En 1988 prácticamente ningún medio se ocupó de la campaña del ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas. Era la primera vez que participaba como candidato a la presidencia de la República. No pasaban de los dedos de una mano el número de diarios que le daban cobertura. En radio y televisión no existía, salvo para intentar desacreditarlo o exhibir sus errores.
Recuerdo que el titular del noticiero 24 horas, Jacobo Zabludovsky, entrevistó a sus dos medios hermanos, pero porque estos hablarían mal de su pariente, en horario estelar, en el canal de las estrellas.
Nadie apostaba a que el abanderado del Frente Democrático Nacional fuera a dar la campanada.
La dio y se cayó el sistema, la cúpula priísta se espantó. Dejaron de fluir los números que salían del organismo electoral que entonces estaba bajo el control de la Secretaría de Gobernación. Manuel Bartlett, hasta la fecha, no ha podido revertir la versión de esa caída.
Si bien las cifras oficiales no le fueron favorables, los seguidores del ingeniero siempre tuvieron la certeza de que había ganado; llegaron a considerar la idea de emprender un movimiento que obligara a las autoridades a reconocer lo sucedido en la contienda electoral.
Cárdenas y Porfirio Muñoz Ledo terminaron por tomar el camino del diálogo. Los panistas de Luis H. Álvarez convinieron en firmar un acuerdo con los salinistas, aceptar lo que se conoció como la legitimación en el ejercicio del poder. Don Luis, con todas sus letras, en las oficinas de su partido, cuando estaban en el Eje 6 de la colonia del Valle, me dijo que jamás iban a permitir que Cuauhtémoc Cárdenas llegara a lo Pinos.
Le tenían miedo al ingeniero, como hoy quizás se lo tienen al tabasqueño Andrés Manuel López Obrador.
Aquí el punto que te quiero subrayar es que la gente salió a votar por Cárdenas a pesar de su escasa o inexistente promoción en los medios.
En el 2000 Vicente Fox con Marta Sahagún se les adelantó a los panistas y priìstas. Empezó primero con una campaña por su candidatura. Cuando la directiva de Acción Nacional pretendió algo distinto, era demasiado tarde. El PRI dejó solo a Fox en los medios. Se volvió popular con sus botas y dichos.
Sin embargo, lo que marcó la diferencia en las urnas fue la sociedad harta del mismo partido en el gobierno, y un foxismo que no vaciló en aliarse con el magisterio de Elba Esther Gordillo.
Hubo versiones de que la gente del dinero se iba a ir del país si triunfaba la oposición, no se fue.
En el 2006, otra vez el miedo, ahora a López Obrador. De nuevo se sumaron las fuerzas tradicionales o poderes fácticos. Sufrieron para vencerlo, en un cierre de fotografía.
Para el 2012 el panismo estaba desinflado. Hubo decepción, una docena de años y el cambio no llegó. Tengo amigos que creyeron que con Fox y el PAN la corrupción se acabaría. Comprobaron que empeoró. Por eso el PRI recuperó la presidencia de la República.
La batalla por el 2018 está a la vista y de nuevo el miedo en los círculos conservadores por el repunte tabasqueño, nada más que las encuestas electorales, por lo menos en México, no son confiables.
Además, la gente ya conoce a López Obrador, ya tiene sus antecedentes de gobernante, ya sabe que no resolvió el problema de la inseguridad en la ciudad de México, que no acabó con la corrupción y que tampoco se ha significado por la transparencia en sus actos y decisiones.
En este contexto, resulta exagerado el temor al líder morenista, porque ni él, ni Margarita, ni Ricardo Anaya ni cualquier otro que tenga origen partidista, está en el ánimo de los electores.
Hay quienes ya se dieron cuenta, otros se resisten a creerlo y van a insistir en la formula desgastada, pero es obvio que los ciudadanos esperan un perfil que no tenga el olor rancio derivado de vicios partidistas.
¿Miedo a López Obrador?
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