La Escuela de Periodismo Carlos Septién García no pudo haber encontrado mejor día para presentar el libro Cuentos del Barriodel maestro Manuel Pérez Miranda que el Día Mundial de la Libertad de Prensa, aunque también es el Día de la Santa Cruz, la fecha de celebración de los trabajadores de la construcción. Cada quien en lo suyo, no es motivo de conflicto.
Cuando llegué al auditorio Alejandro Avilés de la EPCSG, en la planta baja, donde antes era un espacio ocupado por voceadores para compaginar y ordenar las secciones de periódicos, estaba lleno. En el presídium el autor del libro, acompañado de la poeta Dolores Castro y los periodistas Alberto Barranco y Pilar Jiménez Trejo.
El maestro Pérez Miranda, maestro de 25 generaciones de periodistas, también fue mi maestro. Con su aspecto acostumbrado, su rostro endurecido, rígido, serio. En espera de su turno. ¿Seguirá con esa fuerza que lo caracterizó al dar clases? ¿Con la voz de tenor?, me preguntaba.
Me pareció el mismo maestro que conocí hace tres décadas, respetuoso, caballero, disciplinado, cuidadoso, pulcro en su oratoria. Impecable. Empezó por agradecer a quienes presentaban su libro, palabras de elogio para cada uno. Y no llevaba nada escrito, ningún mensaje leído. Lo que sabía de ellos y le salía de su corazón, directo y afectuoso.
Siempre le he tenido gran aprecio. Recuerdo la ocasión en que platicamos del concurso de géneros que organizó la escuela, con motivo de su 25 aniversario. Con la franqueza que le distingue, me reveló que su propuesta como parte del jurado fue que recibiera el primer lugar por la entrevista al pintor Rufino Tamayo, dado el grado de dificultad que representaba para un estudiante sentarse a platicar con el afamado artista oaxaqueño. Me habían dado el tercero.
Tampoco olvido como el compañero Jorge Cruz, quien ahora vive en Oaxaca, regularmente no cumplía con sus tareas e invariablemente encontraba la forma de convencer al maestro que le diera más tiempo. Lo esperaba al término de la clase y hablaba con él en corto, afuera del salón. Lo conseguía, Jorge regresaba al salón con una sonrisa. Yo concluía que el maestro Pérez Miranda era generoso. Una nobleza que ocultaba con su rostro endurecido.
Daba la clase de redacción como un verdadero maestro, explicaba con precisión los géneros periodísticos. Subrayaba la responsabilidad del periodista. Su concepto sigue siendo válido y lo recordó en la presentación del libro: “decir la verdad, los hechos como son, cuando se trata de informar o dar la noticia”.
También habló de lo que llamó “vergüenza torera”, que no es otra cosa que entrarle al toro, no evadir ni rehuir los retos de la vida. Por eso la petición del público, de quienes fueron sus alumnos, para que no se corte la coleta y siga por el camino de escribir nuevos libros, que “Cuentos del Barrio” no sea el último. Manuel Pérez Miranda, como maestro de las letras, puede dar más.
Maestro de 25 generaciones de periodistas
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