¿Y el relevo generacional del PRI?

Política
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Desde que perdió la elección presidencial en el 2000, empezaron los augurios de que el PRI estaba en peligro de extinción. No ocurrió, se recuperó en el 2012 al regresar al poder con Enrique Peña Nieto, nada más que desperdició la nueva oportunidad que le dio la sociedad.
Para el 2018 se hizo mucho más pequeño ante el triunfo aplastante de Andrés Manuel López Obrador.
Ahora está cerca de perder las gubernaturas que todavía le quedan, Coahuila y el Estado de México.
Otra vez el negro pronóstico de que camina hacia su desaparición, aunque todavía hay entre sus filas leales militantes dispuestos a conservar lo poco que queda, intentar rescatarlo de su caída y limpiar el descrédito ocasionado por el comportamiento de la directiva nacional.
No es tarea sencilla y menos cuando ya no tiene la fuerza para valerse por sí solo. Requiere de aliados y los aliados han perdido la confianza a los líderes del tricolor porque no han sabido cumplir acuerdos.
En este proceso decadente, hay que observar un punto que pareciera pasar desapercibido. Las concentraciones organizadas por la dirigencia se caracterizan por la presencia de la militancia veterana, no son nuevas caras; gente respetable que en alguna ocasión desempeñó cargo público y otra que sigue en el presupuesto con tarea legislativa, estatal, municipal o partidista.
No abundan los jóvenes o caras nuevas, lo que significaría que no se está dando el relevo generacional natural en la estructura partidista; siguen los mismos beneficiados en la distribución de puestos.
Por muchos años contó con lo que se llamaba Frente Juvenil Revolucionario (FJR), ocupado más en entretener que en formar políticamente a los jóvenes. Era una organización para dar la apariencia de que la mayoría de los jóvenes del país estaban en sus filas.
Hoy tiene lo que se llama Red de Jóvenes por México. A pesar de sus acciones y buenos deseos sigue sin expandirse como quisiera. No puede ser de otra manera cuando hay equívocos de los adultos dirigentes.
De acuerdo con el Censo de Población y Vivienda de 2020, en el país había 37.8 millones de personas, de 12 a 29 años, el 30 % de la población (126 millones).
En la elección de 2018, según cifras del INE, los jóvenes de 18 años, superaron la media nacional al participar el 64.7 por ciento. En contraste, jóvenes entre los 19 a los 34 años, junto con las personas de 80 o más, representaron el grupo de mayor abstencionismo.
Los niveles más altos de participación se ubicaron en el electorado con rangos de edad de 60 a 74 años.
Obvio que en 2018 ni la mayoría de los jóvenes ni la mayoría de los adultos votaron por el PRI.
Para 2024 no se ve como pueda recuperar electores. ¿Solo? sería imposible y la alianza no está amarrada. En cualquiera de los casos, el tiempo se agota para encontrar candidato idóneo.
Su vida se complica porque dentro de la estructura tricolor están ausentes condiciones para el relevo generacional. Carece de cuadros nuevos para heredarles la responsabilidad de la conducción.
La alternativa que tiene son los priístas de siempre, no se advierte interés de jóvenes por engrosar la militancia, por entrar al quite, limpiar al partido de viejas y obsoletas prácticas.

Arturo Zárate Vite

 

 

Es licenciado en periodismo, egresado de la Escuela de Periodismo Carlos Septién García, con mención honorífica. Se ha desempeñado en diversos medios, entre ellos, La Opinión (Poza Rica, Veracruz) Radio Mil, Canal 13, El Nacional, La Afición y el Universal. Más de dos décadas de experiencia, especializado en la información y análisis político. Ejerce el periodismo desde los 16 años de edad.

Premio Nacional de Transparencia otorgado por la Secretaría de la Función Pública, IFE, Consejo de la Comunicación, Consejo Ciudadano por la Transparencia e Instituto Mexicano de la Radio. Su recurso para la protección de los derechos políticos electorales del ciudadano logra tesis relevante en el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación, con el fin de conocer los sueldos de los dirigentes nacionales de los partidos.

Además, ha sido asesor de la Dirección General del Canal Judicial de la Suprema Corte de Justicia de la Nación y Coordinador General de Comunicación y Proyectos de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos. Es autor del libro ¿Por qué se enredó la elección de 2006, editado por Miguel Ángel Porrúa.

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