Hay un punto en el mecanismo de protección a periodistas que hasta ahora ha sido desatendido y puede ser resuelto por expertos, peritos que valoren supuestas imputaciones.
Cuando un compañero es víctima de agresión, regularmente surgen voces que de inmediato tratan de ligarlo a situaciones delictivas, en muchos casos con el evidente propósito de lastimar su imagen para evitar que el daño sufrido sea relacionado con el ejercicio periodístico.
Para empezar, hay que decir que el periodista nunca deja de ser periodista. Se preparó para ello y lo será hasta el último día de su existencia. Por eso, el argumento de que su actividad personal lo llevó a sufrir un ataque y no su trabajo, es débil cuando la descalificación se hace desde el primer momento, sin averiguar a fondo o con más detalle.
Los diputados tienen en la mesa el mecanismo de protección a periodistas y harán bien en no descuidar ningún aspecto. Perfeccionarlo. Encontrar la forma de hacerlo preventivo, de ayudar a crear las condiciones para que ninguno más sea agredido o asesinado.
El colmo es que ese mecanismo, en algunos casos, no ha sido suficiente para proteger a compañeros, porque a pesar de la “protección” y “vigilancia”, les han quitado la vida.
En vez de que un colega ande con su “botón de pánico”, que tiene que activar para que vayan en su ayuda en el momento en que se sienta amenazado o en peligro, lo preferible es que esos riesgos se eliminen a la brevedad, identificarlos y anularlos, para que el periodista pueda vivir tranquilo.
No puede ser justificación decir que le quitaron la vida porque no activó ese botón ni alertó a la escolta. La clave es que la autoridad actúe con eficacia para dar con el origen de la amenaza.
Sobre el punto específico de las desacreditaciones e imputaciones infundadas, la idea en que dentro del mecanismo, haya expertos que puedan hacer la investigación o revisión correspondiente de expedientes, para impedir que injustamente se lastime la imagen del periodista.
Quienes han sido amenazados, no puede ni debe ser posible que el resto de su existencia, vivan con la zozobra de que en cualquier instante el daño puede ser mayor.
Además, la afectación, por lo que se ha visto, no solo es para el periodista, sino también para su familia.
Urge devolverle la “normalidad” al periodista, para que pueda seguir haciendo su trabajo, sin tener que esconderse; emprender una campaña que dignifique la profesión, no que la difame.
Protección a periodistas
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