Senadores comprobaron el jueves pasado (25 de noviembre) que para dirimir diferencias no se requiere llegar a empujones, jaloneos y pisotones como ocurrió el día que Rosario Piedra Ibarra rindió protesta como presidenta de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos.
En esa ocasión, el senador Gustavo Madero fue a dar al suelo, como quizás nunca antes le había sucedido como legislador, inconforme con el procedimiento para validar el nombramiento de Rosario. Entre trompicones logró cumplirse con el protocolo legislativo. El jueves pasado, desde su escaño, sentado, sin intercambiar ofensas, en un marco de respeto, Madero pudo cuestionar a Ricardo Monreal, presidente de la Junta de Coordinación Política.
Lanzar ofensas no ha sido acción exclusiva de un solo género, lo han hecho senadores y senadoras, entre ellos, entre ellas y entre todos. Tampoco se han salvado invitados o comparecientes que han tenido que aguantar, calladitos, variedad de insultos y hasta humillaciones.
Escenarios que volverán a presentarse, la pasión de la política a veces se desborda o es desbordada por quienes no se distinguen por el respeto y prefieren la provocación, la violencia verbal, cuando juzgan que está perdido el debate en la tribuna y la votación.
Lo del jueves fue otra cosa, como diría al final la presidenta de la mesa directiva Olga Sánchez Cordero, motivada por lo visto y escuchado: “¡Cámara Alta!” Ahí está el video para observar el orgullo de su expresión, porque el debate había sido de altura.
Todas y todos estaban satisfechos con lo presenciado, la confirmación de que no hay necesidad de echar mano del insulto para debatir. El tema era polémico y va a seguir. El acuerdo del Ejecutivo para agilizar obras del gobierno, declararlas de seguridad nacional, con la finalidad de que no se atoren en el burocratismo. La oposición considera medida opaca y contraria a la Constitución, por eso la solicitud de medio centenar de senadores para que la mesa directiva interponga controversia constitucional ante la Suprema Corte de Justicia de la Nación.
El acuerdo presidencial tuvo como su defensor en tribuna al mismo Ricardo Monreal, que no dejó pregunta sin contestar. Todas las que quisieran sus compañeros de oposición. No fue exactamente una cátedra de salón universitario, como las que da a sus alumnos de posgrado en la UNAM, pero no desaprovechó la oportunidad de llamar su atención para que registren la coincidencia o congruencia de lo que dice dentro y fuera del aula.
De las tantas preguntas, hubo una que parecía acorralarlo, que le exigía definición: ¿Es o no constitucional el acuerdo del Ejecutivo?
Monreal respondió en sentido afirmativo, a reserva de lo que pudiera resolver la Corte, si le llega la controversia.
La ministra con licencia, ahora presidenta de la mesa directiva, Sánchez Cordero, informó que ya había dado instrucciones al área jurídica del Senado, para que analice el camino que debe de seguir la petición. Admitió que tiene dudas sobre si ella puede y debe ser el conducto para plantear la controversia constitucional en la Corte.
Debate respetuoso, aleccionador, con el ingrediente, esencial, de que había en la tribuna y en los escaños especialistas en Derecho, con la capacidad de saber preguntar y responder.
En síntesis, el Senado recobró altura.
Recobró altura el Senado
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