Lo conocí cuando era consejero del Instituto Federal Electoral. De verdad se quería comer al mundo. Hiperactivo, dedicado a su trabajo.
Alto, con su cabello abrillantado, peinado hacia atrás. Pulcro, invariablemente de traje, amable, cordial, serio.
Con el tiempo medido para las entrevistas. No le gustaba hacer ronda con los reporteros. Había que insistirle para conseguir platicar con él en su oficina. Le tocó trabajar en los casos “Amigos de Fox” y “Pemexgate”. Investigó estos dos episodios derivados del proceso electoral del 2000. Extremadamente cuidadoso, nunca filtró nada.
Profesional, confiable. Entregado a lo suyo.
Avanzaba rápido, con prisa para alcanzar objetivos y cumplir con los plazos. Horas y horas revisando expedientes. No recuerdo haberlo visto relajado. Estresado, en muchas ocasiones.
Quizás por la cercanía de sus oficinas, parecía mantener y tener mejor comunicación con Jacqueline Peschard. Actuaron juntos como asesores electorales en Irak. Después, una vez que concluyeron su etapa en el IFE, Alonso Lujambio se convirtió en el presidente del Instituto Federal de Acceso a la Información Pública (IFAI). Ella le siguió en ese cargo.
Lujambio se convirtió en secretario de Educación Pública. Suspiró por alcanzar la candidatura del PAN a la presidencia de la República. Se imaginó con la banda tricolor sobre el pecho.
Con lo que no contaba en su carrera política meteórica era que el cáncer se le iba a cruzar en el camino. Por su enfermedad tuvo que dejar la SEP pero lo hicieron candidato plurinominal a senador.
Ahora, cambiaría todo por su salud. Admite http://201.148.81.110/lopez-doriga/29082012_jld2.mp3 que vivió demasiado aprisa y que le faltó parsimonia, tranquilidad.
Descubrió que lo importante no es ir aprisa en busca de los reflectores, sino vivir, disfrutar a su familia.
Lujambio quería "comerse" el mundo
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