Los árboles de Christian Von

Salud
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Cuando vi el camión de redilas estacionado en la calle de Pensilvania o Pennsylvania, esquina con Oklahoma, en la colonia Nápoles de la Ciudad de México, con su logo de “Soluciones” de la Delegación Benito Juárez, no le di importancia. Di por hecho que su misión era podar árboles.

Eran cinco árboles jóvenes, calculo de unos 15 años, frondosos, verdes, generadores de oxigeno que tanta falta hace en la ciudad. Había que podarlos para procurar su crecimiento vertical. Supuse que la acción era parte de una campaña delegacional para protegerlos y fortalecerlos.

A los dos días que volví  a pasar por el mismo lugar, me quedé sin habla. Se había cometido un “ecocidio”. Un crimen, cinco árboles asesinados.

¿Por qué? ¿Para qué? ¿Quién autorizó?

Los talaron.

El problema de la contaminación de la Ciudad de México cada día está peor y en vez de cuidar la naturaleza, se le destruye.

Cortados a ras de suelo los troncos, los cinco, en un tramo de aproximadamente quince metros, frente a un edificio.

El inmueble por más de dos décadas había sido comercial, oficinas de la compañía Pilgrims.

Lo vendieron hace dos años y lo adaptaron para hacerlo habitacional, sin permiso alguno a la vista, incluso le hicieron un piso más.

Tiene un acceso a estacionamiento en sótano por la calle de Oklahoma.

Por lo visto no les pareció suficiente y esa es la razón, supongo, por la que tiraron los árboles en Pensilvania, para ampliar su estacionamiento.

En una ciudad con escasas zonas verdes, con una contaminación creciente que pone en riesgo la salud de sus habitantes, debería estar prohibido tirar un árbol. Solo permitirlo por causas justificadas.

¿Pero para beneficiar a una inmobiliaria que vende como nuevos condominios que antes era oficinas, un edificio que originalmente no fue hecho para habitación y que se adaptó sin permiso alguno a la vista?

Son acciones que no se deberían permitir ni tolerar.

Para borrar huellas, a la semana siguiente de la tala, echaron una capa de cemento.

En los días posteriores, hicieron una mini rampa para que suban los autos a la banqueta.

Para cerrar la operación, en portones negros colocaron dos pequeños anuncios de “no estacionarse”.

Hasta donde se ve, la inmobiliaria consiguió cuatro lugares más para estacionamiento al costo de tirar cinco árboles.

Lo que te cuento, es apenas un ejemplo de lo que en muchos sitios debe de ocurrir, donde no importa la preservación de la naturaleza, con tal de favorecer a una constructora; el negocio particular, no una obra en beneficio de la sociedad, el interés del dinero por encima de la salud de la mayoría, de los adultos de la tercera edad y los niños, sobre todo.

Lo grave, gravísimo, es que se haga en la Ciudad de México, donde el aire que se respira, hace mucho tiempo que dejó de ser limpio.

Por eso es un “ecocidio”.

Hasta ahora, el delegado en la Benito Juárez, Christian Von Roehrich de la Isla, ha guardado silencio.

Arturo Zárate Vite

 

 

Maestro en Periodismo Político por la Escuela de Periodismo Carlos Septién García. Titulado con mención honorífica.

Se ha desempeñado en diversos medios, entre ellos, La Opinión (Poza Rica, Veracruz) Radio Mil, Canal 13, El Nacional, La Afición y el Universal.

Más de cuatro décadas de experiencia, especializado en la información y análisis político.

Ejerce el periodismo desde los 16 años de edad.

Premio Nacional de Transparencia otorgado por la Secretaría de la Función Pública, IFE, Consejo de la Comunicación, Consejo Ciudadano por la Transparencia e Instituto Mexicano de la Radio.

Su recurso para la protección de los derechos políticos electorales del ciudadano logra tesis relevante en el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación, con el fin de conocer los sueldos de los dirigentes nacionales de los partidos.

Además, ha sido asesor de la Dirección General del Canal Judicial de la Suprema Corte de Justicia de la Nación y Coordinador General de Comunicación y Proyectos de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos.

Autor del libro ¿Por qué se enredó la elección de 2006, editado por Miguel Ángel Porrúa.