade Center (WTC), del 25 de abril al 4 de mayo, se presentó el libro “Historia de los Ejércitos Mexicanos”.

En ese foro, al relatar el contenido del texto, el general Jorge Vázquez Benítez, director del Archivo Histórico Militar de la Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena), exaltó la figura de Don Porfirio:

“Sin duda alguna el militar más importante de este período militar tan álgido de nuestra historia fue el general Porfirio Díaz, quien abandona todo para defender a su amenazada patria, sobresaliendo en la batalla del 5 de mayo de 1862, en el sitio de Puebla de 1863, en la toma de Oaxaca de 1866, en las batallas de la Carbonera y Miahuatlán, y en particular en la toma de Puebla y de la ciudad de México en 1867, con lo que dio el golpe de gracia al efímero imperio de Maximiliano y sentó las bases para que las potencias europeas reconocieran que México contaba con un ejército fuerte, capaz de defender a las instituciones legalmente constituidas y ser el artífice de una nación fuerte y democrática”.

 

La historia que me contaron en la primaria y en la secundaria, la oficial, se quedó corta y no pasó de ver a Porfirio como un dictador. Sin embargo, hay mucho más sobre su trayectoria. Hacía bien mi tía abuela en defenderlo, había vivido bajo su mandato presidencial y sabía de lo que hablaba.

Tiene ganado el reconocimiento de los militares de hoy. Sólo hace falta que la clase política sepa aquilatar los saldos positivos y traiga a México sus restos con un ánimo de concordia, unidad. Es un mexicano que gobernó su país, con  aciertos y desaciertos, como lo han hecho quienes le sucedieron. Nadie ha sido perfecto.

Arturo Zárate Vite

 

 

Es licenciado en periodismo, egresado de la Escuela de Periodismo Carlos Septién García, con mención honorífica. Se ha desempeñado en diversos medios, entre ellos, La Opinión (Poza Rica, Veracruz) Radio Mil, Canal 13, El Nacional, La Afición y el Universal. Más de dos décadas de experiencia, especializado en la información y análisis político. Ejerce el periodismo desde los 16 años de edad.

Premio Nacional de Transparencia otorgado por la Secretaría de la Función Pública, IFE, Consejo de la Comunicación, Consejo Ciudadano por la Transparencia e Instituto Mexicano de la Radio. Su recurso para la protección de los derechos políticos electorales del ciudadano logra tesis relevante en el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación, con el fin de conocer los sueldos de los dirigentes nacionales de los partidos.

Además, ha sido asesor de la Dirección General del Canal Judicial de la Suprema Corte de Justicia de la Nación y Coordinador General de Comunicación y Proyectos de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos. Es autor del libro ¿Por qué se enredó la elección de 2006, editado por Miguel Ángel Porrúa.

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