El ministro presidente de la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN), Arturo Zaldívar, tiene el reto de devolverle al Poder Judicial la imagen de auténtico impartidor de justicia, limpiar la casa, eliminar vicios, desviaciones y acciones que lastiman a la sociedad.
Los defectos debe de conocerlos el propio ministro; es una persona respetada, estudiosa, analista, observador; convencido de que el juzgador tiene que actuar conforme a Derecho y aplicar la ley, sin distinciones, favoritismos y mucho menos modas o consignas.
Por eso el símbolo de la justicia tiene los ojos vendados, para actuar con rectitud, en base a las pruebas, a los hechos, sin caer en la tentación de inclinar la balanza hacia un lado por motivos ajenos al Derecho.
El ministro Zaldívar es egresado de la Escuela Libre de Derecho y ha dado clases en la misma escuela. Quienes han sido sus alumnos, desde antes de que llegara a la presidencia de la Corte, tienen buena opinión de su maestro. Se quedaron con la impresión y percepción de que es una persona honesta, que no tiene la ambición de amasar grandes fortunas como juzgador.
Seguramente sus alumnos están atentos a lo que ahora hace y deberá hacer para limpiar el Poder Judicial. Como en toda institución y gremio, hay manzanas podridas, que de no ser sacadas del canasto, pueden contaminar a las otras. La misión es complicada pero no imposible.
Nadie diría nada si México tuviera una institución de justicia impecable. Lo sabe el ministro Arturo Zaldívar y es el reto que tiene por delante, contribuir a vencer la corrupción que tanto daño hace y lastima a la sociedad.

La historia de 18 abogados aspirantes a magistrados anticorrupción llegó a su fin. Ante la burla y falta de respeto, 13 de ellos declinaron; los otros 5, siguieron el procedimiento de ley hasta que la mayoría en la Comisión Permanente del Congreso de la Unión los rechazó.
Es una historia que empezó en abril de 2017 y que en este espacio le he dado seguimiento. Los propuso el entonces presidente Enrique Peña Nieto, pero la decisión final, por norma, la tomarían los senadores. Nunca lo hicieron quienes integraron la anterior legislatura.
La actual composición del Senado, con mayoría Morena, desde que empezó, evidenció su escaso o nulo interés por validar el ascenso de esos 18 juristas. La senadora Olga Sánchez Cordero, antes de que fuera nombrada secretaria de Gobernación, anticipó que no estaba en los planes del poder legislativo llevar a cabo su elección.
Ricardo Monreal, coordinador de los senadores de Morena, propuso crear una sala especial en la Suprema Corte de Justicia. Los ministros y su presidente Arturo Zaldívar pronto hicieron sentir su inconformidad. La idea de Monreal no ha avanzado ni hay indicios de que vaya a concretarse.
Con el propósito de destrabar el caso de los 18 abogados, también se planteó que nada más se creara una sala especial de tres magistrados en el Tribunal Federal de Justicia Administrativa.
Nada, ni una cosa ni otra.
Se reactivó la maquinaria legislativa sobre este tema porque en atención a una solicitud de amparo, Tribunal Colegiado ordenó al Senado cumplir la ley y desahogar el procedimiento de elección.
El Senado decidió dejarle la tarea a la Comisión Permanente del Congreso. Su primera comisión: de trabajo, gobernación y justicia, convocó el pasado 17 de julio a los aspirantes a magistrados para examinarlos.
Para entonces, 13 ya habían declinado, no tenían la menor duda de que esta vez no conseguirían ningún ascenso.
De los que acudieron a la cita con los legisladores, platiqué con Luis Eduardo Iturriaga Velazco. Abogado convencido de seguir hasta el último momento el procedimiento, consciente de sus capacidades y compromiso para contribuir a consolidar el sistema anticorrupción. Cumplió la parte que le correspondía como aspirante.
El miércoles 31 de julio la Comisión Permanente analizó y discutió el dictamen respectivo. Por mayoría fue desechado.
Ahora, a esperar a ver qué camino toma el grupo en el poder en su lucha contra la corrupción.
Por la burla y falta de respeto, ni una disculpa a los 18 juristas; en esta ocasión, los llevaron al baile, como al popular “Margarito”.

Cuando salió de su pueblo, corazón de la mixteca, San Cristóbal Amoltepec no tenía ni mil habitantes. Hoy ronda los dos mil. Es todavía una población muy pequeña del estado de Oaxaca, modesta. Pobre, según la clasificación oficial. Entre los varones existe la aspiración de viajar a la Ciudad de México, en busca de ingreso y mejores condiciones de vida. Es costumbre construirse un cajón de bolear, como herramienta de trabajo.

Así llegó Jorge Feria Hernández, desde que era niño, a la CDMX, en compañía de su papá y para ayudarlo en la boleada. Es una historia que ya te he contado en una primera parte  ( http://arturozarate.com/?p=1266 ). Cultura del esfuerzo. Bolear y estudiar hasta convertirse en abogado, egresado de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Cierto, encontró en el camino a Emilio Rabasa (diplomático), al que le boleaba los zapatos. Lo animó y ayudó a retomar el estudio. Al principio hubo resistencia. Lo convenció de que debía seguir. Boleaba e iba a la escuela.bueno jorge feria hernández

Hoy retomo la historia porque Jorge ha subido otro escalón en el Poder Judicial, en el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación (TEPJF). Ascendió a secretario de estudio y cuenta en la sala del tribunal con sede en Xalapa, Veracruz. Ha sido persistente, disciplinado y dedicado. No se ha despegado de Amoltepec, donde vive su familia.

Te cuento de su avance laboral porque es ejemplo valioso. Confirma que en México hay historias que deberían propagarse, ser virales, convertirse en lo que llaman “trending topic”, tendencia en las redes sociales. Dudo que suceda en este caso, porque para desgracia de las sociedades en el mundo, lo prioritario es lo negativo, lo escandaloso. Para muchos medios de comunicación, este tipo de notas tienen escaso interés, poco atractivo. ¿Será?. Prefieren hasta inventar informaciones, difundir noticias falsas, acusaciones infundadas, con tal de ganar “rating”. No se han dado cuenta o no quieren admitirlo, el costo ha sido pérdida de credibilidad. Descrédito. Publicar noticias falsas no es hacer periodismo.

Por eso doy por hecho que el caso de Jorge Feria no se hará viral, pero son de los sucesos, como dice un amigo, que te reconcilia con la vida, que hace ver que no todo está perdido, como a veces lo quieren generalizar críticos radicales, aquellos que nunca se atreven a reconocer sus errores y nada más observan las fallas en los de enfrente.

Conozco críticos que creen que solo ellos están en lo correcto. Lo que escriben o dicen siempre va con una carga negativa. Por más que los leo y escucho, no encuentro el comentario positivo. Les resulta difícil y complejo reconocer lo que se hace bien. Todo lo ven negro. El equilibrio informativo no es lo suyo.

Jorge Feria no niega su origen, no desconoce a su gente, no olvida a su pueblo. Sencillo, humano, imperfecto.

Empezó con una caja de bolear, hoy es secretario de estudio y cuenta del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación. Un mixteco con mucho vuelo por delante.

El tema de los salarios en la administración pública sigue sobre la mesa del debate, todavía no se agota porque hay quienes se han inconformado con la nueva disposición de que deben ganar por abajo de la cifra asignada al presidente. Es un asunto que tarde o temprano resolverá la autoridad judicial, porque es la instancia donde se han interpuesto recursos en contra de la medida.
Por supuesto que el tema es complicado. No hay más camino que actuar conforme a lo que establece la ley. Si hay puntos encontrados en la norma, como lo advierten expertos del Derecho, los juzgadores tendrán que encontrar el punto justo, analizar el punto fino.
¿Y cuál es ese punto fino?
Para empezar hay que valorar la referencias que tuvieron los poderes Ejecutivo y Legislativo para fijarlo en 108 mil pesos mensuales en el caso del presidente de la República. Revisar la argumentación. Evidentemente la cifra no puede quedar al criterio exclusivo de una persona.
Es cierto que en la nueva norma está considerado que hay actividades técnicas o muy especializadas que deben medirse de otra manera, pero no serían las únicas que merecerían trato diferente.
De acuerdo con los mismos términos de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, el ingreso de cada persona debe de corresponder al trabajo que lleve a cabo.
Sería insuficiente argumentar que a mi me alcanza con determinada cantidad y por lo tanto los demás deben de quedar bajo esa estimación. Las necesidades son distintas, no son iguales.
Lo que no debe perderse de vista es el principio de que lo justo es que se pague por lo que sabe y hace. Hay oficios, como puede ser el del plomero o electricista, que por un trabajo a domicilio de media hora o una hora, cobran 500 pesos o más. Pareciera excesivo. No lo es. Hay que considerar que no tienen trabajo todos los días, depende de la demanda. Son gente que domina su oficio. Ningún otro mortal lo haría es ese tiempo y bien hecho. Pueden fallar, no son perfectos, pero garantizan el regreso para corregir.
Un profesional que se “quemó las pestañas” para alcanzar su título o varios grados académicos, aspiraría a tener un ingreso que corresponda a sus conocimientos. Sobre todo a la actividad para la que haya sido contratado. Si se tratara de un Contador Público y lo único que haría sería contar manzanas y peras, no puede esperar ganar lo mismo que alguien que lleva la contabilidad de un empresa nacional o transnacional. Ese es el punto fino.
El ingreso debe corresponder a lo que se hace, revisar parámetros para encontrar el justo medio para los distintos empleos.

De acuerdo con el diccionario de la Real Academia Española, la gasolina es “mezcla de hidrocarburos volátilesinflamables, más ligeros que el gasóleo, obtenidos de la destilación del crudo del petróleo y su posterior tratamiento químico, que se usa como combustible en algunos tipos de motores”.

Volátil, según el mismo diccionario, tiene varios significados: 1. Que vuela o puede volar. 2. Dicho de una cosa: que se mueve ligeramente y anda por el aire. 3. Mudable, inconstante. 4. En los mercados financieros, inestable u oscilante. 5. Dicho de un líquido: que se transforma espontáneamente en vapor

E inflamable, solo un significado: quese enciende con facilidad y desprende llamas.

¿Cuándo se le perdió el miedo a la gasolina? No lo se y seguro nadie lo sabe, fue un proceso paulatino, en la medida que aumentaba el robo de combustible. Hay gente en México a la que no le ha importado el riesgo, por eso las múltiples conexiones hechizas o mal hechas en ductos.

Recuerdo que hubo una etapa del proceso de distribución de gasolinas que las pipas o camiones cisterna eran vistas como “bombas de tiempo” sobre las calles de ciudades y carreteras del país. Quizás fue una de las razones por las que se decidió desarrollar la distribución del combustible a través de ductos.

Ahora las camiones cisterna deben de estar mucho más equipados con medidas estrictas de seguridad y la obligación de que el operador o chofer sea una persona entrenada, especializada.

De cualquier manera, hay que guardarle respeto a la gasolina, es un líquido que se enciende con facilidad y desprende llamas. Por eso, ha faltado una campaña de prevención, con este y otros productos riesgosos, para hacer consciencia en las nuevas generaciones del peligro que representa manipular las gasolinas y las consecuencias de una explosión. La campaña en medios puede contribuir a desalentar el llamado huachicoleo.

Las nuevas generaciones prácticamente no le temen a nada y menos cuando nadie les habla de riesgos.

A raíz del insuficiente abasto, hay quienes han llenado y comprado bidones de gasolina para tener reserva en casa.

Un amigo hizo lo propio, reserva de 100 litros en su domicilio, cinco bidones de 20 litros cada uno. Aparentemente desvaneció su preocupación por la escasez del combustible, sin embargo, nunca se me olvidará su rostro de doble preocupación al hablar del riesgo de que a alguien se le ocurra fumar o encender un cerillo cerca del líquido inflamable.

Por eso la necesidad de la campaña de prevención, para recordar que solo gente especializada debe trabajar u operar el combustible, además de que su robo es un delito castigado por la ley.

Sentado en uno de los sillones de su casa, parecía mirar al infinito, sin punto fijo. Yo no dejaba de verlo.

90 años de edad con una lucidez envidiable. En silla de ruedas después de que en los últimos seis

[caption id="attachment_3561" align="alignright" width="266"] Saúl Uribe Ahuja[/caption]

años ha sufrido dos embolias y recientemente operado de la carótida. Hemipléjico, parálisis parcial. Progresa cada día para recuperar la fluidez en su expresión.
El drama del abogado civilista Saúl Uribe Ahuja. Enfrentado con sus hijos en un pleito legal por el patrimonio, una hacienda que fue de María de la Soledad Leona Camila Vicario Fernández de San Salvador, mejor conocida como Leona Vicario, periodista, casada con el insurgente Andrés Quitana Roo, figuras ambas en la guerra de Independencia mexicana.
Historia que te cuento en el marco del Día del Padre, celebración que a mi suegro de 87 años lo tiene sin cuidado, siempre ha dicho en su estilo coloquial que “el padre vale madre”, porque ni siquiera tiene una fecha fija para esta festividad. Por supuesto que a todos nos consta la diferencia que existe con la veneración de la madre. Nada más hay que

[caption id="attachment_3563" align="alignright" width="300"] Roberto López Moreno, Teodoro Rentería y José Luis Uribe[/caption]

observar lo que sucede cada 10 de mayo, para quien todavía tenga dudas.
En mi caso, mi padre, maestro y amigo, hace varios años que se fue al cielo divino. Hombre de una pieza. Honesto, respetuoso. Con él aprendí valores que ahora están perdidos en la sociedad. El respeto por delante. Se hacía lo que ordenaba. No recuerdo alguna discusión y mucho menos haber cuestionado su autoridad. Eran otros tiempos.
Imborrable el día que mi padre reunió a todos sus hijos y anunció la determinación de que la única herencia que recibiríamos sería la educación, nada de bienes materiales. Les daría otro destino. Concluí que estaba en su derecho, porque él los

[caption id="attachment_3564" align="alignleft" width="171"] Saúl Uribe Ahuja y María Luisa[/caption]

había adquirido, con su trabajo, con el sudor de su frente, con incontables desveladas y naturales

preocupaciones laborales. Debo decir que estaba muy lejos de ser rico, era periodista, ético. Honrado y trabajador. En ese sentido, en cuanto a la abundancia,  nada que ver con la historia del afamado abogado Don Saúl Uribe.
Sin embargo, lo que le sucede a Don Saúl, me trajo a la memoria esta parte de la historia de mi padre, porque los bienes del civilista sí están en disputa, con los hijos, a pesar de que no ha fallecido. Y Don Saúl Uribe Ahuja, me consta, está lúcido en sus nueve décadas de vida. Está resuelto a no permitir que le arrebaten lo que le pertenece. Se defiende. Doloroso, dramático que el conflicto sea con quienes tienen su propia sangre.
Caballeroso, ilustre abogado, tez blanca, ojos claros, mirada

[caption id="attachment_3565" align="alignright" width="239"] María Luisa, Saúl y Teodoro[/caption]

escrutadora, inteligente, sabio, distinguido. Atento a sus invitados, a los comentarios, a la plática. Ahí estaban Teodoro, José Luis, Andrea, Roberto, Hugo, Toño, amigos. María Luisa, también

anfitriona.
Don Saúl en el sillón de su casa. Yo no dejaba de verlo. “Hay permanencia voluntaria”, dijo con la cortesía que le caracteriza, cuando alguien bromeó sobre lo que debe durar una comida.
Perceptivo, imagen que me hizo recordar la historia de mi padre. El respeto a la autoridad paterna. Respeto que está extraviado en nuestra sociedad. En muchos ámbitos, no se diga en la política.
Ocupé en la mesa el asiento al lado de Don Saúl. Intercambiamos impresiones. Lo vi levantar la copa de vino, con una seguridad, como la que tiene para saber que ahora vive incomprensión familiar. Valió madre el Día del Padre.

General brigadier, Diplomado de Estado Mayor (DEM) con dos licenciaturas, tres maestrías y en vías de doctorarse…ni Obama.

La historia que hoy te voy a contar empieza con la invitación para asistir a una ceremonia solemne, para ser testigo del ingreso del general Eduardo León Trauwitz a la Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística.

Desde el primer momento me llamó la atención. Por un momento supuse que se trataría de un militar retirado y que en su conferencia magistral hablaría de las batallas de la vida cotidiana.

La sede de dicha organización está en el Centro Histórico de la Ciudad de México, a espaldas de la catedral metropolitana.

“Modelos de trascendencia, una propuesta de identidad social que fortalezca a la nación”, título de su exposición.

Despertó mi interés.

No dudé en ir.

Personal para recibir invitados. Llegaban hombres y mujeres con formalidad en el vestir. Contestaban cuestionario, sin saber que propósito tenía. Sencillo. Responder e identificar a los superhéroes de México en los últimos 25 años, los principales defectos de los mexicanos. No más de cinco preguntas.

En el salón de actos, cuatro pantallas de televisión colocadas estratégicamente. Hacían suponer que el conferencista se apoyaría en “PowerPoint”, imágenes y mensajes, datos estadísticos.

Con el uniforme verde el general, con sus insignias, la identificación de su grado militar. Prefirió, con micrófono inalámbrico, exponer en el pasillo central, en medio de las butacas, caminar, en lugar de utilizar la tribuna.

Exposición parte de su tesis doctoral.

Propuesta que en su oportunidad entregaría al próximo presidente de la República.

Más despertó mi interés.

Personaje de la milicia, estudioso. Quiere revivir y rescatar los valores de nuestra sociedad, el respeto, el honor, la dignidad. Transformar a México en un plazo de 25 años. Reforzar la educación de los niños. Levantar a nuestro país como lo han hecho naciones como Japón y Singapur.

En Japón, se les enseña a los niños que si ven algo que no es suyo, quiere decir que tiene dueño y por lo tanto no pueden tomarlo y mucho menos quedarse con el objeto. Por eso es que en Japón, en el transporte colectivo Metro, si alguien extravía u olvida su celular, es posible que lo busque y encuentre en el departamento de objetos perdidos. Singapur, era un país que estaba en una situación mucho peor que la de México. Logró abatir la delincuencia y elevar el nivel de vida de sus habitantes, es ahora una potencia.

Comentarios del general.

El cuestionario contestado en la entrada, procesado en rápida estadística, para confirmar que no tenemos verdaderos superhéroes pero sí identificamos plenamente nuestros males.

León Trauwitz, militar en activo, tiene 51 años de edad, con licenciaturas de administración militar y relaciones internacionales, con las maestrías en seguridad nacional, geo-estrategia, dirección de protocolo y organización. Títulos alcanzados en la UNAM y en universidades de España. El doctorado lo realiza en la Anáhuac de México, con una tesis enfocada al bienestar social.

El general quiere un México donde prevalezcan los valores. Quiere derrotar a la corrupción, inseguridad  e impunidad. Quiere un México mucho más justo.

Su propuesta doctoral la tendría lista para entregársela al próximo presidente.

La historia que te voy a contar tiene drama, tragedia, amor, desengaño, demandas contra instituciones públicas, actuación del Tribunal Federal de Justicia Administrativa (TFJA) y resolución de la segunda sala de la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN).

Se trata del caso del francés Paul Henri Giménez, de 42 años de edad, de 33 cuando ocurrió el avionazo en el que perdió la vida el secretario de Gobernación Juan Camilo Mouriño, porque el Lear Jet 45 en el que viajaba se desplomó al perder el equilibrio a consecuencia de la corriente de aire que dejaba una nave comercial que iba por delante.

Hay varias versiones sobre el accidente, además de la oficial. No es la intención agregar una más sobre lo que provocó la caída del avión, sino hablar del caso de Paul.  Entonces tenía tres meses de haber llegado a la Ciudad de México, especialista en informática.

Paul no iba en el avión, transitaba en automóvil en la zona de las Lomas de Chapultepec y Reforma donde ocurrió el accidente. Una bola de fuego, parte de la máquina, impactó contra su transporte. Sufrió graves quemaduras, en el 70 por ciento del cuerpo.

Sus sueños de joven de 33 años de edad se truncaron en cuestión de segundos. Fue trasladado de inmediato al hospital. Pasaron meses para su recuperación. Demandó a las secretaría de Gobernación y de Comunicaciones y Transportes. A través de un juicio en el Tribunal Fiscal de Justicia Administrativa, le dieron 30 millones de pesos por indemnización.

Partió hacia los Estados Unidos, donde vive, para seguir su tratamiento. En ese tiempo una de las enfermeras se “enamoró” de Paul. Incluso, estaban puestos para la boda.

El matrimonio no se consumó porque el francés puso la condición de que se casarían por bienes separados. Ella no aceptó.

Por lo altos costos de la atención médica, el dinero prácticamente se le acabó. Asesores legales le sugirieron que volviera a presentar nueva demanda contra las citadas secretarías. Ahora con un reclamo superior a los 100 millones de pesos. Asesorado por un despacho mexicano con oficinas precisamente en las Lomas de Chapultepec, llevó el caso a la Corte, al ver que se le otorgaría una cantidad mucho menor.

La segunda sala de la Corte ya resolvió y determinó criterios para que el Tribunal  Federal de Justicia Administrativa fije el monto de la nueva indemnización, sin considerar el tope constitucional.

Es obvio que Paúl nunca volverá a ser el mismo por muchos millones que le den, pero al menos dispondrá de recursos para comer, vestirse y pagar su rehabilitación el resto de vida.

El fastidio social se percibe prácticamente en todos los ámbitos de la sociedad mexicana y la historia que te voy a contar es una muestra de un caso concreto pero que sin duda refleja lo que sucede en el país. La descomposición, el desgaste de los valores, el hartazgo.

“¡Cállense, dejen dormir!”, gritó una señora octogenaria al asomarse por la ventana de su casa, en pijama, con la mirada puesta en la construcción vecina, edificio habitacional de cinco niveles. Las siete de la mañana y en domingo. Seguro que no está permitido. Por lo menos ya no han vuelto a trabajar el séptimo día. La desmañanada ya es costumbre, desde las 5:00 horas cuando empiezan a llegar los trabajadores. Una hora después, puntual, día a día, el silbato del vendedor de café y pan.

Debo aclarar que para nada busca esta historia criticar a los trabajadores de la construcción ni mucho menos al panadero, porque es la forma que tienen para ganarse raquítico sustento. El no respetar la normatividad y el desorden no es responsabilidad de ellos.

Medidas de protección civil en la obra no se ven. No hay nada que resguarde a los peatones que utilizan la banqueta, cuando se puede, porque con frecuencia está ocupada por tabique o arena o por la mesa que utilizan los vendedores de la inmobiliaria. Hay ocasiones en que la mesa y la sombrilla, que protege del sol a sus ocupantes, está en el arroyo, en la calle.

La manta publicitaria que anuncia la venta del inmueble y que atraviesa la calle, ha permanecido. Cada vez que la quita personal de la delegación, porque no está permitida, en el mismo día la vuelven a poner empleados de la empresa. El juego de quitar y poner.

Hay días en que el volumen del radio con música popular alcanza niveles que parecen salir de una fiesta o antro. “¿Dónde estás?”, me preguntó un amigo cuando hablaba con él por teléfono. “Escucho mucho ruido. ¿Tienes fiesta?”, fue su comentario y pregunta. Apenas era mediodía.  La canción “Escándalo” con la Sonora Dinamita. Tuve que salir de la casa a solicitar que le bajaran al volumen.

La patrulla de esas de color azul marino y las siglas SSP veo que visita la construcción periódicamente. Baja el copiloto, entra a la obra, sale a los pocos minutos. Arranca la unidad. Se va como llegó, sin hacer ruido.

Antes, en ese sitio, había una casa de tres niveles en un terreno de aproximadamente 500 metros. La vendieron y fue demolida, para construir ahora el edificio de doce departamentos. Previamente, personal delegacional, en un camión de redilas, llegó para talar dos árboles que estaban en la banqueta.

El ajetreo de la maquinaria pesada afectó barda, plafón de la sala y fracturó cuarto de lavado de casa aledaña. La propietaria se conformó con el ofrecimiento de que serían reparados los daños.

La luminaria pública tiene meses encendida, mañana, tarde y noche.

De todo esto que te cuento, hasta ahora, nadie ha presentado queja alguna ante la autoridad. Supongo que obedece a que el ciudadano sabe de antemano que de poco o nada va a servir. Y que conste, esta historia sucede en una simple obra en la delegación Benito Juárez de la Ciudad de México, administrada por militantes de Acción Nacional.

Muestra de una descomposición lamentable.

Tirar la basura en la calle, dejar las heces de la mascota en la banqueta, ignorar la luz roja del semáforo, estacionarse sobre la banqueta, obstaculizar los accesos para las personas con discapacidad, dar vuelta prohibida, exceder la velocidad y tirar la colilla de cigarro en calle  son minucias de la conducta humana que se han vuelto cotidianas.

No son exclusivas de la Ciudad de México, ocurren en otros sitios urbanos, en nuestro país y en el mundo. Hay excepciones. Actos que por su práctica han alcanzado la normalidad, lo que de ninguna manera las justifica ni las hace saludables para la convivencia, mucho menos un ejemplo.

Pareciera que no hay forma de sancionarlas, que hay que vivir con ellas, te gusten o no te gusten. Sus autores ni se inmutan ni se incomodan, ni se esconden para llevarlas a cabo.

Respeto, limpieza, educación, orden, es terminología desgastada, en proceso de extinción.

Dar gracias por un servicio o pedir permiso para que alguien se haga un lado y continuar el camino, entraron en desuso. Se escucha raro cuando alguien lo hace. Es visto como un rancio comportamiento, inoportuno y descompuesto. Anticuado y hasta molesto.

Esas faltas contra la buena conducta, que cada vez menos quieren ver como faltas, ya llegaron al punto de que ahora pareciera que el interés del individuo está por encima del interés de la mayoría, por eso se dice que se pueden violar derechos humanos si son evidenciadas o exhibidas.

Aquí es donde entra el famoso Pericospe, la transmisión al instante o la difusión de un acto en el momento que sucede vía video-teléfono. Es una herramienta que la delegación Miguel Hidalgo de la Ciudad de México ha decidido utilizar (ojalá su uso sea sin distingo) con el fin de recuperar el civismo.

Se han convencido de que las normas o reglas se volvieron obsoletas, letra muerta, por su dificultad o burocracia para aplicarlas.

 ¿Cómo se va a castigar a quien deja en la banqueta las heces de su mascota o tira la colilla de su cigarro en la calle?

¿A quién le importa que esas heces se sequen, se hagan polvo y terminen siendo respiradas por niños o ancianos o cualquier otra persona? ¿A quien le importa que las colillas de cigarros, si alguien decidiera apilarlas, alcancen la altura de una montaña? ¿A quién le importa que se multipliquen o se alimenten las ratas de cuatro patas con la basura tirada en las esquinas? ¿A quién le importa que las personas con discapacidad transiten con su silla de ruedas por la calle, porque en las banquetas están estacionados los autos?

Xóchitl Gálvez, la jefa delegacional descubrió el Periscope como una herramienta útil para combatir las faltas cívicas, nada más que pronto se topó con las comisiones de los derechos humanos y la advertencia de que se pueden violar derechos de los exhibidos.

¿Y los derechos humanos de los que respiran el estiércol? ¿Y los derechos de las personas con discapacidad? ¿Y los derechos de los que quieren vivir en una ciudad limpia? ¿Y la salud de las mayorías?

Bien harían Perla Gómez Gallardo y Luis Raúl González Pérez, presidentes de las comisiones de derechos humanos local y nacional, en revisar sus criterios, antes de que la defensa a rajatabla de los derechos humanos termine por exterminar el civismo de la sociedad.

A 20 metros de la esquina, donde el semáforo tenía la luz roja, me percaté de que había una persona con discapacidad que pedía dinero, se ayudaba con muletas para caminar. Desde ese momento empecé a observar al gobernador, quería ver lo que haría cuando se le acercara a la ventana de su camioneta.

Un gobernador que estaba a una semana de terminar su periodo, por lo mismo con un aparato de seguridad mucho más flexible, comparado con el que utilizó el día que tomó posesión de su cargo.

Manejaba, yo iba de su copiloto.

El mendigo tocó la ventanilla y al mismo tiempo le lanzó una mirada lastimosa. Alcancé a escuchar la petición de una moneda, “para un taco, para comer”. El conductor movió la cabeza de un lado a otro, de izquierda a derecha y viceversa, solo unos segundos y, continuó la conversación sobre la pobreza en México. No le dio ni un quinto, ni una sonrisa. Un rostro de engrudo endurecido que disolvió al voltear hacia su acompañante, otra vez cordial, dibujó una leve sonrisa para subrayar su gesto amigable.

Luz verde del semáforo y aceleró, atrás quedó el pedigüeño, quien ante la negativa, agachó la cabeza, cabizbajo y triste, en silencio, regresó a sentarse en la banqueta, sin saber que estuvo cerca del jefe estatal. No me dio la impresión de que lo hubiera reconocido. Seguro lo sumó a su lista mental de tacaños.

¿Tenía que haberle dado una limosna?

Cada quien tendrá su propia respuesta. Es obvio que no es el antídoto para superar la miseria.

El nombre del gobernador ni viene al caso, porque lo que te quiero mostrar es el cambio en la actitud de gente que se dedica a ejercer la mendicidad. Ya no hay sumisión ni resignación. La mirada tímida se ha vuelto desafiante; cada vez son más los que exigen: “dame, dame, dame”.

Hasta fijan un monto: “dame 10 pesos, dame 20 pesos”. O de plano advierten: “dame, para que no tenga que robar”. Hay rencor en sus palabras y en el modo en que las dicen. Lo mismo una mujer o un hombre con vestimenta desaliñada, que rondan los 30 o 40 años de edad.

También sobreviven los que relatan su historia, cierta o falsa, de que han sido asaltados y necesitan dinero para comprar el boleto que les permita regresar a su pueblo o que exhiben una receta, juran que su hijo está muy enfermo y no tienen para  comprarle medicinas.

Se vuelve el tema complejo porque no faltan los vivales que manipulan y adiestran a menores para pedir dinero.

Ahí está el problema en la vida cotidiana, lo que subyace después de quitar a  explotadores y timadores, es un expresión cruda de la miseria que en estos tiempos deambula con cara de enojo y sentimiento de odio. Una situación que se debe tomar en cuenta, ser atendida a fin de que el encono no se convierta a la larga en una amenaza para la tranquilidad social.

Arturo Zárate Vite

 

 

Es licenciado en periodismo, egresado de la Escuela de Periodismo Carlos Septién García, con mención honorífica. Se ha desempeñado en diversos medios, entre ellos, La Opinión (Poza Rica, Veracruz) Radio Mil, Canal 13, El Nacional, La Afición y el Universal. Más de dos décadas de experiencia, especializado en la información y análisis político. Ejerce el periodismo desde los 16 años de edad.

Premio Nacional de Transparencia otorgado por la Secretaría de la Función Pública, IFE, Consejo de la Comunicación, Consejo Ciudadano por la Transparencia e Instituto Mexicano de la Radio. Su recurso para la protección de los derechos políticos electorales del ciudadano logra tesis relevante en el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación, con el fin de conocer los sueldos de los dirigentes nacionales de los partidos.

Además, ha sido asesor de la Dirección General del Canal Judicial de la Suprema Corte de Justicia de la Nación y Coordinador General de Comunicación y Proyectos de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos. Es autor del libro ¿Por qué se enredó la elección de 2006, editado por Miguel Ángel Porrúa.

 ine  scjn  cndh  inai