“Siendo las 19:00 horas, declaro inaugurado el congreso estatal cetemista”, había dicho el vetusto Fidel Velázquez Sánchez (QEPD), secretario general de la Confederación de Trabajadores de México (CTM). Al mismo tiempo, había clavado su mirada en su reloj, para que nadie tuviera duda de que era la hora correcta.
El acto en Culiacán, Sinaloa, con un horario distinto, con una hora menos que en el centro de la República.
No faltó la voz anónima de un obrero que desde galería se atrevió a corregir a su dirigente nacional.
-“¡Son las seis!”- gritó.
Un relampagueante silencio recorrió el auditorio, ni un murmullo ni nada, todos enmudecieron.
Don Fidel ni se inmutó, con la parsimonia y serenidad que lo caracterizaban, volvió a tomar el micrófono.
Los obreros expectantes, sin perder de vista sus movimientos y con los oídos abiertos para lo que fuera.
Quien había osado hacerle la precisión, cuentan los que estaban a su lado, empezó a ponerse nervioso.
La mayoría contenía su respiración.
Don Fidel volvió a mirar su reloj. Carraspeó su garganta y reafirmó lo dicho con un complemento que nadie esperaba:
“Siendo las 19:00 horas, hora de la CTM, declaro…”
Nadie se rió ni murmuró. Cero murmullos, absoluto respeto al dirigente.
Quedaba claro para todos que eran las 19:00 horas.
Fue la primera vez que vi a un político hacer su propio tiempo, esa era la autoridad que imponía Fidel en su gremio. Testigo del episodio fue Juan Millán, entonces líder estatal cetemista.
Después me tocó ver a los diputados federales hacer lo mismo, se les había agotado el tiempo para aprobar una de las reformas fiscales.
Sin embargo, minutos antes de que las manecillas se juntaran para anunciar un nuevo día, desde la presidencia de la mesa directiva se determinó detener el reloj. Acabaron después de la medianoche, a las tres de la mañana, pero para los efectos oficiales, finalizaron antes de las cero horas, para que no quedara constancia de que se había violado la ley.
Es el uso del poder, por encima de lo que establezcan las costumbres y normas. Ha sido un ejercicio de quienes están al mando para cuando consideran que la ocasión lo amerita, lo mismo en el ejecutivo, que en el legislativo o judicial. Así ha sido en el caso de la Constitución.
La que entró en vigor en 1917, la federal, el próximo año celebrará su centenario. En la Ciudad de México, ya se gesta su propia Constitución, hay una ansiedad de sus políticos por tener su ley.
En cualquier caso, lo único que falta es que se cumpla, a cabalidad, por gobernantes y gobernados.
¿Se cumple o no la Constitución?
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