Ya te he platicado de Joaquín, contador público, fiel seguidor de Andrés Manuel López Obrador desde hace 18 años. Siempre ha votado por el tabasqueño y el domingo no fue la excepción.
Comimos el día anterior, el sábado. Firme en sus convicciones, preparado para cualquier resultado. Nunca ha sido militante, ni del perredismo ni del morenismo, pero invariablemente leal al proyecto de López Obrador. No recuerdo haberlo visto enojarse ante la crítica virulenta hacia su candidato, tampoco titubear en sus definiciones políticas.
Acepta que en la democracia se pierde y se gana. En las dos ocasiones anteriores en la que su candidato perdió la elección, no se cortó las venas ni se desgarró las vestiduras. No se sumó a ninguna protesta y mucho menos estuvo de acuerdo con cierre de vialidades.
Para el tercer intento, aun cuando las encuestas lo perfilaban como triunfador, por amplio margen, mantuvo la misma ecuanimidad que lo ha caracterizado en las batallas pasadas. Vislumbraba el éxito, no lo daba por hecho, en tanto no se llevara a cabo la elección y la sociedad emitiera su voto.
La tercera fue la vencida. Toma la victoria con madurez, con calma, sin alterarse y menos burlarse de quienes piensan diferente. Tiene claro que ahora viene la etapa más difícil y compleja para su candidato, cumplir lo ofrecido, elevar la calidad de vida de la mayoría de los mexicanos.
Apoya la idea que el triunfador ha llamado “la cuarta transformación”, como etapa fundamental en la historia de México, como la huella que dejaron la Independencia, la Reforma y la Revolución. También está de acuerdo con la reconciliación a la que ha convocado el ganador, restañar las heridas, darle vuelta a la página y dejar atrás el encono de las campañas, porque la división o la falta de consenso, solo atoraría los planes de cambio.
Ve venir un país diferente, no para la próxima semana ni para el siguiente mes o año. Da por hecho que se avanzará en ese sentido, porque ahora Andrés Manuel podrá tomar el sartén por el mango, desde el gobierno, con el respaldo de estados y Congreso de la Unión.
Joaquín no conoce en persona a López Obrador ni planea irlo a buscar para pedirle trabajo. Es un profesional de la contabilidad. Desde que salió de la universidad ha trabajado en la iniciativa privada. No es rico ni ambiciona convertirse en millonario. En broma los amigos le dicen “tu serás Secretario de Hacienda o titular del SAT cuando el tabasqueño llegue al poder”. Solo ríe. No es su meta. Nunca ha expresado su interés de integrarse al gobierno. Está satisfecho con lo que hace, lo que gana cubre sus necesidades básicas.
Lo que sí quiere que logré el próximo gobierno es más seguridad, para que ni él ni su familia salgan a la calle con el temor de ser asaltados en cualquier momento. También quiere que tenga mucho mejor uso el erario, el presupuesto, sin corrupción. Y que prevalezca el Estado de Derecho, no más injusticias por consigna. Eso sí se lo va a exigir a Andrés Manuel desde su trinchera como contador público.
Acierto de Joaquín
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