Viajes largos en latas voladoras
México siempre se ha distinguido por su política exterior y está visto que mantiene ese respeto en el mundo.
La forma en que fue tratada por jefes de Estado y de gobierno la presidenta Claudia Sheinbaum en la cumbre del G20 en Brasil, confirma la deferencia de los poderosos hacia nuestro país.
Quienes saben de diplomacia, entienden su lenguaje, las formas y cortesía, les queda claro lo que significa que la presidenta se haya sentado a platicar con Joe Biden de los Estados Unidos y Xi Jinping de China, así como los encuentros con el primer ministro de Canadá Justin Trudeau y el presidente de Francia Emmanuel Macron. No se diga los saludos y pláticas con mandatarios latinoamericanos, empezando por el anfitrión Lula Da Silva.
No son meros gestos, atenciones, afectos y diálogos con la Doctora Sheinbaum solo por ser mujer. El género no es lo que más cuenta en el mundo de los poderosos, sino lo que representa cada gobernante.
Además, en la diplomacia, cuando no se quiere hacer patente esas expresiones cordiales y admirativas, también hay acciones para hacerlo notar. Simplemente con evitar el saludo o tomar caminos distintos para no toparse de frente. De antemano se descarta el diálogo bilateral.
La presidenta de México le ha dado un giro de 180 grados a la política internacional con su presencia en Brasil, sobre todo si miramos a lo que sucedió en el sexenio anterior con Andrés Manuel López Obrador en materia de viajes al exterior para asistir a reuniones o cumbres de ese tipo.
¿Quiere decir que en el pasado reciente se le restó importancia a la política exterior?
No.
La Constitución establece que corresponde al presidente o a la presidenta la conducción de la política exterior.
Pareciera que el tabasqueño dejó en segundo plano esa responsabilidad ejecutiva si el análisis se concreta a revisar número de viajes realizados al extranjero.
De entrada, hay que recordar que López Obrador colocó en la cancillería a uno de sus mejores cuadros, a Marcelo Ebrard. Operador de primera con amplio conocimiento de la política exterior. Su trabajo respondió a las expectativas de su jefe. No descuidó las relaciones ni los protocolos. Tampoco se fue por la libre, en todo momento tuvo presente el mandato constitucional y a quien corresponde la conducción, por lo que no dudó en consultarlo de inmediato cuando fue necesario hacerlo para dar una respuesta.
¿Entonces por qué el presidente del periodo anterior decidió no acudir a los grandes eventos internacionales si sabía y sabe de su importancia?
Salvo sus visitas a los Estados Unidos y sus encuentros con los presidentes Donald Trump y Joe Biden, la comunicación con los demás jefes de Estado y de gobierno se dio a través del canciller Ebrard o por medio de las llamadas videoconferencias.
Comunicación hubo con todos los que había que hablar.
Si prefirió la relación “semipresencial” como dicen en el poder legislativo, cuando los diputados y senadores participan en las cámaras mediante los adelantos de la tecnología, se debió a que no es partidario de encerrarse por ocho o más horas en una lata voladora (avión).
No quiere decir que tenga fobia a los aviones, es humano y no es perfecto. Lo que no le gusta es el largo encierro en las alturas.
La Doctora Claudia Sheinbaum es otra generación, otro estilo y seguro el de Brasil no será el único viaje a una cumbre internacional.