¿Cambiará de nombre el PRI?

Política
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En varias ocasiones los priístas han analizado la posibilidad de cambiar de nombre a su partido, con el argumento de que la siglas están desgastadas y son rechazadas por las nuevas generaciones.
Lo han mantenido, convencidos de que el problema no es el nombre sino las desatinadas acciones, desaciertos a la hora de elegir candidatos y abusos de gobernantes.
Y efectivamente, por lo que se ha visto, por lo que revelan los hechos, las siglas son lo de menos. Prueba de ello es que el PRI, en 12 años, después de perder la presidencia en el 2000, regresó al poder, mucho antes de lo previsto. En una nueva oportunidad que desperdició. No aprendió la lección que le dieron a principios de siglo.
A la sociedad que vota, lo que le importa son los resultados. Si alguien entrega malas cuentas, le van a quitar el poder. Lo puede salvar la selección de un buen candidato a la presidencia, pero si se equivoca, adiós. En el 2018 llegó al extremo de nominar a quien no traía puesta la camiseta. ¿A poco no había en sus filas nadie que tuviera un perfil parecido o superior al del que finalmente fue nominado? La decisión lastimó a sus fieles seguidores. Desde antes de la postulación, escuchaba voces priístas que aseguraban que no votarían por ningún personaje externo.
Por la imagen misma del gobierno, tenía complicado ganar la elección. Muy complicado. Así lo revelaban sus evaluaciones, los escenarios viables para la competencia. Quienes tenían el mando, sabían quién podía darles la victoria, raquítica, con una mínima diferencia, pero victoria. Prevalecieron los intereses de grupo y ya sabemos lo que pasó.
Uno de esos analistas internos del priísmo, desde que supo el nombre del nominado, dio por hecho la derrota. Nunca cambió su opinión. Siempre que lo escuchaba, era la misma. Conocía al dedillo las fortalezas y debilidades de su partido, las cifras, las estimaciones. Al PRI no le alcanzaba para ganar con su voto duro, porque esta vez, muchos iban a preferir no votar.
Además, advertía que la campaña estaba plagada de errores. Recuerdo muy bien que me decía: “por lo que se ve, la estrategia de campaña es desatinada, salvo que tengan un plan oculto”. No, no había nada oculto, solo más errores que obligaron a cambiar dirigente en plena campaña.
Evidentemente, el problema no es el nombre del partido.
Hasta ahora, no se ve que el PRI haya empezado a dar pasos para recuperarse de la derrota del 2018. Todavía no termina de asimilar lo sucedido, el desplome al tercer sitio de las preferencias electorales.
Tiene en puerta la elección de su nuevo dirigente. Más le vale realizar un tiro de precisión; de lo contrario, seguirá de picada.

Arturo Zárate Vite

 

 

Es licenciado en periodismo, egresado de la Escuela de Periodismo Carlos Septién García, con mención honorífica. Se ha desempeñado en diversos medios, entre ellos, La Opinión (Poza Rica, Veracruz) Radio Mil, Canal 13, El Nacional, La Afición y el Universal. Más de dos décadas de experiencia, especializado en la información y análisis político. Ejerce el periodismo desde los 16 años de edad.

Premio Nacional de Transparencia otorgado por la Secretaría de la Función Pública, IFE, Consejo de la Comunicación, Consejo Ciudadano por la Transparencia e Instituto Mexicano de la Radio. Su recurso para la protección de los derechos políticos electorales del ciudadano logra tesis relevante en el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación, con el fin de conocer los sueldos de los dirigentes nacionales de los partidos.

Además, ha sido asesor de la Dirección General del Canal Judicial de la Suprema Corte de Justicia de la Nación y Coordinador General de Comunicación y Proyectos de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos. Es autor del libro ¿Por qué se enredó la elección de 2006, editado por Miguel Ángel Porrúa.

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