El famoso “gasolinazo” ha provocado toda clase de reacciones, a favor y en contra. Historias variadas en las redes sociales, convocatorias a marchas, protestas, bloqueos, insultos, formas de comprar, amenazas y hasta revelaciones que supuestamente ponen en riesgo a sus propios autores, por exhibir operativos relacionados con la corrupción en la comercialización del combustible. La verdad, nada nuevo, nada que no se haya dicho en otro momento, en otra alza al precio de las gasolinas. El malestar es generalizado, porque a nadie le gusta pagar más, sobre todo cuando siempre se ha pregonado que el petróleo es nuestro.
Al margen de las voces en contra o a favor del ajuste, sorprende gratamente leer en el diario español el País, con fecha del último día del 2016, el impreso que se distribuye en México, el crecimiento de la empresa Bimbo en el mundo, ahora, a punto de entrar al mercado africano.
Es descrita como una empresa mexicana exitosa, con presencia en tres continentes, con ventas superiores a los 11 mil millones de euros. La panificadora más gran del mundo.
Recuerdo alguna vez haber visto a quien ahora está al frente de la compañía, a Daniel Servitje. Fue en uno de los eventos que organiza año con año el empresario-político Miguel Alemán.
Hace poco más de 10 años. En ese entonces, Daniel todavía no estaba en la dirección de su grupo, pero perfilaba para ocupar el cargo, una vez que su padre le cediera la responsabilidad.
La reunión de empresarios se llevó a cabo en Veracruz, cuando la inseguridad todavía no era para alarmarse, aunque de cualquier manera, hacía obligada la protección de personajes de la iniciativa privada o de la política. Daniel Servitje estaba en la lista de expositores.
Daniel cargaba su propio portafolio y caminaba por los pasillos del centro de convenciones en espera de su turno. No vi que lo hiciera con escolta o guardaespaldas. Ni siquiera con un asistente. Solo, como otros empresarios. Su vestimenta informal, no parecía traer la ropa de moda ni la más cara. Su aspecto sencillo, figura espigada. Por un momento lo vi detenerse en la cafetería del lugar, para revisar sus papeles, su texto. Llegó la hora y dictó su conferencia, un auditorio de por lo menos 150 personas, entre financieros y periodistas.
Ya en ese tiempo corría la versión de que su padre, Don Lorenzo, había preparado a su hijo para asumir el control de la empresa, que la fórmula había sido hacerlo trabajar en todas las áreas, desde panadero, empaquetador, administrador y hasta distribuidor. Para que conociera como nadie su negocio.
No pasó mucho tiempo para que Daniel se hiciera cargo de la dirección y su padre se dedicara por completo a la filantropía.
Vi cuando salió del centro de convenciones de Veracruz. Caminó la explanada como había llegado, solo. Subió a su camioneta. Arrancó como lo haría cualquier mortal normal, a velocidad moderada, sin acelerar el motor. Nadie le abrió paso ni tampoco era seguido por el llamado auto-escolta.
Lo que te cuento, es la imagen que tengo de Daniel, al frente de una empresa que ha sabido sortear los gasolinazos y que trabaja para que su pan Bimbo ingrese al continente africano.
Del gasolinazo a Bimbo
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