Nada que tenga que ver con aullido, tampoco ladrido, es el llanto del perro, lamento que recorre la calle, que se escucha en las casas de confinados y recuerda la leyenda de la llorona, el quejido de esa mujer a la que se le atribuía la muerte de sus hijos o la otra versión de la famosa indígena “La Malinche” quien sufría por haber traicionado a su pueblo.
¿Y por qué llora el perro?
No es un animal pequeño porque su llanto inunda la calle como el viento que sopla en atardeceres y noches. Queda claro que no viene del edificio contiguo, sino de más lejos, quizás 300 ó 500 metros.
La primera vez que se le escuchó fue hace un mes, toda la noche. Por momentos parecía que era golpeado o víctima de tortura. Descartado, porque en estos casos sería quejido y luego reaccionaria con fiereza, dependiendo del daño. No dejó dormir a los dueños ni a los vecinos. En su domicilio no encontraron la forma de calmarlo o callarlo. Desvelada perruna en tiempos de pandemia. Peor para quienes han vuelto rutinario el insomnio, dormir menos, por la ansiedad, el estrés que provocan el encierro, las sombras y fantasmas que rondan a los mexicanos, al mundo en general, en la salud y en la economía. Incertidumbre sin fecha de vencimiento.
En la segunda noche, el perro, sin poder adivinar su pedigrí a la distancia, siguió el llanto, aunque esta vez amortiguado con un bozal. Hizo varios intentos por desahogarse de esa manera; no lo consiguió. Dejó de llorar. Era para considerar dar aviso a organizaciones protectoras de animales.
Los días siguientes, nada; silencio, ni ladridos, ni aullidos, ni llanto. Indicios de que lo habían llevado con el veterinario, para la evidente atención requerida. Darle algo que resolviera su intranquilidad y pusiera fin a su lamento nocturno. Paso una semana, nada. Otra, nada.
A la tercera semana, regresó el llanto, durante el día, mucho menos tiempo. Pronto se calmó. El lamento se ha vuelto esporádico y de corta duración. ¿Estará controlado por un ansiolítico?
Según los que saben de medicina animal y tienen mascota en casa, ese perro debe ser muy sensible, está estresado por el encierro y las noticias. Una de dos: escucha a sus dueños comentar alarmados lo que sucede o se entera en directo a través del radio o la televisión encendidas en canales que difunden noticiarios.
Estresado por la cifra de muertos y el supuesto de que también han caído algunos caninos por la pandemia. Además, la evidencia de que se ha perdido en México el control del Coronavirus. Seguro teme por su vida, ser víctima de un enemigo que no conoce y que nunca ha mordido como para que busque desquitarse con aniquilamiento lento y doloroso.
Y por si algo faltara, intuye que está en riesgo el abasto de su alimento, por la crisis económica, por la caída histórica del 18.9 por ciento del Producto Interno Bruto en el segundo trimestre.
Llanto de perro que a nadie se le desea.
El llanto del perro
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