Hay candidatos que han pagado sus encuestas y creen que como las supuestas preferencias los favorecen, lo único que les queda por hacer es esperar el día de la elección.
Se sienten ganadores, con el triunfo en la bolsa, convencidos de que los porcentajes a estas alturas del proceso electoral, ya son irreversibles.
Ellos y ellas, candidatos y candidatas que han financiado sus encuestas con recursos públicos son felices al preguntarle a su espejito electoral quién va a ganar el próximo domingo en México.
Su espejito les advierte que todavía falta el voto ciudadano pero ellos y ellas solo escuchan que van a ser los ganadores.
El cuento de los candidatos en su mundo imaginario, que no quieren darse cuenta ni aceptar que un sector importante de la sociedad, por no decir que toda, se ha hartado de sus anuncios y promesas incumplidas.
Como quieren creer que su espejito les ha dicho que van a ser los ganadores, ya no se junta ni debaten con los demás competidores, se cuidan de no entrar a ningún escenario de riesgo o foro que los exponga a la crítica y exhiba sus defectos, sus incongruencias.
Se encierran en su armadura del ego porque ya se han visto sentados en la silla del gobernador, en la del alcalde, jefe delegacional o en la curul del diputado federal o local.
A diferencia de la madrastra de Blanca Nieves que no desoye lo que le dice su espejito y se enfurece al conocer la verdad de que existe otra más bella, los candidatos y candidatas prefieren tragarse el resultado de sus encuestadoras e ignorar a su espejito que les recuerda que no está dicha la última palabra porque falta el voto del 7 de junio.
Desde las elecciones federales del 2012 se evidenció el manipuleo de encuestas, como parte de una estrategia para tratar de convencer a la opinión pública de que se va arriba en las preferencias o de que se ha alcanzado al que iba con amplia ventaja en los números mágicos, el empate técnico.
Vamos a suponer que las empresas encuestadoras actuaron de buena fe e hicieron la consulta con rigor metodológico, que el desatino de hace tres años obedeció a que los encuestados ya no están dispuestos a decir la verdad ante quienes les hacen las preguntas.
En cualquier caso, más les vale a los candidatos y candidatas que atiendan a su espejito y no celebren una decisión que todavía tiene el ciudadano.
Hasta el cansancio se ha dicho que las encuestas solo retratan un momento, un lapso. Con esa consideración tienen que ser vistas y asimiladas.
Si no les gusta lo que su espejito les recuerda, pueden romperlo o tirarlo a la basura, el voto libre y secreto se encargará de volverlos a la realidad.
Espejito de candidatos
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