Es evidente que Cuauhtémoc Blanco no es un político de carrera, nunca antes había ocupado un cargo público. Orgulloso americanista, autor de la “Cuauhtemiña” en el futbol mexicano. Ídolo indiscutible. Con estilo singular para celebrar sus goles, la pose del indígena del mismo nombre que tira una lanza.
Lo suyo no es poner la otra mejilla. No se olvida el día que le soltó un golpe al cronista deportivo David Faitelson. Futbolista estrella, característico por sus rabietas en el campo de juego y ante decisiones arbitrales que le han parecido injustas.
Solo una vez he tenido la oportunidad de verlo en persona. Encuentro casual. Coincidimos en el mismo restaurante de Polanco en la Ciudad de México en enero de 2003.
Cuando llegué con mi familia a “Los Arcos” ya estaba ahí, sentado, con un “pescado zarandeado” sobre la mesa.
Eran tiempos de gloria futbolera para el americanista. Carismático, ocurrente.
A su lado estaba la conductora de televisión Galilea Montijo, quien entonces era su pareja o novia.
Mi hijo menor consiguió el autógrafo de los dos. Ambos sonrientes y cordiales. Accesibles. Bien comidos y contentos. Divertidos. Estaban con otros personas que no identifiqué.
Años después, con la fama de futbolista y miles de seguidores, Cuauhtémoc logró convertirse en presidente municipal de Cuernavaca. Sorprendió a muchos. Convenció a una sociedad que anhelaba un alcalde diferente.
Hasta ahora ha resultado más hábil que los políticos del estado de Morelos. A pesar de que los tres poderes (Ejecutivo, legislativo y judicial) han intentado derribarlo o quitarle la presidencia municipal, ya cumplió un año en el ejercicio del poder y sigue indoblegable.
Ni el mismo gobernador Graco Ramírez que tiene el colmillo retorcido, con larga experiencia y aspiraciones presidenciales, ha podido vencerlo.
¿Por qué? ¿Cuál es el secreto? ¿Qué lo ha hecho invencible?
Ha demostrado que no es un pendejo, sino un tipo listo y audaz, con un instinto de supervivencia muy desarrollado para salvar las adversidades de la política.
Lo han victimizado y así es visto por la sociedad de Cuernavaca. Ha resistido hasta la andanada de notas negativas en el programa de televisión de la periodista Denise Maerker. Le funciona el argumento de que no lo dejan trabajar, por la diversidad de acciones legales que han emprendido en su contra. Tiene complicado llevar a cabo grandes obras en beneficio del municipio que gobierna.
De cualquier manera, en esa batalla desigual, por su destreza conocida, si sus contrarios pecan de soberbia, insisten en tirarlo con “una plancha” (como se dice en el futbol) y descuidan la defensa, puede hacerles la “Cuauhtemiña”, burlarlos y colarse hasta la gubernatura.
El instinto de Cuauhtémoc
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