Esteban, disciplinado e institucional

Internacional
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Si alguno de los enlistados aspirantes a la candidatura presidencial de Morena está cerca de los Estados Unidos se llama Esteban Moctezuma Barragán, en calidad de embajador.
Y, siempre ha merodeado por el mundo político, cuando llega el tiempo de la sucesión en México, la versión de que los vecinos del norte dan su visto bueno para quienes tienen ese tipo de aspiraciones, lo que de ninguna manera quiere decir que Esteban ya la tenga ganada por su actual posición.
Cerca, por su responsabilidad laboral, pero nada más. No deja de ser una ventaja sobre sus demás competidores y competidoras, porque tendría la oportunidad de mejorar sus relaciones con personajes del primer círculo del presidente norteamericano Joe Biden.
Domina el inglés. Es maestro en política económica por la Universidad de Cambridge. Puntos a su favor. No serían suficientes para quien aspiraría a la candidatura presidencial. Nunca ha dicho que quiere ser, ni en este sexenio ni en ningún otro. No lo esbozó ni cuando era uno de los secretarios favoritos de Ernesto Zedillo. Ha sido medido en sus aspiraciones y en el actual no sería la excepción.
Si está en la lista de aspirantes a la candidatura de Morena es porque el presidente Andrés Manuel López Obrador lo mencionó. Esteban Moctezuma no ha expresado a sus colaboradores que tiene esa meta, mucho menos ha declarado que estará en la boleta en el 2024.
Por la moderación y discreción que le caracterizan, seguro si le hacen una pregunta sobre el tema, va a eludirla. No es de los que se van por la vía libre, prefiere esperar indicaciones antes de emprender una iniciativa personal o de grupo.
Quizás este perfil le ha creado una imagen mediana como servidor público. Duró menos de un año en la Secretaría de Gobernación y dejó la impresión de que le había quedado grande el cargo. No supo tomar el liderazgo que representaba ser el jefe de la política interior ni le sacó provecho al hecho de ser uno de los colaboradores preferidos de Zedillo.
Se enredó en negociaciones con los zapatistas en busca de la paz y no lo enteraron con oportunidad de que había un plan para tenderle una trampa al subcomandante Marcos. Le restaron autoridad y quedó como traidor en la historia del EZLN. Optó por irse de la Segob.
Esteban Moctezuma tampoco hizo nada extraordinario en su paso por la Secretaría de Desarrollo Social ni se significó en su corta estancia en el Senado de la República.
Su carrera política priísta terminó después de participar en la campaña de Francisco Labastida Ochoa en la coordinación. No solo se fue del PRI, también de la política.
Encontró cobijo en la iniciativa privada, en la televisora del Ajusco, como presidente de Fundación Azteca. Ahí estuvo hasta su incorporación en el gobierno de López Obrador como secretario de Educación Pública. Un secretario de la SEP simplemente cumplidor, sin hacer nada extraño ni intentar rescatar figuras del magisterio que en el pasado estuvieron en su ánimo.
Ahora como embajador de México en los Estados Unidos, fiel a su disciplina institucional, solo hará lo que le indique su jefe.

Arturo Zárate Vite

 

 

Es licenciado en periodismo, egresado de la Escuela de Periodismo Carlos Septién García, con mención honorífica. Se ha desempeñado en diversos medios, entre ellos, La Opinión (Poza Rica, Veracruz) Radio Mil, Canal 13, El Nacional, La Afición y el Universal. Más de dos décadas de experiencia, especializado en la información y análisis político. Ejerce el periodismo desde los 16 años de edad.

Premio Nacional de Transparencia otorgado por la Secretaría de la Función Pública, IFE, Consejo de la Comunicación, Consejo Ciudadano por la Transparencia e Instituto Mexicano de la Radio. Su recurso para la protección de los derechos políticos electorales del ciudadano logra tesis relevante en el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación, con el fin de conocer los sueldos de los dirigentes nacionales de los partidos.

Además, ha sido asesor de la Dirección General del Canal Judicial de la Suprema Corte de Justicia de la Nación y Coordinador General de Comunicación y Proyectos de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos. Es autor del libro ¿Por qué se enredó la elección de 2006, editado por Miguel Ángel Porrúa.

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