Había ganado el premio nacional denominado Transparencia e Integridad en México y lo primero que me preguntó mi amigo Germán fue: ¿Cuánto te dieron, de cuánto fue el premio?

Le mostré el diploma y una flor que todavía no identificó por su verdadero nombre pero decidí llamarla “Transparencia”.

Estaba feliz de ese reconocimiento, su valor no tiene precio. Otorgado en el 2005 por cinco instituciones: Secretaría de la Función Pública, el Consejo Ciudadano por la Transparencia, el Consejo de la Comunicación, el Instituto Federal Electoral y el Instituto Mexicano de la Radio.

Sólo una vez se entregó ese reconocimiento y es que las cinco instituciones no lograron volverse a poner de acuerdo para organizarlo. Les faltó la armonía que le sobra a mi flor.

Incluso, esa única vez, hubo diferencias para resolver quien era el ganador. Sin duda, pesó más el criterio de que la decisión tenía que ser transparente, sin favoritismo.

Germán bromeó: levantó las manos e hizo con sus dedos un recuadro, simulando un cheque: “así es de transparente tu cheque”.

Lo importante era el reconocimiento, resultado de una investigación periodística para obtener información sobre el sueldo de los dirigentes nacionales de los partidos; historia que retomó la Relatoría para la Libertad de Expresión de la Organización de Estados Americanos (OEA).

Desde ese 2005, cada año, en la primavera florece la planta.

Era una flor por año, este 2014 me ha regalado cinco botones.

Todas las mañanas lo primero que hago es observarla, admirarla, ver como se va desarrollando. Su tallo es delgado y en ocasiones vencido por el peso de la misma flor; un improvisado soporte ha impedido su quiebre. La flor vale todos los cuidados. Es alegría y luz, esplendor.

Su rallado naranja combinado con blanco le dan una distinción especial a sus pétalos;  las frágiles anteras se asoman como cabecitas discretas de los filamentos. Total transparencia, se muestra tal como es, en todos sus detalles, belleza perfecta de la naturaleza.

Ojalá algún día así se muestre el servicio público, en total transparencia.

 ¿Quién o quiénes eran los grandes amigos de Luis Donaldo Colosio? ¿Con quién o quiénes se olvidaba del rigor de las formas? ¿Con quién o quienes se divertía? ¿Con quién o quiénes compartía estrategias?

Desde su muerte en 1994 surgió un grupo que se identificó como los colosistas o quienes se supone actuaron como amigos del entonces candidato del PRI a la presidencia de la República.

Sin embargo, muchos de los que se dicen amigos del sonorense y que supieron capitalizar esa real o supuesta cercanía, saben que Luis Donaldo, por su carácter, los mantenía a distancia en la amistad y sólo cercanos en el trabajo. Temían cometer un error y que los dejara fuera del equipo.

Se cuidaban de no hacerlo enojar y sufrían para encontrarlo con el mejor ánimo y plantearle una situación complicada o un nuevo programa. Era temperamental pero precavido de no exhibirse ante gente extraña.

El general Domiro García, responsable de la seguridad del candidato, sufrió los desaires y desplantes de su jefe. No lo incluyeron para la preparación del arranque de la campaña en Huejutla, Hidalgo.

Los colaboradores se reunían con el candidato en una casa de la calle Aniceto Ortega en la colonia del Valle. El general tuvo que conformarse con instalar una pequeña oficina en la nevería de la esquina.

Domiro nunca encontró el modo de ganarse la simpatía de Luis Donaldo y se quejaba del trato que le daban con todo y su jerarquía de general.

Por el nombre de la calle donde se reunían, se identificaba a los asistentes como el “Grupo Aniceto”, más que colosista.

Ernesto Zedillo tampoco era bien visto, a pesar de ser el coordinador de la campaña. Lo toleraban porque había sido designación de Carlos Salinas, entonces presidente de la República.  Curioso o extraño: después de que terminó su sexenio, ningún general aceptó hacerse cargo de la seguridad de Zedillo como ex presidente. Tuvieron que asignar a un mando de menor grado.

Liébano Saénz, aun cuando era el secretario de información y propaganda en la etapa de campaña, en una reunión con empresarios de la radio en Sinaloa, Colosio lo mandó a sacar, lo que no pasó desapercibido para los asistentes.

¿Quiénes era los verdaderos amigos de Colosio?

Uno de ellos se llama Rafael Reséndiz Contreras, quien fuera secretario de información y propaganda en el PRI, cuando Luis Donaldo encabezó la dirigencia del partido.

“Rafa” le decía Colosio.

Y con Reséndiz el malogrado candidato conoció el mundo. Con él hizo viajes de descanso fuera del país. En la sede del tricolor bajaba de su oficina del tercer piso al sótano, al área de comunicación, para platicar con su amigo. Reséndiz es un personaje educado, que distingue lo fino de lo corriente, la ropa y zapatos de marca, los buenos vinos y los buenos lugares. Amante de Nueva York, su ciudad favorita. Una estrella para las relaciones públicas, carismático. Como vicepresidente de Televisa, fue el enlace de Colosio con Emilio Azcárraga, “El Tigre”. Actuaron y se dejaron ver como dos grandes amigos. Todavía lo acompañó a la Secretaría de Desarrollo Social pero ya no a la campaña presidencial.

Con Guillermo Hopkins, su paisano, se iba a comer tacos y juntos acudían a eventos sociales. Lo hizo responsable de logística en la campaña. Con él se divertía y le toleraba descuidos, que nunca tuvieron consecuencias. Era quien le llamaba por teléfono para ponerse de acuerdo sobre los esparcimientos. Los cuates sonorenses. Colosio no invitaba a nadie más a sus actividades particulares o privadas, nadie de los que presumen su colosismo.

Federico Arreola, periodista, quien dirigió el diario Milenio y luego se convirtió en coordinador de la campaña de Andrés Manuel López Obrador, actuó como el confidente favorito en la campaña.

Sí con alguien comía con frecuencia era con Federico. Se disponían dos lugares para la hora de la comida y el periodista sabía que tenía que estar cerca para cuando le avisaran de que acompañara al candidato.

Colosio acabó con la costumbre de los candidatos presidenciales de comer con los invitados especiales a las giras. Luis Donaldo prefería comer en privado con Arreola, para comentar ambos el desarrollo de la campaña y los temas nacionales del día.

Hopkins, Reséndiz y Arreola fueron los tres grandes amigos, los demás, estuvieron cerca únicamente como parte del equipo de trabajo, hasta que el 23 de marzo de 1994 Mario Aburto le quitó la vida.

La cercanía de Ernesto Zedillo con Luis Donaldo Colosio solo era en el papel, por su cargo de coordinador de la campaña, posición a la que llegó por decisión de Carlos Salinas de Gortari.

Incluso el propio Salinas, en la entrevista que concedió al periodista Rogelio Cárdenas, publicada en El Universal el pasado 10 de febrero, cita la cercanía en esos términos, “como responsable de la conducción de la campaña”, pero en ningún momento habla de una amistad y mucho menos había elementos para definir a Zedillo como colosista.

No había una relación estrecha entre ellos; al candidato nunca le gustó esa designación de Salinas pero tampoco la objetó, porque venía del presidente de la República, al que le debía la candidatura. Además, tenía claro quien en los hechos era el jefe nacional de su partido.

Por eso es inexacto suponer que Colosio tenía alguna preferencia por Zedillo y que esto contribuyó a que se convirtiera en el sucesor en la candidatura presidencial una vez asesinado el sonorense.

Zedillo llegó porque así lo quiso Salinas.

Casi 20 años después del magnicidio, se cumplen el próximo 23 de marzo, persisten versiones encontradas y diversas sobre lo ocurrido en Lomas Taurinas, dudas de si hubo uno o dos tiradores, uno o dos Mario Aburto, crimen de Estado o asesino solitario.

Suspicacias sobre las reales o supuestas diferencias entre Carlos Salinas y Luis Donaldo Colosio; el hecho es el que el primero hizo candidato presidencial al segundo.

Y para quienes fueron testigos de primera fila de esta historia, saben que era tal el respeto y lealtad de Colosio hacia Salinas, que si desde Los Pinos le hubieran solicitado su renuncia, sin vacilar el de Magdalena de Kino se la firmaba y entregaba de inmediato a quien lo impulsó para competir por la primera magistratura de nuestro país.

Entonces Salinas tenía el poder, no ahora.

Colosio encargó a sus verdaderos cercanos para fastidiar a Zedillo y lo hacían en reuniones de equipo; cuestionaban su trabajo y era el negro favorito de los colosistas, al que nada le salía bien y se llevaba la mayor parte de culpa por la falta de repunte de la campaña, aunque las causas eran otras.

 “¿Tu crees que lo hago por mi cuenta?”  fue la respuesta que dio César Augusto Santiago cuando uno de sus compañeros le hizo ver en privado que se estaba excediendo en sus comentarios y que no perdiera de vista que Zedillo estaba ahí por voluntad de Salinas.

Llegaban al extremo de ridiculizarlo, como cuando acudió vestido con sus pantalones cortos de ciclista a un parque del sur  de la ciudad de México para correr con el candidato. Claro que las bromas y risas eran a sus espaldas.

Por lo dicho y muchas cosas más fue evidente que Ernesto Zedillo nunca estuvo en el ánimo de Colosio.

A propósito del mes de la amistad y el amor hay que recordar que las afinidades entre el PRI y el PAN no son ninguna novedad, aunque a veces parezca sorprender a militantes de reciente ingreso y se les haga fácil reprobar a su dirigencia por esa cercanía.

Los senadores Javier Lozano (panista desde 2007) y Ernesto Cordero (panista desde 2010) deberían revisar la historia de su partido y comprobar la relación que ha mantenido con el tricolor, en diferentes episodios y magnitudes.

Cuando el PRI más necesitó del PAN, cuando se puso en duda el triunfo presidencial de Carlos Salinas, cuando la calificación de la elección presidencial se hizo entre jaloneos y empujones en la Cámara de Diputados entonces erigida en Colegio Electoral, prevaleció su alianza por encima de la inconformidad virulenta de la izquierda.

En este tiempo los paquetes electorales se depositaron en el estacionamiento del recinto de San Lázaro, bajo la custodia de elementos del Ejército. En más de una ocasión los opositores pretendieron que se abrieran y ahí estuvieron priístas y panistas para impedirlo.

No deben olvidar Cordero y Lozano que Manuel J. Clouthier, Cuauhtémoc Cárdenas y Rosario Ibarra acudieron en 1988 a la Secretaría de Gobernación para cuestionar el resultado del proceso.

El sistema se cayó y calló esa vez y muchas voces repitieron que la mayoría de los votos fueron para el ingeniero Cárdenas.

La dirigencia panista encabezada por Don Luis Héctor Álvarez analizó la situación, valoró los escenarios posibles y optó por aceptar un documento que abría la puerta a lo que se llamó legitimación en el ejercicio del poder.

Don Luis y sus compañeros se convencieron de que entre Cárdenas y Salinas, lo menos malo para el país era el segundo.

Y así lo hicieron.

También el PRI ha sabido corresponder en momentos críticos;  en el proceso electoral del 2006 se complicó el ingresó de Felipe Calderón al recinto legislativo de San Lázaro para que rindiera protesta como presidente de México. Entró por la puerta de atrás con la ayuda de los priìstas  coordinados por Manlio Fabio Beltrones y, la ceremonia, entre empujones, duró lo suficiente para cumplir con el protocolo y la Constitución.

Pero no son únicos episodios, los consensos se han alcanzado sobre todo en la actividad legislativa; hay que dar por hecho que ocurrirá lo mismo en la aprobación de las leyes secundarias que le darán forma a las reformas constitucionales en telecomunicaciones, energía, justicia y política en el actual periodo ordinario de sesiones del Congreso de la Unión.

Por eso Cordero y Lozano no se deben de sorprender que PRI y el PAN caminen de la mano y menos en el mes del amor y la amistad.

Saúl Juan Martínez Ramírez tiene más de 30 años de limpiar zapatos en la Cámara de Diputados.

Su cajón que él llama “portafolio” lo ha acompañado siempre y para estrenarlo lo barnizó de color caoba, pero desde que en 1994 asesinaron al entonces candidato presidencial priísta, en su homenaje y por respeto, lo pintó de negro.

El próximo marzo se cumplirán dos décadas del magnicidio del sonorense Luis Donaldo Colosio.

Le lustraba regularmente sus zapatos.

Platicaban mientras lo hacía, aunque nunca temas políticos, sino de las aficiones deportivas del legislador.

Cuando llegaba de mal humor, se quitaba el calzado para que el bolero hiciera su trabajo fuera de oficina.

“Todos tenemos nuestro carácter”, comenta Saúl para justificar a uno de sus clientes preferidos; le pagaba lo justo; el plus era la conversación amigable con quien sería presidente del PRI, titular de la Secretaría de Desarrollo Social y candidato a la presidencia de la República.

Se enteró del crimen a través de la televisión; desde ese fatídico año decidió que el color de su “portafolio” sería negro y el luto de su herramienta de trabajo se ha mantenido hasta la fecha.

“Aquí subía su pie” –recuerda señalando la parte superior de su cajón.

A Saúl también le ha tocado limpiar los zapatos de Fernando Ortiz Arana, Humberto Lugo Gil, Mariano Piña Olaya y Sócrates Rizzo, entre otros.

Tiene muy presente el nombre de Piña Olaya, quien fuera gobernador de Puebla, porque como legislador le daba por boleada 15 pesos cuando la tarifa era apenas de 80 centavos.

Actualmente Saúl combina su trabajo de bolero con el de empleado de la misma cámara.

Hace 26 años empezó en el área de intendencia y ahora apoya tareas de logística.

En la lucha por el relevo en la dirigencia del Partido Acción Nacional (PAN), Gustavo Madero se perfila para seguir en la presidencia.

Tiene más puntos a su favor que cualquiera de los otros contendientes, resultado de su gestión al frente del panismo.

Ha sabido recuperarse del tropiezo de 2012 y cargarle la derrota a Felipe Calderón, quien no pudo imponer a Ernesto Cordero en la candidatura de su partido ni lograr el triunfo de su hermana Luis María Calderón en Michoacán.

Ya sin la sombra calderonista, Madero consiguió que el PAN conservara la gubernatura de Baja California.

Además, a pesar de la inconformidad de Cordero, lo hizo a un lado de la coordinación de los senadores panistas y colocó a Jorge Luis Preciado. En la Cámara de Diputados tiene a Luis Alberto Villarreal coordinando la bancada azul.

Su periodo de tres años venció el 4 de diciembre pasado, pero debido al proceso de modificación estatutaria y la nueva forma para elegir al presidente del partido, se ha mantenido a la cabeza.

Esto le ha permitido seguirse promocionando desde la presidencia. Es el protagonista en los spots de Acción Nacional en televisión y radio. Es el que más se ve de los panistas.

También hay que añadirle su participación en el Pacto por México, estuvo en la mesa de negociaciones y acuerdos.

En cambio sus principales contendientes, Ernesto Cordero y Josefina Vázquez Mota, se han rezagado. Al primero, por su novatez como político, no se le hizo ser candidato presidencial y cuando creyó que ya lo sabía todo, perdió la coordinación en el Senado de la República. Josefina, después de su fracaso en la competencia del 2012, prefirió irse de vacaciones y ahora supone que su solo nombre basta para que la sigan los militantes.

De acuerdo con las nuevas reglas, ya no será un consejo de 360 sabios el que elija al dirigente sino más de 400 mil militantes activos, que por supuesto, tienen más en la mente y en su corazón a Gustavo que a Ernesto y Josefina.

El atractivo económico de esta competencia es que el presidente del PAN tiene un ingreso mensual superior a los 190 mil pesos y el financiamiento público para su partido en el 2014 ronda los 900 millones de pesos.

La última noche del año, como de costumbre, de risas, buen humor, carcajadas, abrazos, buenos deseos, momentos de felicidad, alegría, con la familia, con los amigos y no tan amigos, con los que están cerca y que nunca has visto porque la celebración la tienes en un restaurante, en un centro de espectáculos, en la casa de un vecino o en un lugar de tránsito.

Choque de copas, beber el líquido espumoso y comerse las doce uvas en el menor tiempo posible; entre más rápido, más viable, según vox pópuli, cumplimiento de los deseos.

Noche para reír, para escuchar música, para bailar, para cenar como pocas veces en el año, para bridar con champán francés, aquellos que pueden; con vino espumoso nacional, los moderados; con sidra, porque resulta económico, o con lo que sea, para los que todavía no ven la suya o quizás nunca la vean, satisfacer sus necesidades básicas.

Infaltable el llanto por los que se han ido, por los gratos o ingratos recuerdos, por las derrotas y triunfos, por los fracasos y los éxitos. Lágrimas por emoción o tristeza.

Horas y minutos nocturnos que solo se viven una vez al año, para despedir al que se va y darle la bienvenida al que viene.

Globos por los aires, luces de bengala, velas en las mesas. Niños y adultos, personas de la tercera edad, hay que decir mujeres y hombres, para que nadie se sienta discriminado. Unidos en el festejo del viejo y año nuevo, el que agoniza y el que nace, rostros sonrientes y felices, auténticos y fingidos, de ricos, poderosos, pobres y no tan pobres, de los dueños de la verdad, de los que deciden y de los que siguen esperando justicia.

Todos caben en la noche del último día del año, el México de la fiesta, del jolgorio, el reventón para los que pueden y otros como puedan.

Es la noche del disfrute, a sacarle hasta la última gota de felicidad ahora que hay vida, porque la felicidad no cuesta, es gratis, es actitud, disposición y emoción, no es exclusiva de nadie.

Chocar las copas y brindar por el México que viene.

El país que nos han anticipado y dibujado diputados y senadores, los hombres y mujeres del poder, bajarán las tarifas eléctricas y del gas, habrá más empleos, se podrá explotar el petróleo que se encuentra en aguas profundas, mejorará la educación, será más fácil pagar los impuestos, pagarán más los que más tienen, habrá menos pobres, elecciones equitativas, consejeros electorales imparciales, fiscalía autónoma justa, por fin justicia pronta y expedita, menos comida chatarra y más salud, más transparencia, rendición de cuentas, respeto a los derechos humanos, marchas y plantones regulados, competencia en la televisión abierta, más seguridad y abatimiento de la delincuencia e impunidad.

El México esperado y prometido.

¡Feliz año nuevo!

Es tal el gasto en la promoción de su imagen que sus seguidores y padrinos no deben desperdiciarlo,  es conveniente que lo vayan considerando para la competencia del 2018.

A Manuel, desde su etapa como senador, la que le conozco, lo he visto como joven cordial, inteligente y encaminado para la gubernatura de Chiapas. Nada más tuvo que esperar el tiempo electoral de su terruño para lograr el ascenso político con el apoyo de su partido Verde Ecologista de México y del PRI, que incluía la bendición de Manlio Fabio Beltrones.

Por supuesto que es listo, no tiene pelo de tonto y seguro que sabe lo que ha hecho y lo que significa el despliegue publicitario con el pretexto de su informe de gobierno. Su cara hasta en la sopa, en el cine, en el transporte público, en los espectaculares, en la radio, en la televisión, en los periódicos, en Internet, en las redes sociales, en la revista Hola. En donde se imagine.

Debe conocer el costo de esa promoción cualitativa y cuantitativamente. Claro que no la iba a llevar a cabo si supiera que la guillotina de la ley es una amenaza para sus aspiraciones. La planeó y calculó la reacción. Ha conseguido posicionarse a nivel nacional. Bien o mal, la gente habla de él.

Los que ahora lo critican, que tienen motivos para hacerlo, lo único que van a conseguir es promoverlo más. Descartado que vayan a empujarlo hacia un juicio político. Le darán fuerza a sus alas para que llegue al 2018 y sea tomado en cuenta como prospecto para la candidatura presidencial.

Es el México que vivimos.

Manuel, en su paso por el Senado, se hizo de un gran amigo, del campechano Alejandro Moreno Cárdenas, actual diputado federal, mejor conocido como “Alito”. Y éste también va en camino de convertirse en candidato a gobernador, por el estado de Campeche. Ninguno de los dos es un ángel de la caridad. Saben y hacen política. Se comportan como políticos mexicanos, conocedores de la escalera que los puede llevar a la cima.

Como senadores, comían y se divertían juntos. Iban juntos en la camioneta de Alito el día que les robaron su reloj en las Lomas de Chapultepec. Manuel tiene 33 años. Alejandro 38. Los dos nacieron en el mes de abril. El primero milita en el PVEM y el segundo en el PRI, partidos aliados.

Se dirá que ofende la promoción, sobre todo tratándose del gobernador del estado más pobre. Sin embargo, el marco normativo se lo permite; de lo contrario, jamás se hubiera atrevido a ese despliegue publicitario. Además, hay que dar por hecho que encontró un mecanismo dentro de la ley para no arruinar las arcas de su estado.

Manuel Velasco ya empezó a volar para el 2018, al lado de la cantante Anahí, su novia.

En Instituto Federal Electoral (IFE) ha entrado en su fase de agonía y en unos meses más, en el 2014, nacerá el Instituto Nacional Electoral (INE). Todavía falta que la reforma constitucional en esta materia sea aprobada por la mayoría de los congresos locales.

Los diputados federales dejaron pendiente la elección de cuatro consejeros electorales y un consejero presidente, para llenar las vacantes de lo que todavía se conoce como IFE y que en este momento está funcionando nada más con cuatro consejeros.

Sin embargo, para no duplicar la actividad legislativa y pasarse el 2014 eligiendo consejeros, los diputados quizá opten por centrarse en el nuevo INE, que tendrá 10 consejeros electorales y un consejero presidente. Todo deberá de quedar listo a la mitad del año que viene, salvo que los legisladores, que tienen su reloj particular, digan otra cosa

Con la reforma se han tomado medidas para evitar que se atore en las negociaciones la elección de consejeros. De ser necesario, habría insaculación y hasta los ministros de la Suprema Corte de Justicia de la Nación podrían intervenir para culminar el proceso.

Independientemente de lo que se resuelva, ya hay 64 candidatos para incorporarse al IFE o INE, entre politólogos, administradores, abogados, articulistas de diarios, académicos, ex funcionarios de organismos electorales federal y estatales, expertos electorales.

Citaremos algunos de ellos, con presencia en las redes sociales.

Si fuera determinante el número de seguidores que en twitter, Ciro Murayama  Rendón tendría en la bolsa el puesto de consejero. Su dirección @ciromurayama cuenta 12 mil 434 seguidores. Explicable porque escribe como articulista para El Universal, periódico de los más leídos en México. Lo que le resta puntos en esta competencia es su crítica al nuevo organismo, lo considera oneroso y lejos de darle certeza a los procesos locales.

César Astudillo Reyes @astudillocesar tiene dos mil 344 seguidores en twitter. Es  discípulo de Jorge Carpizo (QEPD), quien fuera fundador de la CNDH, procurador general de la República y secretario de Gobernación. En homenaje póstumo llamó “estadista” a su maestro. El pasado 9 de diciembre envió a la presidencia de la mesa directiva de la Cámara de Diputados su declinación para participar en este proceso, entre otras cosas, porque el INE plantea más preguntas y dudas que respuestas.

Arturo Bolio Cerdán cuenta con mil 613 seguidores. Trae la etiqueta del estado de México. Entre sus “followers” se encuentran la secretaría de salud mexiquense, el abogado de Televisa Javier Tejado y el ex consejero Francisco Guerrero. Ha sido consejero electoral en Edomex. También escribe en un periódico de Toluca. Cien por ciento mexiquense.

Néstor Vargas Solano @nvs tiene 366 seguidores en twitter. Más de una década dedicado exclusivamente al estudio del derecho electoral. Fue presidente del Instituto Electoral del Distrito Federal. Abogado por la UNAM, becado por el Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología y grado de maestro por la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO) en “Gobierno y asuntos públicos”.  Autor de un sistema informático para facilitar la fiscalización de los gastos de los partidos políticos. Entre sus “followers” tiene a priístas, panistas y perredistas.

Mauricio Farah Gebara, secretario general de la Cámara de Diputados. Egresado de la Facultad de Derecho de la Universidad Nacional Autónoma de México y maestro por la Universidad de Essex, Inglaterra. Agradeció el encarte pero de inmediato se descartó porque en su futuro aparece la Comisión Nacional de los Derechos Humanos (CNDH).

María Marcela González Salas y Petricioli es otro cuadro mexiquense. En la actualidad se desempeña como directora de Juegos y Sorteos de la Secretaría de Gobernación. Ha sido candidata para cargos de representación popular por el PRD. Era directora general del sistema de Radio y Televisión con el gobernador Eruviel Ávila.

Es más un cara dura que un político sonriente.

A diferencia del clásico político que al primer flashazo asoma la sonrisa, el ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano la tiene perdida y no se puede quejar de que la fortuna le es adversa.

Vivió en casa presidencial, al lado de su padre Lázaro Cárdenas y su madre doña Amalia Solórzano.

Lo tuvo todo desde su infancia y como hijo de político ha sido senador, subsecretario, gobernador, jefe de gobierno del Distrito Federal, dirigente nacional del PRD y tres veces candidato a la presidencia de la República.

Con las siglas del perredismo consiguió que su hijo Lázaro Cárdenas Batel también fuera gobernador de Michoacán.

La vida le ha sonreído pero su rostro no se caracteriza por la sonrisa, tiene un gesto casi siempre amargo.

En su primera campaña como candidato a la presidencia de la República, en 1987  por el llamado Frente Democrático Nacional, nunca le vi una sonrisa. Sus dos escuderos en esa etapa, César Yáñez, quien después se convertiría en el fiel comunicador de Andrés Manuel López Obrador, y Armando Machorro quien terminó trabajando en el gobierno de Michoacán con Lázaro Cárdenas Batel, hijo del ingeniero, le aguantaron el estilo seco y áspero. Cuando los juntaba era generalmente para llamarles la atención o darles alguna indicación. El buen humor y las risas no estaban en la agenda del candidato.

A pesar de ese gesto nada amigable ni cordial, sumó tal número de votos en la elección de 1988 que el sistema se cayó.

O sea que la sonrisa no le hizo falta para darles un susto a sus ex compañeros priístas.

Después, al competir por la jefatura del gobierno del Distrito Federal en 1997, se dijo que la sonrisa que le sacó su asesor de imagen, para los posters y la televisión,  contribuyó a que ganara el proceso electoral.

Sin embargo, la sonrisa no es lo suyo, por lo menos para la actividad pública, aunque por lo visto tampoco le ha hecho falta, quizás por la aureola que lo sigue a todas partes y que es la de su padre el general Lázaro Cárdenas, autor de la expropiación petrolera.

Hizo su arribo en una caravana vehicular más larga que la utilizada por el presidente de la República.

La comitiva se adueño de la calle de Donceles, con los flamantes autos negros del líder y su equipo. Más de una docena de guardaespaldas y otro tanto de colaboradores y ayudantes.

Había terminado la sesión del Senado en la vieja casona de Xicoténcatl, en el Centro Histórico de la ciudad de México. El líder del grupo priísta y presidente de la Gran Comisión, don Antonio Riva Palacio, como siempre, en su amplia oficina, atendiendo asuntos de último momento antes de irse a comer.

No se hizo ningún anuncio o por lo menos no se informó a los periodistas que llegaría el dirigente petrolero.

Se descubrió el secreto hasta que apareció la caravana de automóviles. Se hizo la logística para que entrara por la puerta lateral, con el único fin de que no fuera molestado por los reporteros.

Impecable su traje, cortado a la medida, zapatos relucientes, sonriente y saludador con los suyos.

Personaje del poder. Guiado de inmediato y directo a la oficina de Riva Palacio. Nada trascendió de lo platicado entre ellos. Era conocida la discreción del senador y “La Quina” tampoco reveló nada.

Para que no fueran molestados y nadie parara oreja o la acercara a la puerta, se apostaron dos guardaespaldas, cada uno con una bolsa de trapo, como si cargaran los regalos de la ocasión. Utilizaban los dos brazos para ello. Era evidente que ocultaban sus herramientas, armas, quizás metralletas, no las exhibieron. Ahí estuvieron hasta que concluyó el encuentro, con el rostro endurecido y mirada escudriñadora.

No se quedó a comer. Únicamente platicaron. Se fue como llegó, sin que nadie lo molestara, con su aureola de poder petrolero, sonriente.

Apenas se marchó, la calle volvió a las normalidad, no era la comitiva del presidente sino de Joaquín Hernández Galicia.

Jamás trascendió lo que conversó con don Antonio.

Arturo Zárate Vite

 

 

Es licenciado en periodismo, egresado de la Escuela de Periodismo Carlos Septién García, con mención honorífica. Se ha desempeñado en diversos medios, entre ellos, La Opinión (Poza Rica, Veracruz) Radio Mil, Canal 13, El Nacional, La Afición y el Universal. Más de dos décadas de experiencia, especializado en la información y análisis político. Ejerce el periodismo desde los 16 años de edad.

Premio Nacional de Transparencia otorgado por la Secretaría de la Función Pública, IFE, Consejo de la Comunicación, Consejo Ciudadano por la Transparencia e Instituto Mexicano de la Radio. Su recurso para la protección de los derechos políticos electorales del ciudadano logra tesis relevante en el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación, con el fin de conocer los sueldos de los dirigentes nacionales de los partidos.

Además, ha sido asesor de la Dirección General del Canal Judicial de la Suprema Corte de Justicia de la Nación y Coordinador General de Comunicación y Proyectos de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos. Es autor del libro ¿Por qué se enredó la elección de 2006, editado por Miguel Ángel Porrúa.

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