En el poder legislativo, guste o no, es un hecho que la oposición dialoga, negocia y acuerda. Práctica de cualquier parlamento. Es una forma de cogobernar. Va a Los Pinos y habla con el presidente. Hacerlo no demerita a nadie ni lo hará renunciar a sus ideas. Tampoco manchará su camiseta. Sin embargo, no falta quien crea que pierde pureza opositora si se sienta en la misma mesa con el titular del poder Ejecutivo.
Hubo un tiempo, en la etapa de Carlos Salinas, que hasta se juzgaba como una traición, una ofensa para izquierda, que alguien de esta corriente se entrevistara con el presidente. Los izquierdistas estaban dolidos y resentidos porque consideraban que le habían robado la elección a su líder moral y candidato Cuauhtémoc Cárdenas en el proceso electoral de 1988. La verdad, tenían demasiados elementos para suponerlo. La memorable “caída” del sistema cuando los primeros números empezaron a favorecer al ingeniero, sobre todo.
No querían ver ni en pintura a Salinas. Los panistas, entonces al mando de Don Luis Héctor Álvarez, les horrorizaba la idea de que Cuauhtémoc pudiera sentarse en la silla presidencial. Por eso optaron por lo que se llamó la legitimación en el ejercicio de gobierno, con lo que justificaron su apoyo al priísta. No se avergonzaron ni se escondieron para ir a Los Pinos.
En una de esas visitas, salía Diego Fernández de Cevallos y sus compañeros de la residencia presidencial cuando se toparon con el mismo Porfirio Muñoz Ledo. Los dos con caras de asombro y sorpresa. El Jefe Diego, con su acostumbrada agudeza e ironía, no se aguantó y se la soltó a los recién llegados: “¿y ustedes que hacen por acá?
Porfirio, descubierto, ocurrente, para justificar lo injustificable, expresó: “bueno, nosotros vinimos con discreción, ustedes lo hacen de manera oculta”. Diego se aguantó la carcajada.
Muñoz Ledo sabe muy bien que con la oposición se dialoga y acuerda. Cuando dirigió al PRI negoció la gubernatura de Nayarit, le dio al Partido Popular Socialista una senaduría para evitar que tomara posesión de un gobierno estatal que el PPS había ganado en las urnas. ¿Te acuerdas Porfirio?
Sin embargo, Muñoz Ledo no fue el único que habló con Salinas. También lo hizo el ingeniero Cárdenas. Con discreción. Sin dejar huella fotográfica para evitar reproches de sus seguidores. El hecho era que dialogaban con el presidente de la República, con quien representaba en ese momento el poder. Hacerlo con la camiseta de la oposición, no es para suicidarse. Hacerlo es parte de la política. Todavía hay quienes no lo entienden.
¿Se acuerdan de los que han gobernado el Distrito Federal y se han resistido a verse en público con el presidente? Marcelo Ebrard evitó en la mayor parte de su mandato toparse con el jefe de la nación. Fue hasta el final cuando cedió para inaugurar su famosa línea dorada del Metro. Andrés Manuel López Obrador procuraba significarse por sus diferencias con los panistas en el poder, pero la relación institucional existía, por ley. Mancera es otra historia.
En el sexenio anterior, Manlio Fabio Beltrones, de los opositores, era quien más hablaba con Felipe Calderón. No recuerdo que se haya arrepentido de ello o pretendido ocultarlo.
Aunque no lo quieran aceptar o reconocer personajes de la derecha e izquierda, es indiscutible que hay cogobierno con el poder en turno. Entre todas las partes se legisla. Se revisan y perfeccionan iniciativas del poder Ejecutivo. Entonces que nadie se espante. El cogobierno es una realidad. No hay necesidad de que un perredista o un panista sean parte del gabinete. Desde el Congreso federal y los congresos locales, camisetas de todos los colores tienen la misión y objetivo de trabajar en beneficio de México. ¿A poco Javier Corral, Ernesto Cordero, Ernesto Gil Zuarth, Miguel Barbosa, Manuel Camacho, Dolores Padierna, Layda Sansores, Alejandra Barrales, Manuel Barltett, Silvano Aureoles, Jesús Zambrano y Ricardo Monreal van a decir que todo lo bueno y malo que ha salido del poder legislativo es obra de los priístas? Ellos también tienen su mérito, con su voto a favor o en contra.
Cogobierno legislativo
Typography
- Font Size
- Default
- Reading Mode