La boda, para cualquier mexicano, es un evento de la mayor relevancia, entre los de más importancia en la vida. Es costumbre que el padre de la novia se encargue de los gastos. Seguro hay excepciones, acuerdo para que el financiamiento sea compartido por las familias de los contrayentes.
Acabo de asistir a una en Cuernavaca, Morelos, el estado ahora gobernado por Cuauhtémoc Blanco. En el camino a la “eterna primavera” (ya ni tan eterna ni tan primavera), me preguntaba: ¿encontraré alguna variable? ¿los policías o agentes de tránsito vestidos de short negro y camiseta amarilla? ¿la imagen de un balón en las señales de tránsito? ¿descontrol, inseguridad y balaceras porque el mandamás estatal sabe más de futbol que de gobernar y poner orden?.
Nada de eso, la ciudad capital tranquila. Al menos el día y medio que estuve en el lugar, normal. Curioso y preguntón, pronto descubrí que en el mismo hotel había invitados para tres bodas. Suponía que los jóvenes de hoy rehúyen al matrimonio; me equivoqué.
Al padre de la novia, cuando la fiesta estaba en la recta final, pregunté si por su cuenta habían corrido todos los gastos. Satisfecho, contento, amistoso, contestó afirmativamente. Conste que no es el más rico de México, ni de Morelos. Tampoco trabaja en el gobierno. Diría que es un empresario mediano, dedicado y esmerado en lo que sabe hacer. Hizo ahorros y cada mes entregaba a su hija lo que ahorraba, en los meses previos a la boda. Y se reportó listo para la siguiente hija que se le case. No tiene varones.
Por costumbre o cultura, el padre o la familia son capaces de endeudarse, dar más allá del límite de sus recursos, para que la fiesta salga como la prepararon e imaginaron. En la que me tocó, había hasta drones para tomar el video y no perder detalle del acontecimiento. El piso de la capilla, tapizado de pétalos de rosa. 500 invitados, con sus mejores galas. Por el calor, para los hombres, la exigencia de los novios fue guayabera. Y todos de guayabera.
El lugar de la reunión adornado como si se casara la hija del más rico. La monumental carpa, blanca, impecable. La comida, el servicio, la música, la bebida, seguro que competirían con lo que hubo en la fiesta de César Yáñez. Las iniciales de los novios en diferentes lugares, hasta en diminutos dulces mentolados. 12 horas de alegría y diversión.
Nadie criticó al padre de la novia, nadie lo acusó de frívolo ni de incongruente, tampoco por el tamaño del gasto. Por si algo faltaba, la luna de miel, un mes, en países asiáticos.
Nada sorpresivo, es costumbre de mexicanos, para la boda lo que haga falta y sea posible, en todos los niveles de la sociedad. Recuerdo cuando fui al festejo de una empleada doméstica, en su pueblo, tres días. Para el primer día, mataron una vaca. Mucha gente. Recuerdo que la novia, lista, al entregar la invitación, le pidió a mi esposa, que tiene excelente voz, que cantara el “Ave María” durante la misa. Así lo hizo. No participamos en la tornaboda.
Cuento todo esto por el ruido que han hecho por la boda de César. La mayoría admite que estaba en su derecho de hacer la fiesta como quisiera. Lo que no le perdonan es la difusión en la revista “Hola”, porque entonces ya cayó en la frivolidad. Tampoco la supuesta incongruencia con la austeridad republicana. Entonces, ¿solo la realeza y los muy ricos pueden aparecer en la revista “hola”? ¿Los demás no merecen publicitarse en esos espacios, si pueden pagar?. En ninguna boda he visto lo que pudiera considerarse austeridad, todo lo contrario, es la costumbre. Es un acto muy especial.
Los novios, especialmente la novia, quieren, si es posible que el mundo se entere que se han casado. Y quieren compartir la felicidad, con sus familiares, amigos y conocidos. Por eso la gran fiesta para la boda, por el amor. No hay novio que se atreva a negarle ese placer a la novia.
César Yáñez no utilizó recursos públicos para su fiesta. Imposible, el cargo asignado empieza a desempeñarlo a partir del 1 de diciembre. Si gastó, fue de su bolsa, de su patrimonio.
Es de los personajes más cercanos y leales al presidente electo. Quizás nadie sabe más de Andrés Manuel que el propio César. Es evidente que hay quienes quisieran quitarle ese apoyo al tabasqueño y por eso la intensidad de las críticas. Sin embargo, por esa lealtad y confianza, valores que se han perdido en muchas partes, César va a seguir cerca del próximo presidente de México.
César va a seguir
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