Había fila en el palacio de Bellas Artes de la Ciudad de México para escuchar la poesía de Jaime Sabines. Dos horas antes, gente formada para entrar a la sala Manuel M. Ponce, al menos una veintena.
Y no solo era gente adulta o de la tercera edad, había más jóvenes, hombres y mujeres, ávidos del verso chiapaneco. La poesía no discrimina. “Los Amorosos”, “El Peatón”, “Así es”, “Te quiero a las 10 de la mañana”, “Tía Chofi”, “No es que muera de amor” y las cartas a Josefa “Chepita”, su madre, parte del repertorio.
En el 20 aniversario de su fallecimiento. La sala estaba llena. Cuando la coordinadora del evento, solicitó 5 personas para que también leyeran poemas de Sabines, no crean que nadie se movió de su asiento. Por el contrario, más de una docena lo había hecho y presurosos iban hacia la presentadora para anotarse. Nada más cinco aceptarían. Una de ellas, jovencita aproximadamente de 15 años. Con un gozo en su rostro como cuando corren cientos para acercarse a estrellas del espectáculo. Había asistido acompañada de su padre, lo dijo en su turno, antes de leer “El Peatón”.
Todos los que subieron al escenario leyeron con una entonación y pulcritud impecable, con emoción, sin perturbarse en ningún momento, sin tropezarse con las palabras.
Pilar Jiménez Trejo, la autora del libro “Jaime Sabines: Apuntes para una biografía” estaba feliz, inocultable en su cara. Sonreía, desde que entró al vestíbulo del palacio, al ver larga fila de interesados en escuchar poesía. Iba acompañada de su hijo Sebastián. El calor los hizo tomarse un refresco, antes de ingresar a la sala. A unos pasos de la puerta ya estaba instalada la mesa de libros sobre Sabines. Pilar compró uno suyo. “¿Por qué lo compras?”, preguntó una de sus amigas. “La editorial me los da hasta mañana”, respondió.
Contenta, repartiendo sonrisas. La esperaban para una entrevista con el canal cultural 22. Puesta para hablar de Sabines. Lo conoce tanto. Ella misma abrió el evento con una semblanza del chiapaneco.
Ocupé lugar en primera fila, al centro, frente al micrófono. Al lado se había sentado Florentina González Alanís. Viajó desde Ciudad Victoria, Tamaulipas, el estado al que tanta cultura le hace falta para vencer la violencia. Invitada por Pilar. Sería una de las lectoras. Con libro en mano repasaba la poesía. Se levantó para ir al camerino, junto con los demás lectores. Me había encargado tomarle video. Pronto descubrí que la batería de mi teléfono estaba baja e hizo imposible cumplir con la encomienda. Ella leyó “Tía Chofi”.
Le siguió el poeta Fernando Rivera Calderón, quien no solo sabe leer sino también cantar y tocar la guitarra. Tuvo la suerte de conocer a Sabines. Contó una deliciosa y chusca anécdota. El relato del primer encuentro de Sabines con Pablo Neruda. La puerta de la casa estaba abierta y descubrió a Neruda en su tina, bañándose, en un ambiente vaporoso. Por eso la recomendación de Anuar de que a los poetas nunca hay que verlos en su desnudez, porque el físico a veces no es precisamente estético.
Poco más de 60 minutos de lectura de poesía. Bien concertada.
Cuando Pilar cerró el acto y agradeció la asistencia, la verdad, parecía que apenas era el aperitivo; el comienzo y no el final, por lo emotivo.
Reconforta saber lo que provoca la poesía de Jaime Sabines. Si él supiera, donde quiera que se encuentre, cómo es amada por los jóvenes, no solo por los adultos, testimonio de su inmortalidad.
Sabines, si supieras...
Typography
- Font Size
- Default
- Reading Mode