Es una mujer que transpira todos los días la poesía de Jaime Sabines. No hay otra periodista en el mundo que conozca como ella obra y vida del chiapaneco, sus dolencias, aficiones y vicios. Cada una de sus palabras grabadas las llevó al libro Jaime Sabines. Apuntes para una biografía, porque el personaje “hablaba como escribía”.

Ahora él se ha vuelto su sombra, ella carga con su historia en la memoria y en ocasiones con el libro bajo el brazo o con los antiguos casettes en los que capturó la voz del poeta pero que ya reclaman ser digitalizados, porque la última ocasión que la vi sacarlos de su bolsa para ponerlos en grabadora, al exponer el tema en el bosque de Chapultepec, una de las cintas exhibió su desgaste y distorsionó lo grabado, consecuencia del uso.

Ella es Pilar Jiménez Trejo, especializada en información cultural. Alguna vez intentó escribir poesía. Comprobó que no había nacido para eso, porque la poesía, como le dijo uno de sus maestros, se trae de nacimiento. El poeta o la poetisa no se hacen, nacen.

La poesía de Sabines se ha adueñado de su vida, la acompaña a todas partes, escribe día a día en las redes sociales fragmentos inmortales del chiapaneco o anuncia una presentación más de su libro, porque nadie se cansa de leer o escuchar los poemas del maestro.

Sin embargo, esta vez, la idea es ocuparnos de la autora de libro biográfico. Saber más de su vida, su pensamiento y sentimiento.

Cualquiera que la escuche hablar de Sabines podría suponer que la palabra del poeta se volvió irresistible para el corazón de la periodista.

-Qué piensas cuando escuchas el nombre de Jaime Sabines?

-En la poesía, en su voz, diciendo poemas.

-¿Te enamoraste de su poesía y del poeta?

-No en sentido pasional, sino del personaje. Hablaba como escribía, una maravilla escucharlo. Era guapo, delgado, ojos azules. Me veía como una chamaquita, como periodista curiosa.

-¿Después de Sabines, qué otro poeta es tu favorito?

-Walth Whitman. Me gusta Neruda, José Emilio Pacheco, la generación del 27, Juan Ramón Jiménez, García Lorca.

-¿Harías Apuntes para una biografía de otro poeta?

-Sí, pero el libro tendría otro nombre. El escritor más importante en mi vida ha sido Guillermo Rousset Banda, más que Sabines. Traductor, lingüista, daba cursos de poesía. Es la mente más lúcida que he conocido. Traducía al francés e inglés. Amigo de Arreola, Rulfo. Ajedrecista. Lo conocí al mismo tiempo que a Sabines. Fue comunista, estuvo en la prisión de Lecumberri. Figura crucial. Me dio muchas ideas para hacer el libro de Sabines. Fue como un padre para mi, figura paterna intelectual. Le ayudé en la edición de libros.

-¿Tu has escrito poesía?

-Intenté, publiqué en Diálogos de la Escuela de Periodismo Carlos Septién García. Son muy malos mis poemas. Los escondí en una caja. Guillermo Rousset me dijo que me dedicara al periodismo y no a la poesía. El narrador se puede hacer pero un poeta nace. La poesía es un don.

Pilar es una periodista que ha vivido en China, Singapur y Dinamarca. Una docena de años fuera de México, con muchos recuerdos. Lo que más le impresionó de ese mundo fue el respeto a los valores, a la autoridad, a la policía, a los padres, a los maestros. La calidad de vida.

Nunca se sintió insegura, ni en su casa ni en la calle; aunque no hay sociedades perfectas. En Singapur le robaron una mochila. En China una cartera. Y en Dinamarca la canastilla de su bicicleta. En ningún caso se dio cuenta cuando le quitaron sus pertenencias.

Si estuvo en esos países obedeció a que entonces su pareja laboraba en el servicio diplomático y ella era corresponsal de algunos diarios de la ciudad de México, en distintos tiempos, de El Universal y Reforma. También fue representante de la agencia de noticias Notimex.

En esa etapa, no olvida el comportamiento de la comitiva de Felipe Calderón en China. Por la falta de coordinación en su equipo de logística y prensa, la seguridad local pasó un mal rato. Nadie del staff  visitante le avisó a los periodistas mexicanos que no debían permanecer en un salón destinado para un encuentro privado y tuvieron que sacarlos a empujones. A partir del incidente, China modificó su protocolo para ese tipo de reuniones.

No se quejó de la comida en ninguno de los tres lugares. Ni en China que en los primeros meses solo señalaba lo que quería comer. Siempre le pareció delicioso el alimento.

Después de vivir 12 años en esos países, Pilar Jiménez Trejo llegó a la conclusión de que el respeto es fundamental para que un sistema funcione.

José Antonio Meade Kuribreña siempre me ha parecido un buen tipo, educado, prudente, discreto y bien vestido, con ropa de marca.

Me topé con él cuando se desempeñaba como colaborador de Agustín Carstens en la Secretaría de Hacienda.

Su jefe rendía cuentas en el viejo edificio senatorial de Xiconténcatl, en el Centro Histórico de la ciudad de México.

José Antonio estaba en la explanada, la que está frente al edificio. Caminaba con el teléfono pegado a su oído derecho. Lo veía caminar diez pasos y regresar, de un lado a otro, tres o cuatro veces. Impecables y lustrosos sus zapatos. Con un corte de cabello que hasta la fecha conserva, aunque ahora más estilizado y con fijadores modernos.

Su rostro inmutable, no se percibía si estaba molesto o contento con la llamada. Tampoco era alto el volumen de su voz. Era imposible escuchar lo que decía. A unos metros esperé a que concluyera. Ninguna gesticulación que lo exhibiera alterado. Ni frío ni acalorado su aspecto, cero grados, tranquilo. El que estaba ansioso era yo, quería que acabara su conversación telefónica para acercarme, saludarlo y buscar un dato exclusivo.

Tiene imagen de inteligente, pulcro y cuidadoso.

Cortés, atento, escuchó mi comentario, pregunté alguna cosa, no recuerdo con certeza. La verdad, nunca he sido especialista en finanzas. En cambio, José Antonio, desde entonces con la etiqueta de experto.

Seguro que se dio cuenta de mi inexperiencia y falta de dominio del tema y lenguaje financiero. No conseguí nada que me diera nota exclusiva. Un encuentro sin utilidad para ninguna de las partes. Para el funcionario fue fácil deshacerse del reportero. Sentí que había dejado escapar una oportunidad por la falta de la pregunta oportuna y adecuada.

A pesar de que desperdicié la ocasión, quizás por eso mismo no olvidé el episodio. Como si hubiera sido de la mayor importancia. Yo trabajaba para El Universal. Él, espero no equivocarme, era responsable de la comunicación de la secretaría de Hacienda.

No perdí de vista al personaje, su trayectoria. Desde que ascendió a secretario, no ha bajado de ese nivel. Llegó al gabinete con Felipe Calderón y sorprendió al mantenerse en el gobierno de Enrique Peña Nieto. De una administración panista pasó a una administración priista.

Se ha ido formando en las alturas del poder. Ya estuvo en las secretarías de Energía, Hacienda y Relaciones Exteriores. Aprendió lo que es el manejo del mercado petrolero, el ejercicio hacendario y la diplomacia. No ha sido el secretario maravilla en ningún caso pero tampoco se ha visto obligado a salir por la puerta de atrás. Sus calificaciones son aprobatorias como servidor público y es lo que lo ha llevado ahora a la Secretaría de Desarrollo Social.

Ya es presidenciable, de la Sedesol salió Luis Donaldo Colosio para la candidatura del PRI en 1994.

Sin embargo, Meade no es Colosio. Su perfil es cien por ciento financiero y como titular de la Sedesol está a prueba su capacidad política. Pronto se verá si tiene o no sensibilidad social.

Habrá que ver si aguanta los baños de pueblo.

Es un hecho que sus zapatos lustrosos se van a empolvar.

Para Miguel Ángel Osorio Chong, secretario de Gobernación, seguro que debe ser de la mayor importancia atender el reclamo de indemnización de una víctima de tortura, sobre todo si hay aceptación de la autoridad de que cometió la agresión. Sus sensibilidades humana y social no le permitirían una posición distinta. Mucho menos si tiene planes de competir por la candidatura de su partido en el proceso electoral del 2018, siempre y cuando le perdonen el caso de la fuga famosa de El Altiplano.

Sería grave que en su expediente apareciera el antecedente de que la institución de la que es titular, se resiste a pagar una indemnización por tortura, máxime que en esta materia México tiene la mirada fija de los organismos internacionales defensores de los derechos humanos.

Sabe que la imagen de autoridades no es la deseada para un país que hace esfuerzos por ser demócrata y justo.

La Ley General de Víctimas en su artículo primero señala:

“En las normas que protejan a víctimas en las leyes expedidas por el Congreso, se aplicará siempre la que más favorezca a la persona”.

El alcance e interpretación del precepto es indiscutible. Su precisión no da lugar para ambigüedades.

Desde septiembre de 2014 el Tribunal Federal de Justicia Fiscal y Administrativa le ordenó a la Comisión Nacional de Seguridad que depende de la Segob atender la solicitud de indemnización.

Hasta ahora el director general de apoyo jurídico de la CNS, José Reséndiz Martínez, ha evadido el reclamo, lo considera improcedente, quizás porque para él lo que menos importa es el daño que se ocasiona a la víctima y a su familia con una agresión de esa naturaleza.

Tampoco pareciera preocuparle el deterioro de la imagen de la Secretaría de Gobernación y del gobierno federal. Su actitud contraviene una determinación del poder legislativo.

¿Qué parte de artículo primero de la Ley General de Víctimas no entenderá?

De nuevo el citado tribunal federal de justicia fiscal y administrativa le ha pedido a la CNS, a su abogado, que exprese por escrito su respuesta a la demanda de indemnización.

El tiempo corre ya para su contestación.

Debe saber Osorio Chong que el subsecretario de Derechos Humanos, Roberto Campa, ofreció revisar esta situación:

‏‪@1campa

‪@zarateaz1: El precio de la tortura./Lo reviso

5:29 - 7 may. 2015

Es de suponer que ya la revisó.

Lo que diga el abogado Reséndiz dejará huella. Medirá la voluntad de la autoridad para acatar la Ley General de Víctimas que dispone aplicar la ley que más convenga a la víctima y en este episodio es la Ley Federal de Responsabilidad Patrimonial del Estado. Si el Estado es culpable, el Estado tiene que pagar (http://arturozarate.com/?p=1666).

No creo que Osorio Chong también quiera pasar a la historia como un funcionario que se opuso a la indemnización de un torturado.

Roberto Campa tiene una larga trayectoria en la política, con altas y bajas. La experiencia lo ha vuelto sensible y está ante la oportunidad de sumar otro punto a su favor.

Es el tiempo de Campa.

La historia de hoy destiñe declaraciones oficiales. Aquellas que prometen y ofrecen absoluto respeto a los derechos humanos, las que se sienten agredidas cuando organismos internacionales, en particular la ONU, juzga que en México “la tortura es generalizada”.

¿Qué pasa si te torturan y se comprueba que te han torturado, incluso la autoridad ha aceptado que es culpable?

¿Será suficiente con darle atención psicológica al torturado?

Eso es lo que cree José Reséndiz Martínez, director general de apoyo jurídico de la Comisión Nacional de Seguridad, organismo que depende de la Secretaría de Gobernación.

Pasa por alto lo que establece el párrafo segundo del artículo primero de la Ley General de Víctimas:

“En las normas que protejan a víctimas en las leyes expedidas por el Congreso, se aplicará siempre la que más favorezca a la persona”.

 

Para el director jurídico, para que él pueda admitir que procede la indemnización, expresamente tenía que haberlo solicitado la Comisión Nacional de los Derechos Humanos (CNDH).

Sin embargo, en este caso, la víctima se amparó en la Ley Federal de Responsabilidad Patrimonial del Estado, porque es la que más le favorece y porque el responsable de la agresión es el Estado.

La víctima buscó plantear el caso a la ahora ex subsecretaria de Derechos Humanos de la Secretaría de Gobernación, Lía Limón, pero para entonces la prioridad de la funcionaria era convertirse en candidata a diputada. Es de esperarse que su relevo, Roberto Campa, quien tiene fama de actuar con sensibilidad política, social y humana, haga las correcciones necesarias.

También el tema es una vergüenza para el servidor público que firmó la Recomendación 27/2013 de la CNDH, porque es inconcebible que suponga que una tortura queda resuelta con solo atención psicológica para el torturado, como si la tortura no tuviera secuelas, como si la víctima no tuviera un entorno familiar, laboral y social.

¿Qué dirán los organismos internacionales defensores de los derechos humanos de enterarse con detalle de este episodio, que en México se tortura y cuando lo hace el Estado se resiste a indemnizar?

El caso está en estudio en el Tribunal Federal de Justicia Fiscal y Administrativa, que en resolución emitida el 30 de septiembre de 2014, pidió a la CNS que atendiera la solicitud de indemnización.

Meses después, el 19 de enero de 2015 el citado licenciado Reséndiz argumentó que la vía para reclamar la indemnización es improcedente.

¿Estará enterado este licenciado de lo que se dice de México en el exterior en materia de derechos humanos y tortura?

¿Sabrá que en el momento de la tortura la víctima piensa en el final de su vida?

¿Tendrá claro que con su actitud, de resistirse a indemnizar o propiciar un largo proceso legal, que implicaría revivir el episodio de la tortura, corre el riesgo de revictimizar a la víctima?

Por esa realidad que lastima, la víctima (expediente 8990/15-17-02-1) ha procedido a presentar la demanda correspondiente en el mismo Tribunal Federal de Justicia Fiscal y Administrativa, porque el segundo párrafo del artículo primero de la Ley General de Víctimas es claro y contundente:

“En las normas que protejan a víctimas en las leyes expedidas por el Congreso, se aplicará siempre la que más favorezca a la persona”.

Cuando vi a mi héroe caminar por la ciudad en calzoncillo, en medio de la gente, con expresiones de morbo y burla de quienes lo miraban, la verdad, me incomodó y desalentó el tráiler para ver la película Birdman del director mexicano Alejandro González Iñárritu.

Me pareció un atentado a mi pasado infantil, de niño Birdman fue una de mis preferidas series de dibujos animados, no me la perdía por las tardes después de hacer la tarea escolar.

 Su grito de batalla: “¡biiiiiirdman!” me fascinaba. Volaba con una gran rapidez. Tenía poderes en sus puños, rayos solares para destruir al enemigo. Por mucho tiempo sólo contó con “Vengador”, su fiel águila, para llevar a cabo sus misiones encomendadas desde un monitor por Halcón 7 (personaje con un parche en su ojo izquierdo) Después apareció Birdboy.

Por eso, al verlo de carne y hueso, humanizado, en ropa interior, sin su clásica vestimenta y en caricatura, lo sentí como una ofensa para mi héroe. Descarté en ese momento la película. Había acabado, en segundos, con la imagen creada en la infancia.

Incluso hice oídos sordos varias veces a las invitaciones familiares para ir al cine por ese filme, sin decir el motivo; se me había quedado grabada la imagen de Michael Keaton en calzoncillo. Cada vez que se tocaba el tema, también llegaba a mi mente el héroe adorado en la infancia, no podía aceptar esa afrenta.

Sin embargo, debo admitir, que ya había leído y escuchado comentarios favorables de lo hecho por González Iñárritu.

Pasó más de una semana en cartelera, cada vez eran menos los cines que la tenían programada.

Se produjo la noticia de siete nominaciones para el Globo de Oro y ya no tuve argumento para evadir la invitación.

La sala del Cinemex WTC estaba llena, alcanzamos lugares en la primera fila, resignados a mantener la cabeza a 45 grados, hacia arriba, para mirar la pantalla. Mi esposa vio pasar a la actriz Isela Vega, a la que no reconocería si no me dicen que es ella, porque los años cobran a todos juventud.

En el asiento de atrás estaba Nicolás Alvarado. Supe que se trataba del comentarista de la cultura por su inconfundible y sonora voz. Lo escuché hablar antes de que empezara la película.

Se apagaron las luces. 30 minutos de anuncios. Hubo expresiones de protesta y uno que otro chiflido. También abucheos cortos para el promocional del Partido Verde Ecologista de México.

Público conocedor y exigente, deduje.

Por fin el Birdman de Alejandro González Iñárritu.

No bajé la mirada en ningún momento, me atrapó de principio a fin, me dejó sin habla. Hasta me olvidé de mi caricatura de la infancia. Terminé por aceptar a Keaton y ya no vi su actuación como una ofensa para mi héroe.

Bien por González Iñárritu y el humor negro de su película. Hoy me enteró que también está nominada para 13 premios  Critics´ Choice Awards, en camino a competir por los premios Oscar.

Por lo menos en el cine es válido hacer una película para que el espectador se ría de los absurdos de la política, como sucede en La Dictadura Perfecta del director Luis Estrada. La gente se ríe.

Me tocó verla en un Cinemex de la ciudad de México; antes de entrar recordé que en ese mismo lugar, en el 2012, se exhibió Colosio. No se me olvida que varias personas salieron vociferando maldiciones contra quienes sospechan estuvieron involucrados en el asesinato del candidato presidencial priísta en 1994. Supuse que algo así pasaría con el filme protagonizado por Damián Alcazar.

Iba preparado para observar y escuchar las reacciones durante y después de la película. Tres cuartas partes de la sala estaba ocupada, la mayoría de los asistentes eran cuarentones. No registré presencia de veinteañeros, solo un jovencito que encendió la luz de su teléfono para guiar a su abuela al descender las escaleras en la oscuridad, a la salida.

Proliferaron las risas. Estrada consiguió su objetivo, quería hacer reír, hizo reír.

Rostros apacibles, no vi a nadie enojado o molesto. Comentarios encontrados al calificar la película; para unos era “muy buena”; para otros solo “buena”. Nada extraordinario. Tampoco el tema era nuevo. Recreación de historias sobre la forma de hacer política.

Nadie con ánimo de mentar madres. Era de noche, todavía con tiempo para ir a cenar o a casa a descansar y dormir, en paz, sin correr el riesgo de sufrir pesadilla. Me había divertido con el filme, como los demás.

La costumbre y lo frecuente en las películas es ver que ganan los buenos. El final feliz. En ésta ganan los malos, los que ejercen el poder, unos cuantos, con trucos, engaños y hasta sangre. Ni eso produjo una expresión de inconformidad entre la gente.

¿Y cómo anda la democracia en el mundo? ¿Qué no era el gobierno del pueblo para el pueblo?

Después de repasar el pensamiento de Aristóteles, Locke, Ruosseau, Maquiavelo, Lijphart, Dahl, Bobbio, Sartori y Macpherson, llegué a la conclusión de que la democracia existe, las reglas se cumplen, en unos más, en otro menos, en los diferentes países.

Depende en mucho de los gobernantes y también de la sociedad. El deterioro se acentúa cuando se cae en la indiferencia. En ninguna parte es perfecta, se ha desvirtuado en su esencia; no se le da al pueblo lo que necesita para tener calidad de vida.

Quizás ha llegado el momento de apretarle las tuercas a la democracia, lograr que garantice resultados justos, calidad de vida, por el camino de la civilidad y la ley.  No hay que perder de vista que solo se vive una vez, pues entonces hay que vivir bien, en paz, en equidad, con libertades respetadas. Tarea de todos. La democracia que conocemos ha perdido fuerza, ahora se manipula para prolongar la estancia en el poder, el poder hereditario, el poder de los mismos y unos cuantos, atender el interés particular y no general, solapar o tolerar errores, el enriquecimiento de cúpulas y el empobrecimiento de mayorías, impunidad, incluso, ignorar normas elementales de tránsito.

Por eso el malestar social en diversas partes del mundo. Por eso el descrédito de  políticos, de gobernantes. No hay diferencia en el comportamiento de partidos, en sus frutos. Su ambición es el poder por el poder. Eso de que la democracia es el gobierno del pueblo para el pueblo, sigue pendiente.

Toca a los estudiosos, a los teóricos, iluminarle el camino a los que toman decisiones para que la calidad de vida llegue a toda la gente.

La Dictadura Perfecta sí está para reírse por la conducta ridiculizada de unos cuantos. La realidad que les platico, enoja.

Mi abuela vio incinerar a León Trotsky. Primera y última vez que sus ojos observaron un cadáver reducido a cenizas. Se impactó porque con el primer fogonazo el cuerpo se contrajo y la mitad se levantó como si hiciera una abdominal. Supuso que era la reacción de alguien que se resistía a morir. Desde entonces decidió que a ella no la cremarían y “mejor que me coman los gusanos”. No se si se la comieron pero al morir fue sepultada tres metros bajo tierra.

Nunca supe el motivo que la llevó al crematorio a presenciar esa ardiente escena. Jamás dio explicaciones. Rara y extraña su decisión. Sobre todo por su perfil de mujer religiosa, de ir cada domingo a misa, confesarse y comulgar. ¿Qué hacía mirando a Trotsky quemarse? La pregunta que no encontró respuesta. El secreto se fue a la tumba. No tuvo éxito mi perseverancia e insistencia para obtener la causa de su conducta. ¿Curiosidad? ¿Morbo? ¿Qué? No lo se.

Tampoco Eduardo Luis Feher, maestro de la Facultad de Derecho de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), obtuvo respuestas de Ramón Mercader, asesino de Lev Davidovich Bronstein, nombre real de Trotsky, cuando desayunó e interrogó al autor del magnicidio en la prisión de Santa Martha Acatitla.

Espía, entrenado para deshacerse del enemigo de Iósif Stalin, con la habilidad para enamorar a la secretaria de Trotsky, engañar a la esposa y al personal de seguridad que cuidaba la casona de Coyoacán, nada consiguió hacerlo hablar, ni por las malas ni por las buenas.

Fue sentenciado a 19 años de cárcel. Primero estuvo en Lecumberri. Después fue recluido en Santa Martha, en donde cumplió su condena. Cuando salió, en avión lo trasladaron a Cuba y de ahí en barco a Rusia. Lo condecoraron los rusos, por la “misión cumplida”. Murió de cáncer.

El maestro Feher recuerda el suceso como si hubiera sido ayer. Era niño cuando el 20 de agosto de 1940 atentaron contra Trotsky, asilado en México. Se armó tal escándalo mundial que fue tema de películas, una de ellas con la actuación de Marlon Brando. Desde la infancia le despertó curiosidad e interés el caso.

Un hecho con ingredientes singulares. El piolet (especie de pico corto), utilizado por Mercader para matar a Trotsky está ahora bajo resguardo de la hija de un policía de esa época.

Les cuento esta historia a unos días de cumplirse 74 años del asesinato de León Trotsky.

Eduardo Luis Feher Trenschiner, escritor, ensayista, poeta y académico, originario de Veracruz, ofreció una conferencia en el Instituto Nacional de Estudios Históricos de las Revoluciones de México (INEHRM) con el título “El México que acogió a Trotsky”, durante el sexenio del general Lázaro Cárdenas.

Como estudiante de la Facultad de Derecho de la UNAM, Eduardo Luis logró que él y un grupo de compañeros visitaran la prisión de Santa Martha. Por supuesto que no anticipó que su propósito era encontrarse con Mercader. Ya en el lugar le hizo la solicitud al alcaide.

Su persistencia y la previa consulta a Mercader para saber si aceptaba la visita de un joven de apellidos extranjeros y estudiante de la carrera de abogado, tuvo su recompensa. Mercader que hacía labores de mantenimiento eléctrico en el penal, accedió.

Admite el maestro Feher que el recluso habló solo de generalidades. No cayó en ninguna de las preguntas del entonces estudiante universitario. Sin embargo, quedó satisfecho de ese encuentro porque tuvo enfrente y cerca al misterioso espía que acabó con la vida del líder revolucionario.

Mercader, quien resultó ser español y no belga como decía, se llevó el secreto de su principal acto a la tumba, procedió como aquellos asesinos que se tragan la verdad y ni siquiera la desechan por el ducto posterior e inferior.

-¿Tienes en qué irte?

-En Metrobus.

-Yo te llevo.

Ignacio Morales Lechuga invitó a subirme a su automóvil.

Él conduciría.

Eran poco más de las ocho de la noche. La tempestad había pasado. Una tormenta como pocas. Aunque en ese momento no tenía ni idea de los estragos causados por la lluvia a la ciudad de México. En algunos sitios el nivel del agua llegó al metro.

Atrás, en otro vehículo, su asistente.

Pronto entramos a la avenida principal. Su oficina notarial está a una cuadra de Reforma. El famoso paseo convertido prácticamente en un estacionamiento. Taponeado. Los agentes de tránsito no dejaban de mover sus manos y sonar su silbato, para detener a unos y dejar pasar a otros por carriles improvisados y angostos. Cortamos por Sevilla.

Seguir por Reforma era imposible. Ignacio vio por el retrovisor que su empleado se había quedado en la maraña de autos.

El avance era lento. Todo el camino. Por avenida Yucatán hasta Insurgentes. Un trayecto que regularmente se hace en 30 minutos, esta vez hora y media.

Pensaba, seguro que Ignacio ya se arrepintió de la invitación y jamás se atreverá a ofrecerme otro “aventón”.

En contraste con mi angustia que trataba de ocultar con la charla, Morales Lechuga iba relajado, sonreía por momentos, seriedad en otros, dependiendo del tema de conversación. Cambiaba la estación de radio. El paso por la frecuencia de noticias financieras fue rápido. Estaba en uso de la palabra Maricarmen Cortés. Sintonizó música clásica y luego en el espacio de un conductor bromista.

El copiloto, o sea yo, nervioso, miraba el reloj y el tiempo transcurrido en un trayecto corto.

Le comenté que como reportero de El Universal me tocó la cobertura del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación, en la calificación de la elección presidencial de 2006. En más de una ocasión tuve oportunidad de platicar con el magistrado presidente Leonel Castillo. Fueron momentos de tensión por la disputa política. Recordé que el magistrado, para bajarle al estrés, veía las viejas películas del cine mexicano, las de los comediantes Tin Tan y Cantinflas.

El carro, por supuesto, no traía televisión, en su lugar el bromista locutor radiofónico que con sus ocurrencias hacía reír a los viajeros.

Por fin llegamos a la esquina de Filadelfia, la del Polyforum Siqueiros. Ahí terminó mi viaje. Morales siguió su camino. Para entonces el auto de su colaborador Juan Carlos ya le había dado alcance.

Fue la tromba del jueves 19 de junio. En el noticiario de Joaquín López Dóriga daban pormenores de la inundación o “encharcamientos”. Era mayúscula. Caos vial de varias horas. Noticia de los periódicos al día siguiente.

Les cuento ahora la historia para decirles que el gobierno francés que preside Francois Hollande otorgará el próximo miércoles al notario Ignacio Morales Lechuga, originario de Poza Rica, Veracruz, la condecoración de la Orden de la Legión de Honor, en grado de oficial, en reconocimiento a su contribución para estrechar la relación bilateral franco-mexicana. Veracruzano de larga trayectoria, ha sido procurador general de la República, procurador general de Justicia del Distrito Federal y embajador de México en Francia.

@Alicia Bárcena Ibarra, mexicana, puede convertirse en la primera mujer secretaria general de la Organización de Estados Americanos (OEA). Los astros, como dicen ahora, están alineados para que eso ocurra. Es una diplomática de primera línea, respetada y con reconocimiento a su trayectoria, que ha sido jefa de gabinete y subsecretaria general de administración en la ONU.

Además, México es ahora punta de lanza del proyecto que tiene como objetivo revitalizar ese organismo en el continente, encontrarle una utilidad práctica en beneficio de sus agremiados, de los pueblos. Desde hace varias semanas coordina el grupo que tiene esa misión.

Aun cuando el periodo del actual secretario general José Miguel Insulza vence en mayo del próximo año, ya hay candidatos para ocupar dicho cargo. El primero en levantar la mano ha sido Uruguay con su canciller Luis Almagro, seguido de Guatemala con su exvicepresidente Eduardo Stein. Sus gobiernos han hecho el anuncio oficial.

El nombre de Alicia Bárcena corre por los pasillos diplomáticos. En Washington, en donde están las oficinas centrales de la OEA, ven con simpatía al personaje. No hay nada oficial. El gobierno mexicano no se ha pronunciado por nadie ni ha dicho que tiene previsto nominar candidat@.  Sin embargo, los vientos internacionales soplan a su favor.

Las reformas estructurales y legislativas emprendidas, sobre todo la energética, con el beneplácito de un sector opositor importante, han llamado la atención en el mundo. Se percibe una administración decidida a llevar al país a una nueva etapa de crecimiento y con más seguridad para la sociedad, a recuperar el liderazgo en la región que perdió por incapacidad de gobiernos anteriores para celebrar acuerdos internos y externos.

México nunca ha dirigido la OEA y menos una mujer. El factor equidad de género también juega a favor. Hasta ahora, el organismo hemisférico, desde 1948, solo ha tenido varones en la secretaría general. Van diez secretarios generales. Llegó el tiempo del cambio.

No es únicamente por el hecho de ser mujer, no es lo determinante, ni ella pondría esa condición por delante. Sus mejores cartas están en su carrera diplomática. No fue casual que Kofi Annan la nombrara en 2006 jefa de su gabinete en la Organización de Naciones Unidas (ONU).

Tampoco que después, otro secretario general de la ONU, Banki Moon, la hiciera subsecretaria general de administración.

En la actualidad es secretaria Ejecutiva de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL).

Alicia es egresada de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Estudió la carrera de bióloga, especializada en temas ecológicos. Tiene la maestría en administración pública por la Universidad de Harvard. Fue subsecretaría del Medio Ambiente en nuestro país. Directora del Consejo de la Tierra en Costa Rica y coordinadora del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente.

Su labor ha sido discreta, no es un personaje popular. Su perfil, respetado por propios y extraños, la tiene como un sólido prospecto de México para la secretaría general del organismo americano.

Falta que se decidan a lanzarla como candidata y empezar a cabildear para ganar el voto de los países que integran la OEA.

Lo que les voy a contar hoy es un episodio inédito de mi actividad como periodista y viene al caso porque este 24 de junio se cumplen 23 años de la muerte del pintor Rufino Tamayo.

Una historia que ni el propio Rufino conoció, una entrevista que nunca se publicó en la revista que creyó le daría la portada.

La Escuela de Periodismo Carlos Septién García organizó un concurso de géneros periodísticos con motivo de su 30 aniversario. Estaba puesto para participar en entrevista.

¿A quién entrevistar?

En calidad de estudiante, más que complicado conseguir la entrevista con un personaje del ámbito que fuera, pues lo que quiere todo entrevistado es ver su nombre, su foto, en un medio de comunicación. Los políticos se desviven por la promoción. También los artistas.

Decidí que buscaría al pintor Rufino Tamayo, quien en los setentas estaba por llevar su obra al Museo Guggenheim de Nueva York. Ya era una figura internacional, mundial, con cuadros cotizados en dólares.

Recuerdo que conseguí su teléfono particular sin gran esfuerzo, porque desde entonces tenía amigos que trabajaban en los medios. Uno de ellos me lo dio casi con la certeza de que por ser estudiante, jamás lograría la cita con el pintor. Era sabido que su esposa Olga actuaba como su representante y como tal atendía lo relacionado con los periodistas.

La señora tenía fama de carácter recio y con la facilidad para deshacerse de lo que no fuera útil a Rufino.

Supuse que con un discurso amable ella entendería mis aspiraciones de ganar un concurso de entrevista.

Apenas le mencioné que era estudiante, la llamada se cortó. Supongo que colgó el auricular.

Había concluido que con la credencial de estudiante no lograría la entrevista y menos si la que atendía las llamadas era Olga.

¿Qué hacer?

Surgió la idea de plantearle la apertura de una nueva revista cultural en Nueva York y que el editor quería darle la portada.

El tono de la esposa cambió, encantada con la propuesta y no dudó en darme cita, en su casa de San Ángel.

Para la ocasión me puse el traje y corbata que utilice en la graduación de la preparatoria. Limpié dos veces los zapatos. Tenía que ir lo mejor presentado y con equipo de reportero especializado, propio de quien publicaría en una revista neoyorquina.

Mi cámara fotográfica marca Praktica, una radio grabadora que pesaba como dos kilos, un micrófono que ahora parecería de juguete, libreta y pluma. Lo más importante, estaba enterado de lo que había hecho el ilustre oaxaqueño, sus declaraciones y planes. Tenía que demostrar pleno dominio de su trayectoria.

Así me fui a la cita.

Olga abrió la puerta. Caminamos hacia el estudio donde estaba Rufino. El pintor decidió que la entrevista se hiciera en la sala. La señora se fue a la cocina pero sin desconectarse del maestro. Desde su sitio hizo dos o tres comentarios familiares, como para hacer sentir su presencia.

La entrevista terminó y todos contentos. Rufino y Olga creyendo que tenían la portada de la revista en Nueva York y quien esto escribe, seguro de que ganaría el concurso de la Septién.

Gané el tercer lugar del concurso.

La entrevista nunca se publicó en Nueva York pero sí en la primera plana de La Opinión (4 de junio de 1979), el mejor diario de la zona norte de Veracruz, donde empecé a escribir desde que cursaba la preparatoria.

El encuentro con Rufino fue cordial, rió varias veces, era un gran maestro de la pintura y su obra perdurará para siempre.

Caía la noche, Jorge no paraba de jugar, apenas tenía cuatro años. Incansable, con la energía propia de la infancia. Iba de un lado a otro en el patio. El juego de los quemados con otros dos amiguitos. Tiempos en los que la violencia e inseguridad no eran tema de conversación cotidiana y menos en un pequeño pueblo de apenas cinco mil habitantes. Tihuatlán, enclavado en la zona norte de Veracruz. Casas en su mayoría construidas de adobe, techo de lámina de cartón, color negro.

A la distancia, cuando decidía tomar un respiro, miraba hacia la puerta de la casa, una sola pieza, ocupada en el centro por un féretro gris, flanqueado por cirios encendidos, algunos ramos de flores blancas. Ni la menor idea del significado de la fúnebre escena. Volvía al juego con la alegría de la inocencia. Había escuchado que velaban a su madre pero nadie se había atrevido a explicarle el suceso. Daba por hecho que al día siguiente la seguiría viendo. No tenía motivos para preocuparse, alarmarse o ponerse triste. Suponía que dormía.

Rostro feliz, sonriente, como debe ser el de todo niño. Quizás para no perturbar esa inocencia nadie le puso freno ni lo obligó a guardar compostura o la quietud que exigía el momento.

Otro respiro, otra mirada hacia el interior. Si la caja gris no se había movido, entonces su mamá seguía descansando, durmiendo. Él en lo suyo, en el juego. Una imagen de contraste, por un lado la pureza propia de su edad y por el otro la muerte llevándose una víctima más.

Al día siguiente, a caminar por un lugar donde abundaban las cruces. “No pises ahí”, escuchó que alguien le decía cuando intentó subirse a lo que creyó era un peldaño y se trataba de la loza de una tumba. Quería ver lo que ocurría en ese hoyo que los adultos, mujeres y hombres rodeaban. Cuando por fin consiguió acercarse, estaban a punto de taparlo. Le llamó la atención que las personas empezaran a recargar flores sobre ese sitio. Un sacerdote oraba en voz alta. Con su mano aventaba agua bendita. Saludos, abrazos, despedidas. Jorge se preguntaba: ¿dónde estará mi mamá?

No conocía la muerte y mucho menos suponía o sospechaba que le había arrebatado a su ser más querido. Vio gente llorar, mujeres con la cabeza cubierta por un velo. Casi todos vestidos de negro.

¿Dónde estará mi mamá?, volvió a preguntarse.

Al tercer día, reunión familiar en casa, tías y tíos, hermanas y hermanos de su madre. Su papá a la cabeza de la plática. Pronto se dio cuenta que él y sus tres hermanos eran mencionados repetidamente. Parecía una disputa para decidir quien se haría cargo de los menores.

Se afligió. Con ansiedad preguntó a la tía que tenía más próxima:

-¿Y mi mamá?

-Se fue al cielo –contestó lacónicamente.

No lloró porque alguna vez le habían dicho que al cielo únicamente van los bien portados.

Le quedó claro que ya no la vería porque también le habían dicho que de ahí ya nadie regresa.

Hoy han pasado 40 años de ese episodio. Jorge lo tiene tatuado en su memoria. Cuenta esta historia en vísperas del Día de las Madres, para felicitar a todas, donde quiera que se encuentren.

Arturo Zárate Vite

 

 

Es licenciado en periodismo, egresado de la Escuela de Periodismo Carlos Septién García, con mención honorífica. Se ha desempeñado en diversos medios, entre ellos, La Opinión (Poza Rica, Veracruz) Radio Mil, Canal 13, El Nacional, La Afición y el Universal. Más de dos décadas de experiencia, especializado en la información y análisis político. Ejerce el periodismo desde los 16 años de edad.

Premio Nacional de Transparencia otorgado por la Secretaría de la Función Pública, IFE, Consejo de la Comunicación, Consejo Ciudadano por la Transparencia e Instituto Mexicano de la Radio. Su recurso para la protección de los derechos políticos electorales del ciudadano logra tesis relevante en el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación, con el fin de conocer los sueldos de los dirigentes nacionales de los partidos.

Además, ha sido asesor de la Dirección General del Canal Judicial de la Suprema Corte de Justicia de la Nación y Coordinador General de Comunicación y Proyectos de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos. Es autor del libro ¿Por qué se enredó la elección de 2006, editado por Miguel Ángel Porrúa.

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