¿Periodistas sin paracaídas?

Periodismo
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Seguro que ningún periodista se aventaría al precipicio sin tomar previsiones o medir consecuencias, por más que se lo ordene su jefe o convenza de que esa es su vocación, el precio o la valentía del ejercer la profesión, para que los lectores, radioescuchas o televidentes tengan información sobre lo que suceda cuando una persona cae al vacío.
Para que relate, primero, la sensación de tirarse, luego paso a paso cómo cae, lo que ve desde la altura, el miedo, en la frontera de la vida y la muerte, lo que piensa en ese momento y si es verdad que la película de la vida se puede mirar en cuestión de segundos.
Tampoco nadie se va a tirar de manera voluntaria, por iniciativa propia, con tal de que no se le vaya la nota o suponga que así va a conseguir la mejor información del mundo o que recibirá un premio por su osadía. Su jefe, para justificarse, para evadir responsabilidad, dirá que el subordinado, su reportero o reportera, lo hizo por su cuenta, sin ser obligado, a sabiendas el peligro.
Es cierto que el periodismo tiene sus riesgos, pero no se puede mandar al profesional a la guerra sin la instrucción y protección recomendables. Si el objetivo es tirarse al precipicio, entonces hay que darle un muy buen paracaídas, botas especiales, ropa adecuada y la capacitación mínima e indispensable, conocimientos del lugar donde va a saltar, velocidad del aire, espacios donde puede aterrizar y qué hacer ante una eventualidad.
De no ser precavido, implica jugar a la “ruleta rusa”, caminar en la cuerda floja, en la raya del suicidio. No es periodismo, mucho menos convertirse en la nota al resultar lesionado, enfermo o perder la vida, por imprudencia.
El Coronavirus, por lo visto, es igual o más peligroso que ir a una guerra. Respeto y admiración para periodistas que han ido a una guerra, aunque ahora, por la modernidad del armamento, el uso de sofisticados y bélicos drones, la alta tecnología computarizada, es muy probable que ya no haya que estar físicamente en la zona de conflicto. Las batallas han dejado de ser cuerpo a cuerpo, en muchos casos.
Ante la pandemia, si la idea es que el reportero o reportera vaya a lugares más contagiosos, a hospitales, tendrá que contar con equipo que lo proteja. No son suficientes tapabocas, caretas de plástico y guantes, porque los periodistas se estarían adentrando en espacios de más riesgo. Habría que considerar tipo de ropa y hasta zapatos.
También tener garantizada atención médica, pública o privada, seguro de gastos médicos, seguro de vida. No perder de vista que contagiado, regresaría a su casa y expondría a la familia.
Muy bien por los compañeros que se la juegan, que van por la nota, tienen ganado el aplauso, pero no se tiren al precipicio sin paracaídas.

Arturo Zárate Vite

 

 

Es licenciado en periodismo, egresado de la Escuela de Periodismo Carlos Septién García, con mención honorífica. Se ha desempeñado en diversos medios, entre ellos, La Opinión (Poza Rica, Veracruz) Radio Mil, Canal 13, El Nacional, La Afición y el Universal. Más de dos décadas de experiencia, especializado en la información y análisis político. Ejerce el periodismo desde los 16 años de edad.

Premio Nacional de Transparencia otorgado por la Secretaría de la Función Pública, IFE, Consejo de la Comunicación, Consejo Ciudadano por la Transparencia e Instituto Mexicano de la Radio. Su recurso para la protección de los derechos políticos electorales del ciudadano logra tesis relevante en el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación, con el fin de conocer los sueldos de los dirigentes nacionales de los partidos.

Además, ha sido asesor de la Dirección General del Canal Judicial de la Suprema Corte de Justicia de la Nación y Coordinador General de Comunicación y Proyectos de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos. Es autor del libro ¿Por qué se enredó la elección de 2006, editado por Miguel Ángel Porrúa.

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