Pocas veces me encuentro con un título que prácticamente a cualquier persona le cierra el ojo y la conquista.
Cuando lo vi, de inmediato se asomo la sonrisa y un expresión de relax, por la sugestiva idea de no trabajar.
Se trataba de la invitación a la presentación de un libro de poesía, en la Pulquería Insurgentes, en la Ciudad de México.
Imposible desairarla.
Por un momento supuse que encontraría una buena receta para holgazanear.
La verdad es que para el joven Ricardo Limassol, 29 años de edad, vestido con la elegancia del negro y blanco, con un medallón plateado para cerrar el cuello, barba recortada, escribir poesía no es trabajo.
No lo he visto escribir pero sí leer sus versos.
Lo vi gozoso con su lectura. No hizo otra cosa que leer en la presentación de su libro Todo menos trabajar. De principio a fin, sin ningún comentario adicional. Embelesado con su propia poesía.
Me pareció entretenida, divertida e inteligente.
Por momentos recargaba la mano izquierda en su mejilla, supongo que por comodidad, no lo percibí nervioso. Recordé al periodista veracruzano Jorge Saldaña (QEPD) que al cantar se ponía la mano en la oreja con la intención de escuchar mejor su voz. Cada quien su estilo.
Ahí, sentado en un reducido espacio cultural, inmerso en una casona donde se venden bebidas etílicas, contrario a la costumbre del lugar, el poeta prefirió una Coca-Cola.
La lata de aluminio con el color rojo y la marca que la distingue en el mundo. Nunca vi que le diera un sorbo, tampoco que se la sirviera en el vaso.
El poeta, su poesía y su Coca-Cola, en una pulquería, una imagen que si la llega a ver el gurú del marketing de la transnacional, Marcos de Quinto, al que por cierto le gusta la poesía, es capaz de sacarle utilidad para su negocio.
Hacía calor y la ocasión ameritaba algo que refrescara la garganta.
Ricardo Limassol leyó varias de sus poesías, sin pausa, una tras otra, hasta llegar a la que lleva el nombre de tu texto.
Todo Menos Trabajar
Tiempo para la ayahuasca
Tiempo para Cuba
Tiempo para escribir un guión de cine.
Tiempo para no tener un hijo
Tiempo para beber un bloody mary
Tiempo para hacer la depresión a un lado
Tiempo para limpiar el baño y la cocina
Tiempo para dejar de ser el capitán
Tiempo para dormir hasta las cuatro de la tarde
Tiempo para dejar de creer que algún día dejaré de producir poesía
Tiempo para poner las manos en el fuego
Tiempo para poner el corazón en el congelador
Tiempo para dejar de ser joven
Tiempo para cruzar la calle con precaución
Tiempo para dejar de estar aburrido con el mundo moderno
Tiempo para aprender a andar en motocicleta.
Tiempo para papá y mamá
Tiempo para dejar de inventar excusas
Tiempo para ponerle fin a las cosas que estorban
Tiempo para golpear el teclado con fuerza
Tiempo para ser un buen hombre
Ricardo se levantó de su asiento, tomó la Coca Cola y se la llevó; el libro, lo dejó sobre la mesa.
Todo menos trabajar
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