Te quedas sin habla al ver la obra monumental del siglo XVI. Cae la baba al recorrerla con la mirada, por su altura y longitud, por los acabados, intactos, como si hubieran sido colocados el día anterior. Construida por un puñado de indígenas, encabezados por el padre franciscano Francisco de Tembleque.
Sales de la carretera y entras a un camino improvisado de terracería, desdibujado por el poco uso. Apenas descubres el monumento a medio kilómetro y no das crédito a las dimensiones. Impresionante. Quieres bajarte de inmediato de la camioneta, admirarlo y tomarle fotos. Ansías subirte y caminarlo, pero pronto desistes al leer el anuncio que lo prohíbe.
Majestuoso el acueducto, tiene el nombre del misionero. Lo levantó en 17 años. La historia dice que con la ayuda de 400 indígenas. Un espacio que parece abandonado, olvidado. ¿Y dónde está el turismo? Nadie. Ni un alma a la vista. Ante el tamaño de obra que desde el 2015 es patrimonio de la humanidad, declarado por la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO), esperaba ver mucha gente. Desolado, al menos donde está la arquería mayor, casi mil metros. Vigilante silencioso la vía del tren que cruza bajo uno de los arcos.
En cualquier país desarrollado, estaría convertido en un emporio, atractivo turístico, arquitectura monumental, en beneficio de lugareños y arcas nacionales. Es el acueducto de Tembleque, que comunica a Zempoala (Hidalgo) con Otumba (Estado de México). Longitud de 48 kilómetros. 904 metros de arquería visible y la altura de 38.75 metros.
Construido en el virreinato de la Nueva España. La obra más importante de América en ese siglo, planeada y dirigida por el fraile franciscano Francisco de Tembleque. Han pasado vario siglos y prácticamente sigue intacta. Hoy es propiedad federal, patrimonio de la humanidad. La zona del monumento enfrenta construcciones irregulares y el robo del agua que recibía el acueducto. En la disputa por el agua, ha sido destruida mampostería medieval.
Increíble el desperdicio y el abuso. No saber sacarle el mejor provecho y en su lugar tolerar la invasión irregular en la zona, el robo de agua de los manantiales del llamado cráter de Tecajete, que abastecían el acueducto. Imperdonable el desdén de las autoridades culturales. Tembleque es una maravilla como son los acueductos de Segovia en España, Pont du Gard en Francia, Santa Clara en Portugal y Ponte delle Torri en Italia.
Todavía no termino de babear al recordar la visita al Acueducto del Padre Tembleque, admirable obra del siglo XVI, arquitectura extraordinaria, monumento mexicano, en espera de que el mundo lo proteja y conozca.
"Tembleque", maravilla mexicana
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