A veces lo que se ve, no corresponde a la realidad. Las apariencias engañan, sobre todo en política.
La Cámara de Diputados no es la excepción.
Cualquiera diría, al observar la escena por el Canal del Congreso o de manera presencial en el recinto de San Lázaro, que los diputados y diputadas en el salón plenario, de todos los partidos, estaban felices.
No es cierto.
Muchos habían apretado el botón de voto a favor de la reforma constitucional, para aprobar la modificación a los artículos 55 y 91 de nuestra ley suprema, por conveniencia, porque en política no se puede o no se debe ir contra la corriente, sobre todo en tiempos electorales.
Por eso legisladores y legisladoras de todos los partidos aprobaron bajar la edad, de 21 a 18 años, para que los jóvenes tengan derecho a competir y, de ganar las elecciones, lograr un lugar en el recinto de San Lázaro.
En estos tiempos hubiera sido error votar en contra de esa reforma, porque entonces los jóvenes se la cobrarían al partido que lo hiciera.
Lo recomendable era votar a favor en el salón plenario de la Cámara de Diputados, para ganarse la simpatía de los jóvenes al ampliar sus derechos políticos, al darles la posibilidad de ser diputados a partir de los 18 años.
La falta de experiencia, madurez y conocimientos de lo que es el poder legislativo, no importa. Habrá quizás casos excepcionales, jóvenes maravillas, genios, sensibles y responsables, que cumplirán con la responsabilidad que significa desempeñarse como diputado.
Hasta ahora, no hay registro de que un joven de 21 años, a partir de que se estableció esta edad para ser diputado, haya brillado y acaparado la atención por su inteligencia y servicios al país.
El famoso “Niño Verde” Jorge Emilio González Martínez sobresalió no precisamente por su trabajo legislativo sino por sus escándalos, por servirse del fuero para negocios particulares.
Por eso decimos que las apariencias engañan, porque la mayoría de los diputados y diputadas que votaron por dicha reforma constitucional, no estaban convencidos de que fuera lo mejor para enriquecer el trabajo legislativo, pero no les quedaba otra con los tiempos electorales encima. Sus comentarios en corto, entre ellos, era de reprobación.
Los jóvenes, si van a votar en las próximas elecciones, pueden marcar la diferencia en Coahuila y en el estado de México en este 2023 e igual puede suceder en la competencia por la presidencia en 2024.
No fue la única modificación que aprobaron diputados y diputadas de todos los partidos para beneficiar a jóvenes interesados en formar parte del poder. También le bajaron a la edad para ser secretario o secretaria de despacho, integrante del gabinete, de 30 a 25 años.
Aquí igual, motivados por el mismo argumento, conquistar simpatía de jóvenes en tiempos electorales. Se aprobó por unanimidad, por unanimidad ficticia. Muchos estaban en desacuerdo.
Y en este punto, el disgusto no solo fue porque podría llegar gente con menos experiencia y limitada capacidad al gabinete, sino al descubrirse que la reforma tenía dedicatoria.
Según la hipotética versión, uno o una de las actuales integrantes de la cámara, que todavía no llega a los 30 años de edad, pero ya rebasa los 25, podría tomarse en cuenta para incorporarse al gabinete, en el actual o en el siguiente.
No son muchas ni muchos los que oscilan entre los 25 y 30 años.
Unanimidad ficticia en San Lázaro
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