Sólo quienes estuvieron cerca percibieron el verdadero carácter de Luis Donaldo Colosio.
Exigente y de pocas pulgas. Un estilo que vivieron y sufrieron sus colaboradores.
Hay quien hasta miedo le tenía, por temor a ser desairado y correr el riesgo de quedar fuera del equipo de quien se perfilaba para ser el presidente de México.
A los que tenía cerca no les ocultaba su estado de ánimo y cuidado si era de enojo porque evitaban cruzarse por su camino.
Para los extraños, los que no estaban en su primer círculo pero que le eran necesarios para su propósito, siempre les tenía una sonrisa, le cayeran bien o mal. Los saludaba como si fueran sus grandes cuates.
“Ahí viene ese hijo de su….”, una expresión que salía de sus labios y que únicamente quien iba a su lado la escuchaba aunque al mismo tiempo empezaba a dibujarse una sonrisa en su rostro. Una vez que llegaba a toparse con esa persona, su gesto se significaba por la cordialidad.
Seguro que más de uno de sus colaboradores recuerda que Colosio lo mandó a sacar de una reunión de trabajo o de campaña, por supuesto, con toda la discreción del caso. Había días en que no los quería ver ni en pintura.
Después de muerto, todos resultaron ser sus grandes amigos.
El estilo de Colosio
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