Lo vi huir como lo haría una de esas cebras que ha fotografiado cuando se ve amenazada por un carnívoro africano. Asustadizo, no porque estuviera en riesgo su pellejo o su vida, sino por ese temor confesado a la palabra oral. Lo suyo no es hablar sino fotografiar.
“Fotografío pero no habló”, admitió ante la invitación del maestro escultor Sebastian para que lo hiciera, en la presentación de su primera exposición llamada “Segunda Naturaleza”.
Se esforzó en explicar porqué le dio ese título, por ese encuentro con el mundo al levantarse, cuando observa el entorno y descubre la realidad que le rodea, lo que pareciera común e intrascendente.
David Dahlhaus tiene ojo fotográfico, su obra confirma su creatividad, es exitoso, comercial, más de una empresa nacional y transnacional saben de su calidad artística, de su arte e impacto.
Sebastian vistió una modelo mestiza y David la fotografió, en esa sesión, relatada por el escultor, se conocieron, ahí nació su amistad, ahí lo descubrió. La foto, por supuesto, parte de la obra expuesta en la Fundación Sebastian, ubicada en la avenida Patriotismo de la Ciudad de México. La mestiza, sin pretenderlo, los unió, los hizo amigos.
Por eso, la primera exposición de David en ese espacio que también es una obra de arte de su dueño.
Irradia energía su personalidad, una fuerza que contrasta con su miedo al uso de la palabra, huidizo al habla. Su cebra fotografíada, una vez acorralada, no tendría más destino que saciar el hambre del felino. Él, todavía no ha descubierto que tiene muchas cosas que decir y que no va a perecer en el intento.
Sebastian explica y justifica esa conducta, que la puede tener cualquier artista, el temor a la exhibición, a la desnudez de la obra ante quienes van a criticarla o evaluarla. El temor del autor a no convencer, a ser reprobado o rechazado, el miedo al fracaso.
El afamado escultor le dio la acostumbrada “patadita”, a solicitud del mismo artista de la cámara fotográfica.
David está convencido de que su alma se queda en cada uno de sus fotos. Y tiene razón, porque después de observar cada una de ellas por varios minutos, hay una energía que te atrapa y transporta a su mundo, al color, a su emoción e inspiración, a lo real e irreal, a lo abstracto y a lo natural. Cada fotografía tiene vida, despierta un sentimiento, seduce y conquista.
El fotógrafo llevó a su padre para la gran ocasión. En la sala de exposiciones no había otro rostro más orgulloso, con una sonrisa de satisfacción y una palabra de agradecimiento para quienes admiran a su hijo.
Recomendable la exposición.
Cierto, David Dahlhaus habla mucho más a través de sus fotos.
"Fotografío pero no hablo": DD
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