Pastel legislativo

Poder legislativo
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Habían pedido velas para el pastel, como en los tiempos previos al Coronavirus, cuando el festejado o festejada podía medir la fuerza de su soplido. El momento para que uno de los bromistas se colocara estratégicamente atrás del cumpleañero y en la primera oportunidad empujarle la cabeza haría el merengue, en la acostumbrada “mordida”.
A nadie le importaba que con el soplido, gotas de saliva fueran al pastel y mucho menos que con la cara impactada en el merengue, quedaran rastros de sudor o hasta de un cabello. La insalubridad, lo de menos; lo importante era la celebración, las risas por el improvisado payaso o mimo con la cara blanca, rosa, azul o del color que fuera la crema.
Otros tiempos. La pregunta de hoy: ¿y para qué las velas? Nadie va a querer que las enciendan y si las encienden nadie va a querer que las apague, por el riesgo de contagio viral. La “mordida”, descartada. Cero voces clamando ¡mordida! ¡mordida! Palabra prohibida, salvo que alguien tenga la idea de echar a perder el pastel o que nadie coma.
Las velas se encendieron, empezaron a cantar las mañanitas. Vendría el soplido. El reducido grupo expectante. ¿Cómo las apagará? Pronto vino la respuesta. Levantó el brazo derecho (¿sería conservador?), extendió la palma de la mano, una especie de abanico, empezó a moverla de izquierda a derecha, cada vez con más rapidez, energía limpia, viento eólico, hasta extinguir el fuego.
Obligada creatividad por el Coronavirus, nueva forma para apagar el pastel, aunque nunca faltará el obstinado y necio, como en la política, que quiere hacer las cosas a su manera, para acabar con el fuego de un soplido, con todas sus consecuencias.
Y a propósito de la política, de las cámaras legislativas, de los diputados y senadores, ¿Cómo se van a sentar en sus curules y escaños? ¿habrá sana distancia? ¿tendrán espacio en sus salones plenarios para que aplique la sana distancia? ¿se van a saludar de mano? ¿evitarán en beso en la mejilla? ¿habrá quienes se atrevan a darse un abrazo? ¿usarán cubrebocas? ¿guantes? ¿careta? ¿pruebas médicas rápidas para detectar con oportunidad al contagiado, si es que alguno tiene esa mala fortuna? ¿tendrán gel antibacterial a la mano para limpiar sus lugares? ¿utilizarán el botón electrónico, que también puede ser contaminante o preferirían votar con el brazo levantado? ¿organizarán conferencias de prensa con un cerco plástico? ¿manejarán sus autos o utilizarán al chofer para llegar a los recintos legislativos?
La normalidad ya no será la misma a la que estaban acostumbrados. El Coronavirus tiene predilección por los de la tercera edad, aunque nadie está exento de ser contagiado.
México necesita que todos empiecen a cumplir su trabajo y a los legisladores, en particular a los de la mayoría, ya se los dijeron y pidieron desde Palacio Nacional.

Arturo Zárate Vite

 

 

Es licenciado en periodismo, egresado de la Escuela de Periodismo Carlos Septién García, con mención honorífica. Se ha desempeñado en diversos medios, entre ellos, La Opinión (Poza Rica, Veracruz) Radio Mil, Canal 13, El Nacional, La Afición y el Universal. Más de dos décadas de experiencia, especializado en la información y análisis político. Ejerce el periodismo desde los 16 años de edad.

Premio Nacional de Transparencia otorgado por la Secretaría de la Función Pública, IFE, Consejo de la Comunicación, Consejo Ciudadano por la Transparencia e Instituto Mexicano de la Radio. Su recurso para la protección de los derechos políticos electorales del ciudadano logra tesis relevante en el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación, con el fin de conocer los sueldos de los dirigentes nacionales de los partidos.

Además, ha sido asesor de la Dirección General del Canal Judicial de la Suprema Corte de Justicia de la Nación y Coordinador General de Comunicación y Proyectos de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos. Es autor del libro ¿Por qué se enredó la elección de 2006, editado por Miguel Ángel Porrúa.

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