En México es sabido, no público, que hay empresarios muy poderosos, con mucho dinero, que se cuidan para no ser espiados. Tienen una especie de búnker impenetrable para micrófonos de cable e inalámbricos, donde la señal de teléfono no sale ni entra. En ese espacio no se reúnen todos los días, solo cuando realmente van a tratar un asunto de estrategia fundamental para su negocio.
¿A quién le puede interesar espiar a un empresario?
Puede ser a cualquiera de sus competidores, a funcionarios de gobierno, a oficinas dedicadas a la seguridad.
Por supuesto que para tener un búnker, hay que invertirle una buena lana. Son contados los que pueden hacerlo. Seguro que es redituable, no tienen que preocuparse de que gente ajena o adversarios se enteren de sus planes empresariales u opiniones sobre lo que sucede en México.
En ese sentido, el espionaje los tiene sin cuidado.
No sucede lo mismo en la política, a más de un servidor público le han grabado una conversación y hay pláticas que se han hecho públicas.
A Luis Donaldo Colosio Murrieta lo espiaron y él pudo comprobarlo. El día que solicitó a su equipo que revisaran su oficina en la Secretaría de Desarrollo Social, encontraron un micrófono. Colosio no hizo escándalo ni presentó alguna denuncia. También sus colaboradores guardaron discreción. Sospecharon de todos, nunca tuvieron la certeza de quién o quiénes lo espiaban. Podría haber sido alguno de los que competían por la candidatura presidencial o gente del mismo gobierno, que quería estar enterada de cada uno de sus dichos privados.
Desde ese momento, Colosio ordenó acciones preventivas antes de ocupar alguna oficina. Personal especializado inspeccionaba minuciosamente, cada uno de los rincones, del sitio donde trabajaría. Nunca más volvieron a encontrar micrófonos ni nada que se le pareciera.
En la actualidad existe la versión de que los sistemas de espionaje son más sofisticados, por el avance de las tecnologías y la digitalización. Al menos en las películas se ve que pueden espiar desde un satélite, al que quieran. También existen los drones para ese mismo propósito.
Hace más de dos décadas, recuerdo que un senador me pidió que nunca le hablara por teléfono. Las conversaciones siempre fueron en persona y en lugares que consideraba seguros. A la distancia, por lo que ahora trasciende, está claro que era justificado su temor.
En la actual legislatura, en el Senado, los panistas descubrieron micrófonos en su sala de juntas. Los morenistas están convencidos de que se trata de un montaje. Veremos que encuentra la Fiscalía General de la República.
Por lo pronto, van a tener más trabajo los expertos que se dedican a detectar si un determinado lugar está siendo espiado.
El día que espiaron a Colosio
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