En camino al tête á tête, face to face o cara cara de Ernesto Zeivy y Endy Hupperich, imaginaba que me aproximaba a una batalla de pincelazos, un enfrentamiento, porque ahora la riña o el escándalo parece ser lo cotidiano en México, es lo que reflejan los medios de la película citadina.
Hice un trayecto de mi casa (la cortesía de decir que es la tuya se ha perdido en la vorágine de la modernidad) al Café La Gloria en la colonia Condesa de la Ciudad de México. En el recorrido, testigo de expresiones virulentas de hombres y mujeres, miradas matonas, muecas ofensivas, manifestaciones procaces y agresivas. El mundo exacerbado de la megalópolis.
El metrobús a reventar, en hora pico, apretados como sardinas.
“¡Puto!” gritó la persona que a empujones consiguió subirse. Cerradas las puertas, con ese insulto y su mirada a través del acrílico, retaba a golpes al usuario que había quedado afuera, en el andén, el osado que había intentado ganarle el acceso. No faltó el metiche con su comentario valentón y su convocatoria a golpear al que iba en el transporte. Solicitaba aliados para surtirlo con golpes de todos sabores. La presunta víctima ni enterada ni preocupada, porque ya viajaba hacia la siguiente estación.
Gente crispada.
En la calle, una imagen distinta de pedigüeños, no la de los tradicionales que visten ropas viejas y sucias ni tampoco indígenas. Esta vez un par de “primos”, treintañeros, con ropa limpia, fuertes, amenazantes. “Primos” porque me llamaron “primo” para enseguida exigirme 10 pesos. No les di nada, opté por acelerar el paso, con cierto temor.
Más adelante una joven mujer, con llamada en su celular y un tono violento, el volumen de su voz alterado, reprendía a su interlocutor al otro lado de la línea telefónica: “¡Ve y cógete a tu madre!...”. Ella siguió con su pleito y yo hacia el tête à tête de los pintores Ernesto y Endy.
Todavía antes de llegar a la cafetería, dos muchachos más, con su realidad y exigencia: “no tenemos trabajo, danos dinero”
Imágenes reales y ásperas.
Permeado mi ánimo por esta atmósfera negativa, suponía sin base alguna, influido por el momento, que me esperaba más de lo mismo en la exhibición pictórica, en el cara a cara.
Sin embargo, el par de pintores, uno alemán y el otro mexicano, su obra, contrastarían con la irritación social que acababa de presenciar en mi trayecto. La armonía entre dos amigos para hacer un cuadro a cuatro manos, “a tres”, corregiría una señora que sabía que Endy Hupperich trabaja solo con el brazo izquierdo, porque el derecho fue víctima de un accidente.
La pintura de dos amigos, dos maestros, con sus propios talentos y gustos, satisfechos de sus creaciones, la historia de quienes logran ponerse de acuerdo para trabajar juntos, en armonía.
Sus diferencias están en su arte, cada uno con su estilo, sus autorretratos que disfrutan, el collage que retoma su entorno, que juega con los materiales, define figuras e incursiona en lo abstracto.
Su obra a tres manos se convierte en una tercera alternativa para sus seguidores, la conjunción en el lienzo de una mujer, un sombrero, un auto, un perro, las estrellas y el $ 2.50 que me recuerda que alguna vez tuvo esa cotización el dólar. Yo prefiero su trabajo individualizado, la inspiración personalizada, me impacta y conquista más. Cuestión de enfoques.
Es un encuentro de amigos, de saludos entre conocidos, artistas y admiradores, gente que se detiene a contemplar cada cuadro o conversar el acontecimiento, los colores y los trazos.
Juntos Ernesto y Endy, sonrientes, divertidos, animados para posar a la hora de las fotos. Endy bebe una cerveza y no suelta la botella. Ernesto sostiene un vaso con agua, sin dejar de mencionar que es aficionado al mezcal.
Estampas humanas, sin bravatas, sin insultos ni infundios que puede provocar el ajetreo del día a día, sobre todo en los espacios de la política y la lucha por el poder.
Entre Ernesto y Endy, el lenguaje es otro.
“Es un pintorazo”, la definición que hace Ernesto Zeivy de Endy.
“Fenómeno del arte, generoso”, las palabras de Endy Hupperich para Ernesto.
Pintores creativos, inteligentes y capaces para ponerse de acuerdo.
Inobjetable:
Un tête à tète amistoso, público y ejemplar, que ya empiezo a ver como rareza entre las bravatas de la película citadina.