Los candidatos y candidatas a juzgadores nunca antes habían participado en una elección. Por lo tanto, la mayoría no tiene ni la menor idea de lo que debe hacer para promocionarse. Hacen lo que pueden en los espacios autorizados por el Instituto Nacional Electoral (INE). Cierto que las redes sociales hasta “benditas” fueron llamadas por el candidato Andrés Manuel López Obrador cuando no tenía más opción para difundir su campaña presidencial y a través de ellas conseguía hacer llegar su mensaje a la población. Nada más que Andrés Manuel ya tenía la experiencia de haber participado en varias elecciones. Tenía más idea de lo que era el mensaje mediático y era asesorado por César Yáñez, experto en medios. Los resultados todo mundo los conoce. El caso de los candidatos y candidatas a jueces, juezas, magistrados, magistradas, ministras y ministros es muy distinto. La mayoría siempre había procurado estar desconectado de los medios y no se diga de las redes sociales. Preferían no exhibirse. Procuraban la discreción para no llamar la atención ni estar expuestos ante quienes pudieran quedar inconformes con las resoluciones judiciales. Para alcanzar una posición o ascender dentro del sistema de justicia, dependían de sus grados académicos, pero sobre todo de sus relaciones, conexiones con gente de poder. Las reglas cambiaron. Ahora para mantenerse en el poder judicial o incorporarse al poder judicial dependen del voto del pueblo. Y para ganarse el voto del pueblo hay que ser conocido, tener fama y estar en el ánimo de la gente. Salvo las ministras Lenia Batres, Yasmín Esquivel y Loretta Ortiz que participan en la competencia para seguir en la Corte, a tres semanas de la elección nadie más ha logrado posicionarse. Y de las tres, Lenia es la que ha demostrado que tiene más idea de lo que es el contacto con la sociedad, no por nada se autonombró “ministra del pueblo”. Los y las demás, están prácticamente donde empezaron por lo que se refiere a la difusión de su imagen, salvo contadas excepciones. Hay quienes, los menos, han acertado en sus mensajes en redes sociales y han conseguido viralizarse. Otros, por su escaso dominio de lo mediático, en vez de conseguir seguidores o potenciales votantes en las redes sociales, pareciera que persiguen todo lo contrario, alejarse de la gente, con mensajes que solo ellos entienden. No cuentan con un diseñador de imagen y el monto para financiar sus campañas es reducido. En ese contexto, las encuestas, aunque las hagan empresas serias, están limitadas a la hora de hacer la medición. Los nombres conocidos por la gente se cuentan con los dedos. Así que no es extraño ni sorpresivo que aparezcan en los primeros lugares los nombres de Lenia, Yazmín y Loretta. De cualquier manera, si en los dos meses que la autoridad les dio para hacer campañas no logran hacerse populares, no significa que los ciudadanos y ciudadanas ya no tengan forma de valorarlos y elementos para emitir un voto informado el 1 de junio. El propio organismo electoral se encargó vía electrónica de poner a disposición de todos los perfiles de los aspirantes. Las encuestas no serían la mejor referencia y sus resultados habría que tomarlos con reservas. Además, no sería raro que hubiera grupos económicos o políticos, interesados en insertar nombres en las encuestas.
Jamás, nadie del poder judicial ha salido a ofrecer disculpas públicas cuando ha cometido error y encarcelado a un inocente. Ningún juez ha reconocido su equivocación, tampoco los magistrados y mucho menos los ministros de la Corte. ¿A poco podrían decir que han sido perfectos y por lo tanto no tienen que ofrecerle disculpas a nadie? En muchos países hay registro de errores, de las fallas de sus sistemas de justicia, de sus juzgadores. Terminan por reconocerlo y liberar al afectado o afectada. ¿Cuándo ha sucedido eso en México? Nunca. Por eso cuando alguna figura pública del pasado o del presente sale a despotricar contra el proceso de elección y renovación del poder judicial, está negando una realidad que es indiscutible para la gente. Seguramente no se da cuenta, hinchado de poder y viviendo en la nube de los poderosos que jamás miran hacia abajo, del sufrimiento de la gente que es víctima de una mala impartición de justicia. No, no es solo que la presidenta de la Corte Norma Piña se haya peleado con el titular del poder ejecutivo anterior o que se hayan emitido resoluciones contrarias al proyecto del gobierno en turno, la cruda verdad es que el poder judicial se pudrió desde la cúpula. Los ministros y las ministras que han ejercido desde la renovación total de los integrantes de la Corte que promovió e hizo Ernesto Zedillo como presidente de México, nunca pisaron tierra, han vivido en el olimpo como dioses intocables, puros. Siempre alejados del pueblo, sin tiempo para atenderlo. Nunca les ha importado el dolor de la gente y la destrucción de cientos de familias, porque es lo que sucede cuando no se imparte justicia y solo se obedece a intereses, a consignas, a privilegios. Una soberbia indescriptible, imperdonable, con prebendas, beneficios e ingresos ofensivos para las mayorías. Los ministros y ministras son los servidores públicos que más ganan y con prestaciones de lujo. El día que se habló por primera vez que deberían ganar menos que el presidente o la presidenta, como fieras salieron a defender sus millonarias percepciones que hasta la fecha conservan. Únicamente la ministra Lenia Batres, por decisión propia, por congruencia, se bajó el sueldo y renunció al seguro de gastos médicos mayores. Es la única que gana menos que la presidenta Claudia Sheinbaum, en acatamiento a lo que establece la Constitución. El resto disfruta la opulencia. El poder judicial se pudrió desde arriba, protegió el nepotismo y mantuvo un órgano como el Consejo de la Judicatura Federal para actuar como juez y parte a la hora de evaluar desempeño de juzgadores. Por eso la renovación, por eso la elección de juzgadores el 1 de junio. No es un capricho, es un clamor del pueblo. Y por eso viene una nueva reforma judicial. Hay juzgadores que tienen cuentas pendientes: Eduardo Torres Carrillo, como juez, ahora magistrado, violó el plazo constitucional para definir la situación jurídica de un detenido que fue torturado. Jorge Fermín Rivera, magistrado pensionado, torció la ley y no respetó el principio de definitividad. Igual la magistrada Lilia Mónica López Benítez. Ambos reabrieron un caso que ya había sido cerrado. La magistrada Graciela Guadalupe Rodríguez Escobar ordenó arbitrariamente el encarcelamiento de una víctima. El ministro Juan Luis González Alcántara Carrancá negó a víctimas el derecho de audiencia. Y el ministro en retiro Luis María Aguilar Morales fue omiso y no sancionó a jueces corruptos. Protegió intereses económicos. Son algunos ejemplos de juzgadores que tendrían que rendir cuentas. El nuevo Tribunal de Disciplina del poder judicial, que funcionará a partir de septiembre, podría investigarlos y sancionarlos por su mal desempeño.
El senador Gerardo Fernández Noroña es personaje controvertido como pocos en la política nacional, lo mismo hay quienes lo odian como quienes lo aman y lo ven compitiendo por la presidencia en 2030. Lo sigue mucha gente, de eso no hay duda, lo ha demostrado. De otra manera no se explicaría que hubiera obtenido el tercer lugar en el proceso interno de Morena para definir quién sería candidato o candidata presidencial. Su porcentaje fue superior al de Adán Augusto López Hernández y Ricardo Monreal. No hay que olvidar que el entonces presidente Andrés Manuel López Obrador se tardó en mencionarlo en las conferencias mañaneras en su lista de aspirantes. Lo hizo hasta después que Noroña se quejó de la exclusión. Noroña ha sido sorpresa para algunos de la élite morenista, no para quienes, los de abajo, sobre todo, el pueblo como le gusta decir al legislador, siempre han estado convencidos de sus capacidades, de su activismo, experiencia, estudios y convocatoria. Está convertido en “animal político”, experto polemista, capaz de enfrentar cara a cara a sus detractores. Tiene ganado el respeto de la oposición. Ha sabido mantener a raya a lo que llama PRIAN. Para nada fue casual su elección, prácticamente por unanimidad, como presidente de la mesa directiva del Senado. La única que voto en su contra fue la panista Lilly Téllez. En entrevista para este espacio, el senador Fernández Noroña habló de su relación con los poderes Ejecutivo y Judicial, con la presidenta Claudia Sheinbaum y la ministra Norma Piña. También de su actuación en la presidencia de la mesa directiva del Senado. Aquí vamos a reproducir puntos relevantes y de manera textual algunas preguntas y respuestas: 1. “Sería un gran honor vivir en Palacio Nacional”. 2. “A una presidenta no se le puede decir que no. Claro que aceptaría si me invita al gabinete”. 3. “La ministra Norma Piña no es seria. La relación está rota”. - ¿Si en algún momento la presidenta lo invitara a ser parte del gabinete, aceptaría? -Sí, Claro. Cómo no voy a aceptar si me invita al gabinete. Además, a una presidenta no se le dice que no, a algo que te planteé. - ¿Sería un gran honor para Gerardo Fernández Noroña llegar a vivir en Palacio Nacional? -Para cualquier mexicano o mexicana que se dedique a la política no solo es un gran honor, es una gran responsabilidad. Pero yo te reitero que ahorita es muy temprano. Lleva seis meses la compañera presidenta Claudia Sheinbaum Pardo. Literal, nadie sabemos si vamos a estar vivos mañana, no se diga en 2030. Entonces, no vale especular, hay que hacer la tarea, hay que apoyar el trabajo que viene haciendo de manera, de veras, sin exagerar, brillante la presidenta. Decir cualquier cosa menor es mezquindad. La entrevista completa se puede ver y escuchar en: https://www.youtube.com/watch?v=fY9g12c4eSY&t=552s Noroña, por primera vez, dice qué senador de oposición se ha ganado su total respeto. También responde si finalmente estaría dispuesto a sentarse a tomar un café con Lilly Téllez, como lo sugirió una morenista. Hace un balance de lo que ha sido su relación con la ministra Norma Piña, presidenta de la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN). Y deja en claro si aspira a buscar la reelección como presidente de la mesa directiva del Senado.
Contra lo que se pudiera creer, el senador Luis Donaldo Colosio Riojas, a pesar de la fama que heredó de su padre Luis Donaldo Colosio Murrieta, asesinado en 1994 en Tijuana, Baja California, que lo ha colocado hasta como aspirante presidencial, no pudo ganar la senaduría como pretendía en 2024. Conste también que se venía desempeñando como alcalde de Monterrey y antes había sido diputado local, por lo que podría verse como una figura regional, conocido en Nuevo León. Quizás por eso mismo, porque ya era conocido por su obra, no logró obtener el mayor número de votos en la competencia senatorial. Llegó al senado por la vía del segundo lugar, lo que llaman “primera minoría”. Los neoloneses, los regiomontanos no le dieron los votos como esperaba. Incluso hubiera sido determinante para que el patriarca de Movimiento Ciudadano, Dante Delgado, alcanzara de nuevo el escaño por la vía plurinominal. Dante se quedó vestido y alborotado. Le falló su muchacho, uno de los cuadros más populares del partido naranja. ¿Qué pasó? ¿Por qué Colosio no ganó la senaduría como pretendía? En primer lugar, no hay que perder de vista que en la zona metropolitana regia viven los más acaudalados del país, así que es evidente que no tuvo el visto bueno o el respaldo económico que pueden dar esos personajes. Claro que no representan miles de votos, pero tienen el poder para empujar escenarios que propicien el éxito de una candidatura. Segundo, Colosio, como alcalde (autoridad que en cualquier municipio es de las más cercanas a los ciudadanos y ciudadanas), no cumplió las expectativas que había generado su nombre. La fama no fue suficiente para ser un gran administrador municipal. No llevó a cabo ninguna obra que le haya dado a la capital un beneficio inolvidable. Además, la “ciclopista” y colocación de arbotantes en zona céntrica que complicaron el tránsito citadino, por su tardanza, dejaron muchas molestias. Por el nivel socioeconómico y educativo los regios son muy exigentes con autoridades locales y estatales, porque lo que hagan o dejen de hacer, les impacta de inmediato, para bien o mal. El caso es que Colosio no ganó y tuvo que llegar como primera minoría al Senado. La victoria en 2024 fue para Waldo Fernández, postulado por Morena, Partido del Trabajo y Verde Ecologista. Un triunfo que desde entonces lo colocó como aspirante natural para el gobierno de Nuevo León. No es el único, hay otros aspirantes dentro de esa alianza; aun cuando no ha levantado la mano, suena Tatiana Clouthier, quien también tiene un apellido que su padre tatuó en la política nacional. Por Movimiento Ciudadano Mariana Rodríguez Cantú, esposa del gobernador, ya se vio que no pudo ganar en Monterrey, perdió ante el prianista Adríán de la Garza, quien también suspira por la gubernatura. ¿Y que va a pasar con Colosio? Hasta ahora no ha dicho si le va a entrar a la competencia por el estado de Nuevo León. Tampoco se ha inscrito para la presidencial de 2030. Indiscutiblemente es uno de los cuadros más valiosos de MC y como senador ha llamado la atención por su activismo y discurso. Se ha ubicado en la lista de los mejores tribunos, que se cuentan con los dedos. El fogueo que está teniendo como legislador federal puede llevarlo a decidir dejar pasar la competencia de 2027 en Nuevo León, donde sus bonos han caído, y esperar la elección presidencial de 2030.