Cualquiera puede tener un teléfono que tome fotos o grabe videos, pero no cualquiera puede ser periodista. El simple hecho de cargar esa pequeña computadora de mano que va más allá de ser un simple aparato para comunicarse de manera inalámbrica con otra persona, de ninguna manera convierte al usuario en profesional del periodismo ni es garantía de fuente fidedigna.
Por muy respetable y honorable que sea el ciudadano común, no se hace periodista o reportero al grabar o tomar fotos de situaciones que pueden ser de interés para los medios. Es en mi opinión un desatino llevar a cabo campañas para promover esa falacia en televidentes, radioescuchas, lectores de diarios o seguidores de redes sociales.
Los periodistas no se hacen “al vapor”, requieren escuela, estudios, conocimientos, para valorar la información, contar con antecedentes del hecho, investigar, identificar el lugar, tomar en cuenta el contexto, la ubicación, reacción, expresiones de los personajes y verificar.
Mal por los medios que sin tener todos los elementos del origen de la foto o video, la validan y difunden como una verdad. El riesgo es que pudiera ser trucada, simulada o provocada.
Vamos a suponer, por ejemplo, que el ciudadano detesta a determinado personaje. Lo encuentra en un evento o lugar público, lo insulta y hasta le recuerda el 10 de mayo. Si el personaje es irascible o no tiene la piel de elefante, es muy probable que reaccione ante la agresión. Entonces el que trae el teléfono empieza a grabar y ya tiene su “exclusiva”. Después, edita, quita la parte que pudiera exhibirlo como provocador y sube a redes el video (parcial y sin ningún rigor ético) o lo envía a un medio. Lo grave es que el medio, también sin ética, propague la versión como si fuera auténtica.
Te cuento esto porque ya viene la guerra sucia en la competencia por la presidencia de la República. Se espera que la elección presidencial del 2018 sea la más disputada en la historia de México.
Los medios van a requerir actuar con filtros éticos, con rigor periodístico, para evitar difundir informaciones carentes de veracidad y que solo buscarán denigrar al adversario. El no tener cuidado en este sentido, puede traer consecuencias en la credibilidad del difusor.
Además, la sociedad, los electores, ya tienen experiencia con estos episodios y muchos van a saber distinguir entre lo real y ficticio. Se van a dar cuenta cuando una información es producto de la manipulación.
Ojalá se procure y proteja credibilidad.
"Periodistas" al vapor
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