Por años había escuchado de amigos la historia del grito “¡cácaro!” cuando en una sala de cine fallaba el proyector o el operador del proyector y la pantalla se ponía oscura o las imágenes empezaban a saltar, el sonido se distorsionaba o de plano no se escuchaba nada.
Hay escenas de cinéfilos molestos arrojando sus palomitas. Lo que tuvieran a la mano y no fuera costoso para su bolsillo, ni peligroso para el de enfrente o sentado a un lado.
El infaltable silbido en un tono y largo, aunque no dejaba de predominar el “¡cácaro!” que salía de gargantas femeninas y varoniles.
De esa manera era llamado el encargado del proyector, de sexo masculino. No recuerdo que alguien me haya dicho que alguna vez escuchara el grito “¡cácara!”. Siempre fue “¡cácaro!” cuando la película se alteraba por fallas técnicas o descuido del operador.
Acabo de ir al cine para ver “Al filo del mañana” con el actor Tom Cruise, en una de las tantas salas que tiene Cinemex en nuestro país, en el World Trade Center (WTC) de la ciudad de México.
En el asiento de atrás, hombre maduro descargaba su enojo repitiendo que cada vez hay más anuncios antes de empezar la película. No dejaba de mirar el reloj de su teléfono celular ni de contar los minutos: “¡Ya van más de 20!”. La cuenta terminó en “¡25!”.
Su acompañante o pareja, con voz suave, consideraba que era demasiado abuso cuando se paga boleto por ver una película, no anuncios.
¡Por fin la película. El logo de la compañía filmadora norteamericana y enseguida las primeras escenas.
Error, no era el filme de acción y violencia de Cruise sino la dramática y amorosa historia de dos adolescentes titulada “Bajo la misma Estrella”.
Se soltaron los gritos:
“¿Qué está pasando?, ¡Esto no puede estar sucediendo!” expresiones irritadas de gente que se levantaba de su lugar.
Uno más atrevido:
“¡Yo no quiero ver esa mariconería!”.
Más de una persona, como fantasma o sombra en esa oscuridad, salió de la sala para buscar al responsable que corrigiera la proyección. Uno de esos jovencitos uniformados de rojo que checan los boletos y te dicen el número de asiento que debes ocupar.
5 minutos de película que nadie quería ver en ese momento.
Chiflidos, el coro de viento para estos casos, sin llegar al de las cinco notas o sonidos que hacen referencia al origen materno.
Nadie grito “¡cácaro!”.
Seguro que saben que ahora la proyección es digital y se controla por computadora. Se pulsa una tecla y se deja funcionando, sin necesidad de que alguien esté en ese cubículo pequeño de donde sale la luz que ilumina la pantalla.
Todo bien hasta que sucede la falla inexplicable de la moderna tecnología. Las computadoras no son perfectas.
Vuelve la normalidad a la sala una vez que ha sido reprogramado el ordenador, aparece el protagonista Tom Cruise.
Sentí nostalgia por el “cácaro”. Nadie lo recordó. Por lo visto, hace tiempo que lo “mató” la computadora.
Se acabó el ¡Cácaro!
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