Desgraciadamente, no solo en este caso, sino en muchos otros, en México no se acepta ni tolera el éxito, sea hombre o mujer. Hay esmerados en tirar y descalificar al triunfador. El peor enemigo de los mexicanos es el mexicano, especializado en la destrucción. En vez de construir y animar al ganador, parece divertir lo contrario, como si fuera actividad lúdica.
Lo he visto infinidad de veces, en diferentes ámbitos, en la administración pública, en la política, en el deporte, el arte, en la academia; cuando alguien empieza a despuntar, viene a la par la misión para desacreditarlo, inventarle historias, difamarlo, ponerle trampas.
Cultura de contrastes, solidarios y ejemplares con la gente en desgracia (por ejemplo, con los afectados por el terremoto), pero enemigos a muerte con aquel que se vuelve exitoso.
Yalitza Aparicio Martínez no podía ser la excepción, protagonista de la película Roma de Alfonso Cuarón.
Desde que se transmitió la película a través de la plataforma Netflix y en algunas pequeñas salas de cine, empecé a escuchar voces que cuestionaban el trabajo de Yalitza. Les parecía que no era nada extraordinario; ponían en duda su categoría de actriz con el argumento de que hacía lo que de manera cotidiana hace, sin ningún esfuerzo ni mérito.
A los amargados, les dolía y duele, que en corto tiempo, alcanzara la fama y los reconocimientos que ahora tiene. Aumentaron cuestionamientos y descalificaciones. No digieren que la academia de Hollywood la haya nominado para competir por el Óscar como mejor actriz. La critican y tratan de fastidiarla en vez de sentirse orgullosos de ella y apoyarla para enfrentar nuevos retos; patología de la sociedad mexicana.
Acabo de ver su protagónico en la película Roma y no tengo la menor duda de lo que afirmo: es una actriz, una gran actriz, innata, reina de la actuación y tiene todos los merecimientos para ganar el Óscar.
Sus gestos, su actitud, sus movimientos, su canto mixteco, su amor por los niños, su rostro de angustia cuando ve a los infantes peligrar en el mar y de placer ante su amante desnudo; su rostro de dolor al ver a su bebé muerto y de alegría al hacer ejercicio con su compañera de trabajo. El impacto al ver a su expareja entre los agresores de estudiantes y su nostalgia al mirar el campo y los borregos. La negativa tajante ante la invitación para tomar aguardiente y la aceptación para ingerir pulque.
Yalitza sabe transmitir emociones. Es una reina. Ojalá algún día el mexicano deje de ser enemigo del mexicano exitoso.
Yalitza es una reina
Typography
- Font Size
- Default
- Reading Mode