Contrario al pronóstico y quizás hasta el deseo de que se descompusiera o se tensara la relación entre México y los Estados Unidos, ha transitado por el camino del respeto y la cordialidad.
Veían venir distanciamiento entre los presidentes Andrés Manuel López Obrador y Joe Biden o al menos una fría relación, derivada de las diferencias en temas económicos, sobre todo. Ha prevalecido la comunicación y la comprensión, sin renunciar a sus posiciones.
Es indiscutible que los vecinos del norte no van a ceder en lo que se refiere al tema migratorio ni abrirán de par en par las puertas de su frontera. Están conformes de que México contenga a los migrantes en el sur y no les parece descabellado crearles opción de empleo en sus propias tierras, mejores condiciones de vida, digna.
La propuesta de reforma energética despertó inquietud en algunos grupos privados al advertir giro de 180 grados, aunque también hay que decir que se han guiado más por lo difundido en medios que por el conocimiento pleno del proyecto de la 4T. De cualquier manera, voluntaria u obligada, hay disposición de las partes para escucharse y ajustar la reforma, si es necesario.
Desde que Joe Biden envió mensaje grabado a los mexicanos con motivo de los festejos de la Independencia, marcó la ruta del entendimiento entre los gobiernos de las dos naciones.
Hay que recordarlo, porque a partir de ahí se tranquilizó la alharaca de quienes apostaban que los posicionamientos de México iban a desencantar al mandatario de los Estados Unidos.
Desde de ese momento ajustaron su pronóstico y se convencieron de que no habría pleito. Era equivocado el análisis, porque el presidente de México, en más de una ocasión, había dado muestras de que no se iba a subir al ring para confrontación verbal.
Así fue su comportamiento con Donald Trump y no sería distinto con el presidente entrante Joe Biden.
En favor de ambos países, Biden hizo a un lado la impetuosidad tuitera del antecesor. No ha lanzado bravatas ni calificativos ofensivos; su discurso ha sido cordial y amigable.
Prueba de ello su mensaje grabado, que, por cierto, tuvo moderado despliegue mediático, quizás porque lo positivo no siempre es lo que más llama la atención, aunque sea importante.
Cada una de las palabras del presidente están cuidadas y medidas, no puede ser de otra manera si son dichas por el mandatario de un país tan poderoso como los Estados Unidos.
Recordemos dos párrafos que explican y permiten entender el anuncio de la Casa Blanca para el encuentro en Washington de los presidentes de Estados Unidos, Canadá y México.
La apuesta de Biden es por el diálogo y la cordialidad; lo planteó al hablar de la relación bilateral con México.
“A lo largo de nuestra historia, hemos aprendido que somos más fuertes cuando nos unimos como vecinos, socios y amigos. Mi gobierno está comprometido a seguir construyendo sobre esta base para fortalecer y expandir la relación entre nuestros pueblos en formas que nos beneficien a todos”.
“Los Estados Unidos no tienen un amigo más cercano que México y espero con ánimo todo lo que nuestras dos naciones lograrán juntos en los años por venir”.
La reunión México, Estados Unidos y Canadá, va en ese sentido, trabajar juntos y en acuerdo en todo lo que sea posible. Lejos, muy lejos el choque o la confrontación entre vecinos.

El Partido Acción Nacional (PAN) nunca estuvo de acuerdo con los resultados de la elección presidencial de 1988.
Su candidato Manuel J. Clouthier caminó junto con el ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas y Rosario Ibarra, los tres, hacia la Secretaría de Gobernación (Segob), que entonces actuaba como Comisión Federal Electoral (CFE), para organizar y evaluar la competencia, lo que ahora lleva a cabo el Instituto Nacional Electoral (INE).
La tercia de candidatos protestó la misma noche de la contienda y consiguió que la autoridad electoral aceptara que no era posible en ese momento levantarle la mano a nadie. Acordaron que la CFE emitiría un desplegado que se difundiría a través de los medios de comunicación, impresos y electrónicos, para enterar a la sociedad lo que sucedía.
El desplegado pasó desapercibido para la mayoría de los medios, prácticamente lo ignoraron. Al día siguiente la “información” fue que había ganado el candidato del PRI. Solo el periódico El Financiero destacó la aclaración y precisión de la comisión, nadie más.
Quedaba claro que el “Maquío” estaban tan enojado como Cuauhtémoc y Doña Rosario con la actuación de la autoridad electoral, a la que se le “cayó” o “calló” el sistema, cuando las cifras empezaban a revelar que en la región central del país el ingeniero llevaba la delantera.
La dirigencia panista, encabezada por Luis H. Álvarez, también declararía que lo viciado del proceso no permitía saber quien había ganado. No hubo recuento de votos, los reclamos fueron desestimados y finalmente, incinerados los paquetes electorales.
En la incertidumbre del proceso hubo tiempo para estudiar el escenario de que la izquierda, representada por el ingeniero Cárdenas, llegara a la presidencia de México.
Aquí es donde la dirigencia del PAN se deslindó e inventó lo que llamó “proceso de legitimación por ejercicio”. Lo que menos quería era que Cuauhtémoc se pusiera la banda presidencial.
Por eso su manifiesto “Compromiso nacional por la legitimidad y la democracia”, fechado el 16 de noviembre de 1988, firmado por Luis H. Álvarez (presidente) y Abel Vicencio (secretario general).
Uno de los puntos centrales fue:
“El poder que se constituirá con base en los resultados oficiales del proceso electoral, aprobados solo con los votos favorables de los miembros priistas del Colegio Electoral, únicamente podrá legitimarse ante los mexicanos con el buen ejercicio del poder mismo y, en especial y de manera inmediata, con la conducta que demuestre en los primeros comicios bajo su total responsabilidad que serán los de Jalisco, Guanajuato y San Luis Potosí”.
Es evidente que el PAN no compitió aliado con el PRI, imposible hacerlo con un candidato como Clouthier. A la vista de todos, combativo y decidido a luchar por un país distinto, justo.
No hubo contubernio de estas dos fuerzas políticas a la hora de buscar el voto de la sociedad. Cada una participó por su lado, con sus propios candidatos y campañas.
Clouthier nunca se dobló, había cumplido como candidato y hasta ahí llegaba su misión. Serían otros los que acordarían el camino que tomaría el panismo. En la etapa poselectoral la dirigencia nacional justificó el “proceso de legitimación por ejercicio”, en franco rechazo a lo que representaba el ingeniero Cárdenas y para que alcanzara la presidencia quien tenía a su favor las cifras oficiales, sin más resistencias ni malas caras.

El tabasqueño Adán Augusto López Hernández se ve a gusto en la Secretaría de Gobernación. La política y los políticos son lo suyo. Quedó constancia del recibimiento que le dio el poder legislativo en el salón plenario del Palacio de San Lázaro, en la entrega del informe presidencial. Saludado por los de su partido y por los de la oposición. Los conoce, a muchos, si no es que a todos. Ha sido diputado y senador.
El día que se le vio caminar en domingo por las calles de Polanco, con gesto amable y andar normal, sin apresuramientos, con escolta discreta, se dio tiempo para detenerse unos segundos e intercambiar saludos de sana distancia con familia que lo observaba desde el auto. Siguió el camino y subió a su camioneta. Los que le acompañaban iban en la misma unidad.
Hasta ahora el presidente Andrés Manuel López Obrador no lo ha puesto en la pista de los presidenciables, como ha sucedido con otros a los que ha citado por su nombre.
Lo que sí le dejó muy claro su jefe fue la encomienda de llevar la relación con los gobernadores, con la Fiscalía General de la República y el poder judicial, en especial con la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN). Tareas que solo encargaría a una gente de toda su confianza. Adán Augusto es su paisano y leal amigo.
La Secretaría de Gobernación (Segob) en otros tiempos, era trampolín natural para aspirar a la candidatura presidencial. Todavía en el sexenio anterior, Miguel Ángel Osorio Chong, suspiró y buscó sin éxito ser el abanderado de su partido. Más atrás lo había intentado Santiago Creel.
Quedó para la historia el atrevimiento de los seguidores de Mario Moya Palencia, que se anticiparon con pancartas, creyendo que tendría el apoyo del habitante de la extinta residencia presidencial de Los Pinos. Manuel Bartlett también compitió cuando despachaba en la casona de Bucareli.
Luis Echeverría salió de la Secretaría de Gobernación con la candidatura presidencial.
De hecho, muchos de los que han pasado por la Segob, al menos han competido por la nominación de su partido.
En la actual administración ha sido distinto. A Olga Sánchez Cordero, la ministra en retiro, la primera mujer en la Secretaría de Gobernación, nunca se le vio con la fuerza política para ganarse la etiqueta de presidenciable. Tampoco ahora que despacha como presidenta de la mesa directiva de la Cámara de Senadores y donde no tiene complicaciones para desahogar el orden de día de las sesiones legislativas.
Adán Augusto López Hernández, licenciado en Derecho y maestría en Ciencias Políticas, se ha desarrollado en la política sobre todo en su natal Tabasco. También es Notario Público (con licencia), como lo fue su padre Payambé López Falconi, quien falleció el año pasado. Su hermana Rosalinda López Hernández es la administradora general de Auditoría Fiscal Federal del Sistema de Administración Tributaria.
Ha trabajado en el PRI, en el PRD y ahora en Morena. No parece ansioso porque lo tomen en cuenta para el 2024 ni está en campaña con ese fin. De cualquier manera, no deja de llamar la atención que el diputado Mario Llergo, también de Tabasco, es el nuevo representante de Morena ante el Instituto Nacional Electoral (INE).
Las tareas que le encargaron y los pasos que da como integrante del gabinete, dejan más la impresión de tener la misión de preparar el terreno institucional al o a la que vaya a ganar la candidatura.
Por si las dudas, más les vale a los morenos y morenas, no perderlo de vista.

La maestra Ifigenia Martínez, la que acaba de recibir la medalla Belisario Domínguez, con sobrados merecimientos, en la primera etapa de su carrera política llegó a ser diputada por el Partido Revolucionario Institucional, en los tiempos del presidente José López Portillo, cuando solo tronaban los chicharrones del tricolor.
Como parte de la bancada priísta, no dudó en votar en contra de un proyecto del Ejecutivo, del presidente, en materia agraria. Se puso del lado de los reclamos de los trabajadores del campo. Todos sus demás compañeros siguieron la “línea” marcada por el partido.
Por supuesto que a López Portillo no le gustó el voto de la maestra. La conocía perfectamente, sabía de su verticalidad y también de su calidad académica como economista, así que en vez de reclamarle a ella directamente, para no correr el riesgo de que Ifigenia le ratificara su criterio sobre el tema, le habló a Porfirio Muñoz Ledo.
Entonces, Porfirio presidía el PRI. Atendió la llamada de Don José y la única disculpa o explicación que encontró fue exaltar las cualidades de la diputada. No hubo ninguna sanción para la legisladora. Quizás hubiera sido distinto con otro diputado o diputada.
El jefe de la nación no fue más allá, porque como es sabido, en esos tiempos, solo había priístas en la cámara; nadie de otro partido. La maestra no varió su posición, ni en ese punto ni en otros. No se quedaba callada si tenía que decir algo diferente a los demás. La respetaban. También le temían. Nunca estuvo dispuesta a negociar su pensamiento. Y el día que de plano vio que su organización chocaba con sus principios, le dijo adiós, junto con el ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas y Porfirio Muñoz Ledo.
La “línea” siempre ha existido en el trabajo legislativo y más de uno sabe del costo de no seguirla.
La “línea”, como dice una de las definiciones del diccionario de la Real Academia Española, es el comportamiento en determinada dirección. Es practicada por todos los partidos en las cámaras. Entendible porque cada uno de los legisladores, salvo que sea independiente, se la jugó en las elecciones con la camiseta de alguna de las organizaciones políticas y apostó por su proyecto de gobierno. A la hora de ganar, el compromiso es con ese proyecto.
Si una vez en la curul o en el escaño cambian de opinión y resuelven ya no seguir la “línea”, el camino es saltar a otra bancada con la que se identifiquen. Eso es lo que hizo Lilly Téllez; entró en desacuerdo con Morena y se pasó al grupo de Acción Nacional.
El mismo Porfirio Muñoz Ledo, quien aspiraba a la reelección como diputado, pagó en Morena el precio de ser crítico dentro de su bancada y en sus comentarios sobre las acciones del Ejecutivo. El partido no lo nominó para un segundo periodo consecutivo.
Germán Martínez Cázares, quien alguna vez dirigió nacionalmente al PAN, brincó a Morena y con este partido llegó al Senado. Terminó por sentirse incómodo con los morenos, con su “línea” y, decidió volverse “independiente”. Obvio que no se puede disentir de la “línea” y seguir en el mismo grupo.
La “línea” es una regla no escrita que responde a un proyecto de gobierno. Todos los partidos se supone que tienen proyecto de gobierno, por eso que nadie se sorprenda si los diputados y senadores de Morena, en bloque, de manera monolítica, votan por las propuestas del Ejecutivo.
Es la “línea” con la que se comprometieron y con la que también partidos aliados se sienten comprometidos.

El partido Movimiento Ciudadano (MC) se ha convertido en un fenómeno de la política nacional, avanza y sin preocuparse por hacer alianzas con otras organizaciones. Parece aplicar el dicho popular de que más vale solo que mal acompañado. Ha decidido no juntarse con quienes se han desgastado y desacreditado en el ejercicio del poder.
La clave ha sido su selección de candidatos, postular o buscar gente con aceptación popular, que por su estilo, personalidad y propuesta conecten con la sociedad, rompan con viejas prácticas de hacer política, promesas incumplidas, largos rollos o expresiones cantinflescas.
Sin hacer mucho ruido, a partir del próximo octubre gobernará los dos estados más importantes después de la Ciudad de México. Ya tiene Jalisco desde el 2018 con Enrique Alfaro y pronto tomará posesión Samuel García en Nuevo León, sede habitacional de la cúpula empresarial del país.
MC se ha especializado en tiros de precisión para nominar candidatos, con buen ojo para seleccionar a quienes en otras organizaciones son desaprovechados, desairados y relegados. Todavía está lejos de ser la primera o segunda fuerza política.
Ha sabido capitalizar ese descontento, abrir sus puertas con oportunidad y cobijar a quienes pueden redituarle votos y hasta ganar una elección. El método le ha funcionado. Comprobó en 2018 que la alianza con partidos desgastados no fue lo mejor.
Supuso que aliados PAN, PRD y MC podrían llevar a la presidencia a Ricardo Anaya y se equivocó.
En proporción, en este 2021 le fue mucho mejor en las elecciones que al PAN-PRI-PRD. Nuevo León es otro de sus grandes logros y en automático el ganador Samuel García se inscribe para competir por la candidatura presidencial en 2024, aunque le puede pesar la triangulación de recursos en su campaña, acusado por el INE y por lo que impuso a su partido multa de 28 millones de pesos.
De cualquier manera, ya son dos cartas: Samuel y Alfaro.
Además, tiene en formación un cuadro que, si cuida y guía, podría convertirse en una alternativa más para la sociedad mexicana, quizás no en la próxima elección, sino en la siguiente, la de 2030.
Se trata de Luis Donaldo Colosio Riojas, hijo del asesinado (1994) candidato presidencial Luis Donaldo Colosio Murrieta.
Donaldo, de 36 años de edad, ha demostrado la imagen y aceptación que tiene en Monterrey, ganó la presidencia municipal por amplio margen, con ventaja de más de diez puntos sobre el segundo lugar.
Lo ha dicho, quiere crecer por sus propios méritos, por eso desairó el ofrecimiento que le hizo el PRI (partido donde militó su padre) para ser legislador, apenas cumplió la mayoría de edad.
Ante los resultados obtenidos, MC seguiría con dicha fórmula, de ir solo a las competencias, sobre todo en lugares donde perciba que el perfil de sus candidatos es ampliamente aceptado.
Descubrió que la población quiere caras nuevas y es lo que procura ofrecer, a diferencia de los viejos partidos acostumbrados a doblarse ante intereses cupulares y nominar a los de siempre.
También ha tenido el tino de modificar el nombre del partido, empezó hace veinte años como Convergencia y ahora es Movimiento Ciudadano, dos palabras más cercanas y familiares a la sociedad.
En un principio, dio la impresión de ser egoísta al rechazar alianzas en 2018 y hasta arriesgado para la conservación de su registro. Sin embargo, probó que puede solo y así pretende participar en el 2024.

A Rocío Nahle García le tocó bailar con la más fea. De las personas mencionadas en Palacio Nacional con perfil para competir por la candidatura de su partido a la presidencia de la República, es la que tiene el reto más grande, rescatar el sector energético.
Desde el anuncio de José López Portillo en el sentido de que México se tenía que preparar para administrar la abundancia, por el repunte del precio internacional del petróleo, hasta el ofrecimiento en el sexenio de Enrique Peña Nieto de que su reforma energética bajaría precios de hidrocarburos y tarifas de electricidad, el saldo ha sido desalentador.
En ningún caso, ni Pemex ni la CFE, recobraron resplandor. La petrolera empezó a caer en sus números y la electricidad se encareció. La situación de la primera está complicada y medidores internacionales dudan de un próspero futuro. La segunda tiene inquietos a inversores privados por el camino que ha tomado la estrategia del nuevo gobierno.
Para Rocío Nahle es prueba de fuego. Tiene en contra el argumento de que se ha colocado en segundo término a las energías limpias y de que se impulsa una estrategia energética que va contracorriente de lo que hace el mundo para reducir contaminación.
Por anticipado, la estrategia oficial es acusada de retroceso, cuando todavía las acciones están en proceso, como la construcción de la refinería Dos Bocas, el saneamiento de Pemex, incremento de la producción del crudo y el desarrollo del sector eléctrico.
Sorprendió la adquisición de la refinería de Texas. Acabaría con el envenenado comentario de que se le vendía petróleo y lo regresaba a nuestro país transformado en gasolinas, a precio mayor. Se espera que esta acción favorezca el abasto del mercado nacional.
Es evidente que el presidente Andrés Manuel López Obrador tiene toda la confianza en Rocío, no se explicaría de otra manera la enorme responsabilidad de la secretaria de Energía.
Ingeniera petroquímica, egresada de la Universidad de Zacatecas, ha sido diputada (coordinadora de su grupo) y senadora, ligada a organizaciones de ingenieros petroleros (“Constitución 1917”) e integrante del Comité Nacional de Estudios de Energía de América Latina y el Caribe.
Su participación en reunión de la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP) generó dos versiones. La suya de que la posición de México sobre reducción de producción petrolera había sido aplaudida y la de quienes negaron que nuestro país fuera ovacionado por los árabes.
A diferencia de sus competidores y competidoras por la candidatura presidencial, Rocío tiene la desventaja de que su sector ha sido descuidado por muchos años, saqueado por servidores públicos y dirigentes sindicales, acusados de corrupción en perjuicio de Pemex, sobre todo.
El compromiso de la pasada campaña de que las gasolinas costarían menos a los mexicanos, sigue pendiente. Igual en el caso del gas y no se quedan atrás las tarifas eléctricas.
Los tiempos están en contra, porque ya vamos hacia la mitad del sexenio. Se entiende que la reordenación no puede ser rápida. Exige tanto que quizás a Nahle no le quede espacio para pensar en la grande, aunque la enliste el presidente de la República.

Tatiana Clouthier Carrillo ha exhibido faltas de ortografía en sus textos en redes sociales, atribuidos a errores involuntarios de sus dedos al tocar la tecla equivocada; una pronunciación hispanizada en inglés; y no se ha escapado de ser cuestionada por su vestimenta en reuniones diplomáticas.
Nada que tenga que ver con la esencia de su trabajo. Su capacidad como servidora pública no está a discusión. Tiene claro donde está y que quiere. Convencida de que hizo lo correcto al saltar den trampolín de la derecha al movimiento que ahora gobierna a México.
Fue en 2018 la coordinadora de campaña del presidente Andrés Manuel López Obrador; encontró la forma de acercarle el voto joven, a tal punto que por afecto y empatía empezaron a llamarle la “Tía Tatis”. Sabe de medios y tiene gente que la asesora en la materia desde hace rato.
Cuando le preguntas a los millennials si saben quién es la “Tía Tatis”, la respuesta inmediata es afirmativa. Su popularidad es un hecho, aunque la imagen sembrada no recoge sus virtudes académicas. Tampoco creen sus cibernautas seguidores que haya sido la mejor diputada ni que sea la más capaz del gabinete (secretaria de Economía). De cualquier manera, sus desatinos voluntarios o involuntarios, la han mantenido en los medios. No pasa desapercibida.
Hay que escucharla en corto para confirmar que no es improvisada ni rollera. Pragmática, no lo piensa dos veces para tomar decisiones ni le quita el tiempo a la gente con la que no va a llegar a un acuerdo o compartir proyecto político. Herencia de su padre Manuel “El Maquío” Clouthier, le gusta el lenguaje directo, ir al grano.
La mira de Tatiana es larga. Acostumbrada a ver el bosque, seguro tiene en mente el destino de su carrera política. Cuenta con experiencia legislativa, ha buscado sin éxito, como candidata independiente, ser alcalde en su estado, en el municipio San Pedro Garza García, donde viven los más ricos del país.
Por supuesto que la conocen los empresarios, sus alcances y planes. Es hiperactiva. Su nombre sonó para ser candidata en Sinaloa (nació en Culiacán) y también en Nuevo León (donde creció familiar y profesionalmente). Al final se conservó como legisladora, quizás ya sabía o tenía indicios que se incorporaría al gabinete, idea sembrada desde el arranque del sexenio.
No llegó a cualquier secretaría. Economía la vuelve a poner cerca del sector empresarial y de las relaciones comerciales de México con el mundo, en particular con Estados Unidos.
Con la salida del empresario Alfonso Romo del equipo presidencial, ahora Tatiana Clouthier tiene el contacto del gobierno con los barones del dinero. Le ayudan su astucia e inteligencia.
Para seguir haciendo dinero y negocios, en un escenario de tranquilidad y de leyes, de estabilidad económica, a los empresarios seguramente lo que menos les interesa es la ortografía o si la Tía Tatis tiene excelente pronunciación de inglés o incumple protocolos de vestimenta.
Si consigue su objetivo, si los resultados económicos son favorables o van por buen camino antes de que llegue el 2024, Tatiana Clouthier estará en la competencia por la candidatura presidencial.
La conexión con los empresarios es su plus.

Marcelo Ebrard ha demostrado en la actual administración, como canciller, que es un político práctico y servicial, atento para seguir instrucciones del presidente de la República en situaciones apremiantes, como la compra de vacunas para hacerle frente a la pandemia, la adquisición de pipas para la distribución de gasolinas y el reforzamiento de la frontera sur para contener la migración, a petición del gobierno de los Estados Unidos.
Convertido en comodín del gabinete, porque lo mismo ha realizado tareas que corresponden a la secretaría de Salud que a las secretarías de Economía y Gobernación.
Larga carrera política, con raíces priístas. Creció con su amigo y jefe Manuel Camacho Solís (QEPD). Ocupó cargos partidistas en el tricolor, se afilió al PRD para ser candidato a jefe de gobierno de la Ciudad de México, uno de los fundadores del Partido del Centro Democrático y se sumó a la campaña de Andrés Manuel López Obrador, primero para gobernar la CDMX, después para competir en el 2018 por la presidencia.
Debido a un linchamiento de policías en lo que era la delegación de Tláhuac, fue destituido del cargo de secretario de Seguridad Pública por el presidente Vicente Fox.
En fecha más reciente, apenas en el sexenio anterior, tuvo que irse a vivir una temporada a Francia cuando vio señales de que lo querían responsabilizar de irregularidades en la línea 12 del Metro. Obra que se hizo durante su gobierno en la Ciudad de México.
Quizás no lo sabe Ebrard, pero también existe la historia sobre la actuación de un abogado de nombre Efraín quien recibió la tarea de blindarlo jurídicamente en el caso del Metro. En la administración anterior capitalina, el defensor cumplió con su misión. Llegó a comentarlo con colaboradores cercanos, sin entrar en detalles. Se concretó a realizar su trabajo con discreción. El abogado se llevó el secreto a la tumba, falleció víctima de Covid en el 2020.
Fuera de estos sucesos, a los que se suma este año la caída de vagones en la misma línea del transporte colectivo, la trayectoria de Marcelo Ebrard se ha consolidado en lo político. En lo diplomático, se ha esmerado en seguir puntual la línea marcada por el presidente, al que constitucionalmente corresponde la dirección de la política exterior.
Así que las posiciones asumidas por México con relación a Venezuela, Bolivia y Nicaragua, no son estrictamente atribuibles a Ebrard, sino al titular del poder Ejecutivo. El canciller solo opera y hasta ahora tiene contento a su jefe que despacha en Palacio Nacional.
Tiene un presidente que no es proclive a los viajes internacionales ni a las cumbres de jefes de Estado de y gobierno, por lo que le toca doble trabajo para hacer visible la presencia de México.
Marcelo Ebrard ha cuidado de no pelearse con ninguno de los y las presidenciables, aunque sabe que llegará el momento en que cada uno tendrá que desmarcarse en busca de la nominación.
Dentro de Morena tiene sus seguidores y para nadie es un secreto que el líder Mario Delgado es amigo y ha trabajado con Marcelo.
Su plus es que tiene la capacidad para llevar a cabo cualquier tarea que le asigne el presidente. Comodín en la baraja de los presidenciables.

Obvio que Ricardo Monreal Ávila está en la lista de los que participan en la carrera por la candidatura presidencial de Morena para el 2024.
Empezó su carrera en el PRI y ahí se mantuvo hasta que le cerraron la puerta para competir por el gobierno de Zacatecas. Ya había sido diputado federal y senador priísta. Con la camiseta amarilla perredista se convirtió en gobernador. Dio el salto al Movimiento de Regeneración Nacional. Ascendió a jefe delegacional en la Cuauhtémoc y desde este puesto quiso ganar la candidatura para jefe de gobierno de la Ciudad de México, pero las encuestas internas no lo favorecieron, le ganó Claudia Sheinbaum. Estuvo a punto de postularse por otro partido o como independiente. Incluso se dio sus vueltas por la sede de Movimiento Ciudadano para buscar a Dante Delgado. Finalmente se tranquilizó y supo negociar su candidatura al Senado a donde llegó para coordinar al grupo moreno y presidir la Junta de Coordinación Política.
Con el PRI todo iba bien hasta que le bloquearon la aspiración de competir por el gobierno de su estado. Lo que había tejido como priísta, las alianzas y amarres, además de las encuestas que lo favorecían, supo capitalizarlas como candidato del PRD.
Triunfo inobjetable. No tuvo que ir a los tribunales para confirmarlo. Su antiguo partido tuvo que resignarse y aceptar el error de no haberlo postulado como quería la militancia zacatecana.
Fortaleció su relación con López Obrador y se sumó al Movimiento de Regeneración Nacional. Consiguió ser coordinador de una de las campañas presidenciales del tabasqueño.
Ricardo Monreal ha demostrado ser político hábil, ir de avanzada cuando los vientos están a su favor y replegarse si está en riesgo su proyecto. Partidario del diálogo y del acuerdo, no del choque de trenes. Ha sabido convivir con su compañero Martí Batres, con quien en más de una ocasión ha tenido que medir fuerzas, sobre todo cuando éste quiso reelegirse como presidente de la mesa directiva de la Cámara de Senadores. También tiene de nuevo en el grupo a Gabriel García, poderoso ex jefe de los delegados, al que pronto le dio la bienvenida.
Cauto, no ha dudado en retirar iniciativas, posponer su discusión o guardarlas en el congelador cuando no tienen asegurado el consenso o amenazan alterar el orden financiero, económico, social y político. Sus advertencias por desaparecer poderes estatales no han prosperado. Tampoco la regulación del uso recreativo de la marihuana. Los financieros se alarmaron con la propuesta para modificar la ley del Banco de México porque existía riesgo de que divisas de origen dudoso fueran a dar a las arcas del banco central.
Pareciera ser su estilo cacarear propuestas controvertidas para medir la reacción de los involucrados, aunque no siempre, porque con sigilo hizo que su mayoría aprobara el controvertido artículo de la reforma judicial que amplía dos años el mandato del presidente de la Corte.
Sin embargo, también se le tiene que reconocer su esmerado cabildeo para conseguir el voto calificado del pleno senatorial, las dos terceras partes para avalar nombramientos de servidores públicos.
Cuando buscó ser jefe de gobierno de la CDMX se le cruzó en el camino Claudia Sheinbaum y, como va la carrera presidencial, podrían volverse a encontrar en el 2024.

Su especialidad como psiquiatra quizás le ha ayudado para entender la compleja realidad mexicana y ganarse simpatías de representantes de distintas corrientes políticas, a tal punto, que hubo un momento en que llegó a evaluarse la posibilidad de ser nominado a la presidencia de la República por todos los partidos.
Hasta la fecha, sin afiliarse a ninguna fuerza política, como independiente y sin dejar de servir a México, ha sabido conservar la aceptación en diferentes grupos sociales.
Juan Ramón de la Fuente Ramírez, psiquiatra de profesión, ex secretario de Salud, ex rector de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), autor y coautor de 24 libros, entre ellos “A quién le importa el futuro”, Premio Nacional de Ciencias y Artes, es desde 2018 embajador de México ante la Organización de las Naciones Unidas (ONU).
El nombre de Juan Ramón ha sido citado en una de las “mañaneras” del presidente Andrés Manuel López Obrador como perfil valioso que puede ser tomado en cuenta para el proceso electoral del 2024, aunque faltaría ver si el tema todavía le interesa.
Sin ser militante de ningún partido, pero por esa capacidad y pluralidad que le caracterizan, más de una organización política le lanzó el anzuelo de la candidatura presidencial, una vez que había dejado la rectoría de la máxima casa de estudios.
Era abierto reconocimiento a su trayectoria, a su habilitad para entenderse con diversos pensamientos. Se planteó la conveniencia y ventaja de ser postulado por varios partidos. El asunto se cayó cuando se propuso ir por la unanimidad, por el apoyo de todos.
De cualquier manera, el doctor Juan Ramón de la Fuente conservó intacto su prestigio, sin desgaste alguno. Nadie le reprochó la búsqueda del mayor consenso en beneficio del país.
En el pasado había trabajado como secretario de Salud en gobierno priísta de Ernesto Zedillo y ahora lo hace en la administración de López Obrador y su Cuarta Transformación.
Su labor como representante ante la ONU destaca por el apoyo unánime que recibió México para ser integrante 2021-2022 del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas.
También por la firma de acuerdo marco entre el gobierno mexicano y la Oficina de las Naciones Unidas de Servicios para Proyectos, a fin de supervisar y dar seguimiento a los contratos, proyectos y licitaciones de la administración pública federal.
Además, en la pandemia, ha mantenido firme la posición de nuestro país para que todas las naciones se signifiquen por la solidaridad en la lucha contra el virus que puso en jaque al mundo.
El doctor De la Fuente es un personaje que sigue sin militar en ningún partido y no ha dejado de servir a México. No come ansias ni ha pedido que lo apunten en la lista de prospectos para el 2024. Tampoco aparece entre los favoritos para competir por la nominación morena. Mucho menos está en campaña con ese propósito, a diferencia de otros.
Si fue mencionado por el presidente López Obrador es porque su trabajo, a pesar de estar a distancia, en Nueva York, se nota y favorece la imagen de México en el concierto internacional.

En la elección de sus gobernantes el pueblo no se equivoca. Al ir a las urnas, vota por la que considera mejor opción.
Si ya en el ejercicio de gobierno el servidor público falla o no cumple lo ofrecido, no puede ni debe culparse al pueblo. Mucho menos afirmar que se equivocó en la elección al llevar al poder a una persona que no satisface expectativas.
Analógicamente, sería como culpar a una institución de educación superior de la actuación del funcionario que haya egresado de sus aulas.
Igual en el caso del pueblo que ejerce su derecho de votar y elegir con absoluta libertad. La responsabilidad, si lo hace bien o mal en el gobierno, es del propio elegido, que tiene la obligación de cumplir la ley y el compromiso con la sociedad.
Durante la etapa de campañas, lo que hacen el ciudadano y la ciudadana es evaluar a los competidores, conocer su trayectoria e identificar al partido que los apoya. Es lo que determina el sentido del voto. El mensaje del candidato o candidata es clave, la claridad y la congruencia, sin rollos.
En las elecciones del 2018, la sociedad evidenció hartazgo por los que habían gobernado, por los abusos y excesos. Le había dado la oportunidad a la derecha y falló. Volvió a creer en el revolucionario y el desengaño vino pronto. Encontró una nueva oferta, un candidato más identificado con las causas sociales y le tomó la palabra. Lo premió con el triunfo aplastante, en la presidencia y en el poder legislativo.
Sin dejar de tomar en cuenta el impacto de la pandemia, esa misma sociedad, en el proceso electoral de este año, con más de veinte mil cargos en juego en el país, la renovación de la Cámara de Diputados y la elección de 15 gobiernos estatales, dará su voto a la que le parezca la mejor propuesta.
Por supuesto que valorará lo hecho hasta ahora por el actual gobierno, pero también el papel desempeñado por los partidos de oposición. Revisará si hay nuevas caras entre los candidatos o si son los mismo.
Si la oposición pretende recuperar espacios con los mismos rostros y las mismas promesas, va a seguir en la oposición. Hay siglas muy desgastadas, por lo que tendría más peso el perfil de los nominados.
La medición de lo hecho por la presente administración es sencilla. Suficiente con ver lo que hay en la despensa de cada familia o en bolsillo de los jefes o jefas de familia. La economía familiar, el ingreso y el empleo.
Hay otro factor que puede inclinar la balanza para un lado u otro. Las vacunas contra el Coronavirus. En los Estados Unidos, Donald Trump ansió que la vacuna estuviera lista antes de la elección. Esperaba que un ambiente inmunizado lo ayudara a conseguir votos para ganar la contienda. No sucedió. La aplicación de la vacuna empezó después, una vez que se había consumado su derrota.
En el caso de México, la aplicación de la vacuna podría modificar el estado de ánimo de la sociedad. Si para antes de junio está vacunada la población más sensible o vulnerable, el gobierno en turno resultaría favorecido. De lo contrario, los electores, hombres y mujeres, le cobrarían la desatención.
El pueblo conoce el trabajo de partidos y gobierno. Con ese conocimiento va ir a las urnas el 6 de junio.

Arturo Zárate Vite

 

 

Es licenciado en periodismo, egresado de la Escuela de Periodismo Carlos Septién García, con mención honorífica. Se ha desempeñado en diversos medios, entre ellos, La Opinión (Poza Rica, Veracruz) Radio Mil, Canal 13, El Nacional, La Afición y el Universal. Más de dos décadas de experiencia, especializado en la información y análisis político. Ejerce el periodismo desde los 16 años de edad.

Premio Nacional de Transparencia otorgado por la Secretaría de la Función Pública, IFE, Consejo de la Comunicación, Consejo Ciudadano por la Transparencia e Instituto Mexicano de la Radio. Su recurso para la protección de los derechos políticos electorales del ciudadano logra tesis relevante en el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación, con el fin de conocer los sueldos de los dirigentes nacionales de los partidos.

Además, ha sido asesor de la Dirección General del Canal Judicial de la Suprema Corte de Justicia de la Nación y Coordinador General de Comunicación y Proyectos de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos. Es autor del libro ¿Por qué se enredó la elección de 2006, editado por Miguel Ángel Porrúa.

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