En el mundo la pandemia ha dejado a mucha gente sin trabajo y no hay excepciones. En México, según cifras de la seguridad social, por la emergencia sanitaria se han perdido más de un millón de empleos. No se ve en lo inmediato la recuperación deseada.
Ha llegado la etapa de reinventarse, encontrar la forma de trabajar desde casa, ofrecer servicios a través de la red, poner disponible un número de teléfono o salir a buscar la oportunidad.
Todos, unos más que otros, tienen reducido el ingreso o de plano están en cero. Hay necesidad, ansias de trabajo. Al menos, conseguir recursos para satisfacer lo básico.
Nadie está a salvo de la crisis. El mortífero virus ha desbaratado planes y sueños. Obliga a repensar y ajustar estrategias. Hay una nueva realidad: “normalidad pandémica”, con protocolos, restricciones y cuidados para evitar contagios.
Lupe es un veterano jardinero de la Ciudad de México al que ya no le abren la puerta en colonias residenciales como sucedía antes del brote del virus Covid-19. Le sobraba el trabajo, por ser justo en sus tarifas, buena mano para la siembra de plantas y confiable. Decidió ampliar su cobertura, visitar nuevas zonas habitacionales.
Ronda los cincuenta años. Recio y piel curtida por los días de trabajo a pleno sol. Con la fortaleza física que le ha dado el mismo trabajo, el manejo de herramientas, las tijeras, la pala, la podadora, el rastrillo, la escoba y el machete. Sencillez a la vista. El vocabulario suficiente para explicar lo que debe hacerse para cuidar áreas verdes, sembrar y podar árboles, arbustos, cortar césped.
Por esas ansias del trabajo, por la necesidad y amor por la naturaleza verde, el día que pasó frente a un reducido jardín de banqueta, de dos metros y medio por 30 centímetros, más o menos, y vio que uno de los dos arbustos estaba caído, víctima de golpe vehicular, no dudó en rescatarlo, enderezarlo, remover y acomodar la tierra.
Tocó la puerta del edificio. Nadie le respondió, quería avisar lo que había hecho, con la esperanza de ser retribuido. No tuvo éxito. Lo vieron desde otros condominios y no faltó quien le hablara, conociera su historia y recompensara de manera económica.
Además, por su actitud, por esas ansias de trabajo, ganarse la vida honestamente, recibió nuevos ofrecimientos para hacerse responsable de más espacios verdes en banquetas. No son los grandes jardines a los que estaba acostumbrado; mucho más pequeños. Si antes arreglaba uno o dos en el día debido a su extensión, ahora podrá trabajar en cinco o hasta diez de menor tamaño, de una misma calle o colonia.
Lupe no se quedó en su casa a esperar a que pase la pandemia, a que le llamen sus antiguos clientes. Salió a buscar nuevas oportunidades, por el ingreso que le hace falta.
Reajustó su estrategia en el mundo de la jardinería. Cuando pase la emergencia, tendrá una lista más larga de clientes, porque conservará a los nuevos y recuperará a los anteriores.
Lupe se ha reinventado y a muchos mexicanos también les hace falta reinventarse.
El Jardinero y las ansias de trabajar
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