Tiene razón el maestro Joan Manuel Serrat cuando habla de la fragilidad de la vida; lo que puedas hacer hoy, hazlo, porque al día siguiente no hay garantía de que puedas llevarlo a cabo.
Por eso su decisión de celebrar sus 48 años de carrera artística y no esperar a llegar a los 50, porque la vida puede acabar en cualquier momento. Celebra sus 48 años en este 2019 con su gira “Mediterráneo da capo”. El nombre le encanta, el mar mediterráneo es su favorito y “da capo” es una expresión italiana que lo lleva a revivir el comienzo de su trayectoria profesional.
Me tocó verlo y escucharlo el domingo 17 de febrero en el Palacio de Bellas Artes, con su público que no se cansa de aplaudirle a cada una de sus canciones y cantar con él las más populares. Ovacionarlo de pie, porque se lo merece, poeta de la música. Su voz sigue intacta. Nadie se ha cansado de escuchar y escucharle Cantares, Penélope, Para la libertad, Hoy puede ser un gran día, Lucía, Qué va a ser de ti, Mediterráneo, Aquellas pequeñas cosas, Barquito de papel, Tío Alberto y Fiesta.
El domingo quedó claro que la fragilidad de la vida no es solo para Serrat, sino para cualquiera. No únicamente para quien está arriba del escenario sino para cualquiera que está sentado en una butaca.
Un persona que estaba en la tercera fila, en un principio me pareció que se había quedado dormida. Se hizo notoria para quienes estaban en su entorno porque cada vez que se levantaban los asistentes para aplaudir a Serrat, se quedaba en su asiento y con la cabeza agachada.
Cuando terminó el concierto y empezó a salir la gente, más de uno y una lo movieron para “despertarlo”, pero nada. Pronto personal de seguridad se acercó a ver que sucedía. Una médica empezó a examinarlo. Otro médico, que era parte del público, acudió al llamado de la voz que urgía la presencia de un doctor. No pudieron reanimarlo. La persona no reaccionó, tenía los ojos en blanco. Lo sacaron en camilla de la sala.
Por eso tiene razón el maestro Serrat sobre la fragilidad de la que nadie está exento. Seguro que esa persona nunca imaginó que iba a desfallecer durante el concierto del español.
Como todos, había llegado con el animo para disfrutar la voz y la poesía de Joan Manuel. No pudo hacerlo, no estaba dormido, había desfallecido, mientras Serrat cantaba y los demás aplaudían al artista.
Coincidencia indeseable que la persona perdiera el conocimiento en el contexto de un admirado artista que prefiere celebrar hoy sus 48 años de trayectoria, porque nadie le garantiza llegar a los 50 años y menos ante la fragilidad que caracteriza la vida de cada persona.
Serrat y la fragilidad de la vida
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