Esta vez no se subió a los andamios para trabajar en la elaboración de un mural, sino a la tribuna de la Comisión Permanente de la Asamblea Legislativa del Distrito Federal.
Lo hizo por iniciativa propia y sabedor de que es un espacio del pueblo o de los representantes del pueblo. Carece de fuero, no es diputado sino un artista que retrata la historia con sentido social en muros de la ciudad de México y en países de América Latina.
Por unanimidad, con el voto de los legisladores de los partidos representados en este órgano legislativo, se aprobó el acuerdo en el que la ALDF solicita se conserve como patrimonio de la capital la obra del maestro Ariosto Otero. El documento deberá recorrer instancias del gobierno de la ciudad y del gobierno federal. Por lo menos ya se dio el primer paso para evitar que el día de mañana se quiera destruir sus murales con el pretexto de construir un centro comercial o un rascacielos, como se ha intentado en el caso del Polyforum Siqueiros.
Los murales de Ariosto están en estaciones del metro, en el salón Revolución de la Secretaría de Gobernación, en el mercado de San Ángel y en otros puntos de la zona metropolitana.
El perredista Manuel Granados, líder de la asamblea legislativa, hizo la propuesta y fue aceptada por todos.
Hubo aplausos una vez consumado el acto. Ariosto Otero se veía satisfecho, feliz. Habían intervenido varios diputados en tribuna para expresar su complacencia con el punto de acuerdo.
El presidente de la mesa directiva, el priísta Jaime Ochoa, hacía notar la presencia del artista en el reducido salón legislativo. Estaba de pie, pegado a la pared. Agradecía con una reverencia la ovación y la decisión tomada.
La sesión seguiría su curso. Una vez llevada a cabo la votación, procedía pasar al siguiente punto del orden del día.
Sin embargo, antes de que sucediera, Ariosto Otero se dirigió a la tribuna y en cinco pasos ya estaba ante el micrófono.
Los diputados Jaime Ochoa, en el presídium, y Manuel Granados, sentado en una de las curules, no dejaban de mirarse. Estaban sorprendidos. Agrandaban los ojos ante lo que sucedía. ¿Y ahora que hacemos?, parecía que se preguntaban. Ni uno ni otro supieron qué hacer. Nadie le había cedido la palabra al artista porque solo se trataba de aprobar el punto de acuerdo.
Granados se había levantado pero terminó por arrellanarse en su curul. Ochoa quitó la cara de sorpresa y se relajó. Ambos optaron porque la escena siguiera su curso. El maestro Ariosto pronunció su mensaje de agradecimiento, con una elocuencia para la envidia de cualquier legislador. Preciso y breve, sin caer en la palabrería que es lo común en estos sitios parlamentarios.
Es cierto, no estaba prevista su participación en tribuna y tampoco nadie le cedió la palabra, porque en esta clase de sesiones ordinarias, por reglamento, únicamente pueden hablar los diputados.
Sin embargo, más que disculpada la acción del muralista, un personaje íntegro, digno y honorable, con la gracia para expresar el sentimiento del pueblo en los muros y en el lienzo.
Muralista "toma" la tribuna
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