Corrupción enraizada

Poder legislativo
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Toda su vida ciudadana, que no es muy larga, ha votado por la oferta de la izquierda, así es que cuando le pregunté sobre la expresión presidencial que liga la corrupción a nuestra cultura supuse que vendría la inmediata reprobación. No fue así.

Margarita, solo por darle el nombre más repetido en la política del sexenio anterior y garantizar la privacidad de sus datos personales, dedicada a la academia, sostiene de entrada que la corrupción es una práctica universal de diferentes medidas para cada país.

Me dejó sin habla su comentario de que todos roban, pero que lo importante es que roben poquito y hagan bien su trabajo, la obra pública; como diría, en broma o en serio, el alcalde nayarita Hilario Ramírez Villanueva. Una expresión que ahora escuchó con frecuencia, de gente que no milita ni tiene planes de afiliarse a ningún partido.

El anonimato de la interlocutora responde a su petición, respetable, por temor a ser lapidada con calificativos de los mismos grupos con que simpatiza y que se indigestan ante la autocrítica, defecto que contradice su aparente apertura a la diversidad y al disentimiento.

Con la alternancia en el poder en el 2000, muchos soñaron e imaginaron una nueva vida. El fin de los famosos “moches”, el adiós a la corrupción, el cumplimiento a todas y cada una de las leyes por parte de los servidores públicos. Un nuevo México. Había llegado el “cambio”.

Recuerdo a quienes estaban felices con ese “cambio”. Participaron en la caravana del triunfo del candidato con raíces comerciales refresqueras. No había quien los callara cuando estaban en uso de la voz y daban por hecho que venía un mundo distinto, justo. Renegaban de los gobiernos revolucionarios y tricolores.

Eso es lo que les había ofrecido el candidato ganador y se lo creyeron. El desencanto vino pronto. La corrupción no se acabó. Por el contrario, creció. Su “pescador” que había prometido atrapar peces “gordos”, se conformó con charales.

Sobrevivieron las alimañas, tepocatas y víboras prietas. El gobierno del cambio se encariñó con el sistema revolucionario y decidió hacerlo suyo. Le alcanzó para impulsar un segundo y controvertido triunfo de su partido en la presidencia. Sumaron doce años con saldo desfavorable.

La corrupción, como el remate de viejo anuncio, como si nada. La Secretaría de la Función Pública sin conseguir el objetivo deseado por la sociedad. También hay que decir que ningún estado o entidad, independientemente del partido gobernante, ha conseguido erradicarla o reducirla a su mínima expresión.

De acuerdo con Transparencia Internacional y su “Percepción de Corrupción 2013” México ocupa el lugar 106 de 177 países. Uruguay es la nación mejor colocada de América Latina en el lugar 19, seguida de Chile en el 22. La diferencia es significativa y ruboriza.

El Índice Nacional de Corrupción y Buen Gobierno (cifras del 2010) tiene peor ubicados al Distrito Federal, estado de México, Guerrero, Oaxaca e Hidalgo. En contraste, con menos problemas de ese tipo, Baja California Sur, Durango, Nayarit, Aguascalientes y Yucatán.

Resulta demasiado decir que la corrupción es parte de nuestra cultura, porque no domina o prevalece en todos los grupos de la sociedad, pero sin duda tiene las características de una subcultura enraizada. Por eso es entendible el criterio de Margarita y mucho mexicanos más que aceptan que “roben poquito” pero que hagan bien su trabajo.

Para Margarita lo peor es que “roben poquito y hagan mal la obra pública”

Lo deseable es que no haya cultura ni subcultura de la corrupción.

Arturo Zárate Vite

 

 

Es licenciado en periodismo, egresado de la Escuela de Periodismo Carlos Septién García, con mención honorífica. Se ha desempeñado en diversos medios, entre ellos, La Opinión (Poza Rica, Veracruz) Radio Mil, Canal 13, El Nacional, La Afición y el Universal. Más de dos décadas de experiencia, especializado en la información y análisis político. Ejerce el periodismo desde los 16 años de edad.

Premio Nacional de Transparencia otorgado por la Secretaría de la Función Pública, IFE, Consejo de la Comunicación, Consejo Ciudadano por la Transparencia e Instituto Mexicano de la Radio. Su recurso para la protección de los derechos políticos electorales del ciudadano logra tesis relevante en el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación, con el fin de conocer los sueldos de los dirigentes nacionales de los partidos.

Además, ha sido asesor de la Dirección General del Canal Judicial de la Suprema Corte de Justicia de la Nación y Coordinador General de Comunicación y Proyectos de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos. Es autor del libro ¿Por qué se enredó la elección de 2006, editado por Miguel Ángel Porrúa.

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