Por el resultado de la elección en los Estados Unidos, gané para el mes próximo, el último del 2016, una comida japonesa en el Suntory, restaurante de fama y precios de primer mundo.
La apuesta la hice con un amigo. Él daba por hecho que tenía perdida mi quincena. Prácticamente todo los medios, estadounidenses y mexicanos, encuestadoras y analistas, favorecían a la señora Hillary Clinton.
Debo aclararte que yo no deseaba el triunfo del empresario Donald Trump, por lo que había dicho de los mexicanos, de los migrantes, del tratado de libre comercio, por sus expresiones racistas y discriminatorias.
Mi forma de pensar, por supuesto, no ha cambiado, no me parece que el republicano sea la mejor opción para América y el mundo, pero es inobjetable su victoria con las reglas del juego que tienen los norteamericanos. En enero tomará posesión de la presidencia, para dar inicio a la era Trump. Es lo que viene y hay que entender esa nueva realidad.
Los medios, en general, lo desestimaron, no lo querían y no creían que fuera a ser el vencedor, anhelaban que no lo fuera, aunque era evidente que tenía el apoyo de un sector de la sociedad, simpatizantes de un nuevo discurso que ofrecía devolverle a su país la supremacía en todos los aspectos.
Esa fuerza de Trump no la quisieron ver o trataron de minimizarla u ocultarla, cuando era un hecho.
Desde su etapa de aspirante a candidato, lo criticaron sin contemplación. Seguro lo tenía merecido. Sin embargo, uno a uno, se deshizo de sus competidores republicanos. Millones simpatizaban con su estilo.
Recuerdo que entonces trabajaba en una televisora comercial. Al ver el avance de Trump, la instrucción del jefe inmediato fue que se le bajara a la descalificación. ¿Por qué? Simple y sencillamente porque se trataba de un personaje con millones de seguidores.
Trump ganó la candidatura republicana, contra todos los pronósticos institucionales. A pesar de ello, las críticas siguieron, arreciaron. Durante la campaña, le sacaron historias con atraso de 11 años o más, el objetivo era eliminarlo de la competencia, con lo que fuera, acusaciones ciertas o falsas, con el deseo y la esperanza de que sus simpatizantes cambiaran de opinión.
Lo cierto es que la gente ya no se traga sin masticar lo que dicen políticos, medios, encuestadoras y analistas. Ya no le juegan el dedo en la boca. Detecta cuando la información es falsa o contiene un interés avieso.
Esto que te digo, estaba a la vista y muchos no lo quisieron ver ni aceptar. Tampoco el hecho de que Trump se mantuviera en el ánimo de los suyos, a pesar de la reiterada exhibición de supuestos o reales defectos.
Donald siempre tuvo posibilidades de ganar y ganó. Ahora, con la muerte del legendario Fidel Castro, América y el mundo tendrán que estar preparados para la era Trump.
No hay que estar en la angustia por lo que haga o pueda hacer el nuevo presidente de los Estados Unidos, sino contar con una estrategia que le permita a México seguir adelante.
Por lo pronto, yo me preparo para ir a comer al Suntory.
Gané un Suntory por Trump
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