A sus 86 años de edad cantó sin micrófono, con una voz nítida, con la suficiente fuerza para llegar con calidad, emoción y sentimiento a cada uno de los oídos que estaban en el Teatro Metropólitan de la ciudad de México.
Fue el cierre del show de Tony Bennett, interpretando Fly me to the moon acompañado solo por su guitarrista. Silencio riguroso para disfrutar su voz. Nada que perturbara al maestro.
Los más de tres mil espectadores sin chistar ni parpadear. Había que seguir el sonido melodioso que salía de la garganta del maestro, leyenda de la época de oro de Hollywood.
De pie le aplaudió la audiencia, hombres y mujeres. Unánime el reconocimiento. Bennett satisfecho con el trato. En más de una ocasión instruyó el encendido de luz para ver a su público.
Agradeció y se retiró sonriente. Continuaron los aplausos y los gritos de “¡Otra..otra…otra…!” Sus cuatro músicos se quedaron en su lugar. El pianista gesticulaba y movía sus manos para animar la ovación. El cantante estadounidense ya no regresó al escenario.
-¿Qué más se puede esperar después de cantar sin micrófono?-se preguntaba una señora que no dejaba de aplaudir.
Nadie se quejó. Los músicos salieron. Se entendió que el show había terminado. Las luces se encendieron y todos a casa.
Hora y media del canto de Tonny Bennett, que se combinó con la actuación de su hija Antonia, quien abrió el espectáculo y en otro momento hizo el dueto con su padre para interpretar Old Friends.
Tony bailó con su hija, una estampa para guardarla en la memoria pero sobre todo esa voz dorada.
Por supuesto que no faltó I Left my heart in San Francisco.
Desde que apareció en el escenario se le aplaudió como un grande.
Antes de irse levantó la rosa que le habían dejado en el piso.
Llevó las manos a la boca y soltó un beso para su público.
Noche triunfal de Tony Bennett como miles que ha tenido en su larga carrera.
Tony Bennett cantó sin micrófono
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