Como dijo uno de ellos, “dejaremos de ser soldados cuando nos vayamos de este mundo”.
Ahí estaban, puntuales, generales, vestidos de civil, con su corazón verde olivo, animados, cordiales, con el café sobre la mesa, para empezar y hacerle frente a las bajas temperaturas. Predominaban las sonrisas, los recuerdos de sus tiempos de mando en activo.
Se habían levantado temprano, ahora en su condición de militares en retiro o no en activo, de manera voluntaria, convencidos de que siguen en el Ejército, comprometidos con su patria, con México.
Te cuento esta historia de primera mano. Lo que observé y escuché en un restaurante del poniente de la Ciudad de México. Voces y figuras. El único periodista invitado a la reunión de los generales de División. Un encuentro para dejar constancia de su unidad y lealtad con el alto mando.
Llegué al lugar de la cita con media hora de anticipación, en el frío invernal. Por un momento supuse que no encontraría a nadie. ¿Levantarse temprano y en sábado, con una temperatura que se aproximaba a los cero grados, cuando ya no se tiene la obligación del personal en servicio? ¿Dejar el matinal confort casero? Pues para sorpresa y contradecir mi pensamiento, ya estaban más de la mitad de los que habían decidido acudir al desayuno, la mayoría vestidos de traje y corbata.
Con una fortaleza física que parece que el paso de los años nunca los va a vencer. Vigor castrense. Todos por su propio pie, sin el apoyo de ningún bastón y mucho menos asistente. Su caminar erguido y voz potente. Con más o menos kilos. Sin perder la postura.
Inconfundible el rostro recio de quienes se dedican a esta profesión, lo que no les quita la cordialidad cuando la ocasión lo amerita.
No me queda la menor duda de que participaron por propia voluntad, sin recibir orden superior.
El coordinador del evento, también en retiro, capitán Alejandro Rodríguez Herrera. Impensable que un capitán le vaya a dar órdenes a un general de División o a cualquier jefe, aunque sea en el estatus de retiro. Jerarquías son jerarquías. Tampoco el gancho era el anuncio de algún beneficio en su pensión u otra prestación.
El motivo de la reunión, lo que los atrajo como soldados, fue saber que se congregarían para expresar su respeto, aprecio y lealtad al general secretario Salvador Cienfuegos Zepeda.
Generales con más de cuatro décadas en la milicia. No han perdido de vista que tienen un jefe. En ese sentido los discursos de quienes tomaron la palabra, la expresión leal desde su trinchera, enterados de los acontecimientos nacionales y la importancia de cerrar filas con el alto mando.
“Lo que nos reúne es notificarle al general secretario Salvador Cienfuegos Zepeda el compromiso de los ciudadanos generales retirados del Ejército y Fuerza Aérea, de nuestra amistad, respeto y absoluta lealtad para su alta envestidura y su reconocida labor en bien de México”, la introducción del coordinador del evento. Agradecería la presencia del ex diputado federal Rogelio Audiffred Narváez, presidente de la asociación Fuerza México, una organización nacional de civiles y militares no en activo.
Vi a más de un general animado a intervenir, sin micrófono, con la energía de su voz era suficiente para escucharse. Mensajes breves, directos.
El general Eliud Casiano Bello utilizó sus manos para darle más énfasis a sus palabras. Marcial y emotivo. Concentrado. Cabello encanecido y tez morena. Soltó una frase compartida por sus compañeros:
“Dejaremos de ser soldados cuando nos vayamos de este mundo”.
No llevaba discurso escrito, traía únicamente el compromiso de lo que significa ser militar, en activo o no en activo:
“Tenemos la obligación de ser leales porque la lealtad la mamamos en las escuelas de formación y así seguirá siendo toda nuestra vida”.
El general y piloto aviador Misael Orrostieta hizo notar la importancia de la suma de esfuerzos de militares de tierra, mar y aire. Le llamó “hermandad”, la unión de voluntades.
Arturo Olguín Hernández se levantó de su lugar para exaltar la difusión de las actividades de la milicia. Javier Torres Salazar fue presentado como eminente urólogo, egresado de la escuela médico militar, dedicado a servir a derechohabientes militares y civiles.
Expresiones emotivas, sentidas entre militares, entre generales.
Vino la despedida, los abrazos, el aviso para salir a la explanada y tomarse la foto del recuerdo
Y un testimonio más de su asistencia espontánea, cada uno pagó su desayuno. En partes iguales el total de la cuenta.
Gesto monetario menor.
Lo sustancial, para todos ellos, había sido refrendar su lealtad al general secretario.
Soldados hasta la muerte
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