Luis Raúl González Pérez ha dicho que deja el cargo de presidente de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos con la “conciencia tranquila”, pero hay cuentas pendientes por lo que se refiere a los periodistas, con la seguridad de los que se dedican a informar y comunicar.
Hasta ahora, ni Luis Raúl ni sus antecesores han conseguido una acción concreta, efectiva, que frene o ponga punto final a las agresiones contra los periodistas en México.
Debe ser de vergüenza que se sepa y se diga que nuestro país es el más peligroso en el mundo para ejercer el periodismo; hay responsabilidad compartida de autoridades y organismo autónomo.
Hay una política de reacción y no de prevención; lejos de crear un escenario donde los periodistas puedan llevar a cabo su tarea sin tener que andar cuidándose las espaldas.
De acuerdo con el Diagnóstico sobre el Funcionamiento del Mecanismo de Protección de Periodistas y Defensores de Derechos Humanos, “en el 55 por ciento de los casos en que se identificaron los presuntos perpetradores, éstos eran servidores públicos, quienes están sujetos a un grado de responsabilidad superior, por su obligación de respetar a quienes ejercen labores de periodismo y defensa de los derechos humanos y de abstenerse de ataques en su contra”.
El diagnóstico fue elaborado por la Oficina en México del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos y los datos estadísticos obtenidos en oficinas del gobierno mexicano.
O sea que los que deben saber de donde vienen los ataques contra los periodistas, los saben. No han podido o no han querido desactivar el problema y las agresiones van en aumento.
La CNDH tiene una visitaduría especializada para atender estos casos. Parece más ocupada en sumar el número de agredidos y periodistas asesinados, que en encontrar una alternativa que mejore las condiciones de trabajo. Y el ombudsman que ya terminó su gestión, Luis Raúl González Pérez, se la pasó en condenas mediáticas, que solo favorecían su imagen.
Nada efectivo, los hechos hablan.
Además, Luis Raúl se involucró en un asunto sin conocer a fondo el expediente, pecó de negligencia. Lastimó a un periodista y su familia. Es una cuenta pendiente. El ahora ex ombudsman no pasaría la prueba del polígrafo, el detector de mentiras. Ya tocará a la nueva presidenta de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos, Rosario Piedra Ibarra, revisar que hizo y no hizo su antecesor.
El ombudsman y los periodistas
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