Es más un cara dura que un político sonriente.
A diferencia del clásico político que al primer flashazo asoma la sonrisa, el ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano la tiene perdida y no se puede quejar de que la fortuna le es adversa.
Vivió en casa presidencial, al lado de su padre Lázaro Cárdenas y su madre doña Amalia Solórzano.
Lo tuvo todo desde su infancia y como hijo de político ha sido senador, subsecretario, gobernador, jefe de gobierno del Distrito Federal, dirigente nacional del PRD y tres veces candidato a la presidencia de la República.
Con las siglas del perredismo consiguió que su hijo Lázaro Cárdenas Batel también fuera gobernador de Michoacán.
La vida le ha sonreído pero su rostro no se caracteriza por la sonrisa, tiene un gesto casi siempre amargo.
En su primera campaña como candidato a la presidencia de la República, en 1987 por el llamado Frente Democrático Nacional, nunca le vi una sonrisa. Sus dos escuderos en esa etapa, César Yáñez, quien después se convertiría en el fiel comunicador de Andrés Manuel López Obrador, y Armando Machorro quien terminó trabajando en el gobierno de Michoacán con Lázaro Cárdenas Batel, hijo del ingeniero, le aguantaron el estilo seco y áspero. Cuando los juntaba era generalmente para llamarles la atención o darles alguna indicación. El buen humor y las risas no estaban en la agenda del candidato.
A pesar de ese gesto nada amigable ni cordial, sumó tal número de votos en la elección de 1988 que el sistema se cayó.
O sea que la sonrisa no le hizo falta para darles un susto a sus ex compañeros priístas.
Después, al competir por la jefatura del gobierno del Distrito Federal en 1997, se dijo que la sonrisa que le sacó su asesor de imagen, para los posters y la televisión, contribuyó a que ganara el proceso electoral.
Sin embargo, la sonrisa no es lo suyo, por lo menos para la actividad pública, aunque por lo visto tampoco le ha hecho falta, quizás por la aureola que lo sigue a todas partes y que es la de su padre el general Lázaro Cárdenas, autor de la expropiación petrolera.
La sonrisa perdida de Cuauhtémoc Cárdenas
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