¿Ya te restauraste?

Salud
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Ni uno más cabía en el pequeño salón. Todos contra la pared para empezar el proceso de restauración, mental y física. Es la llamada yoga restaurativa. Conté 40 practicantes.

Casi codo con codo. Se podía escuchar la respiración del vecino y hasta el crujir articular. Los olores naturales estaban en el ambiente, tan próximos los compañer@s que no era posible saber con certeza a quien correspondían.

El maestro, servicial y benevolente, al que no encontraba donde acomodarse, le buscaba su espacio.

-Traigan un tapete más y un cinturón- instruía.

-No se agolpen que hay para todos- recomendaba al ver que sus alumn@s se apresuraban a ganar la puerta de la bodega.

-Pasen los restaurativos- invitaba a quienes ingresaban al salón, sin perturbarle el lleno.

Una vez que todos tenían su lugar, empezó la clase de “yoga restaurativa”, con ese nombre porque se trata de restaurar el equilibrio emocional, la salud; aquietar la mente y doblegar la rigidez.

Observé a los participantes y no me quedó duda de que buscaban restaurar algo. Podría ser aliviar dolores de un brazo, de la espalada, de la pierna, de la mano, del pie. Reponerse de la desvelada, del estrés matutino, del tránsito vehicular, del agobio laboral y la crisis económica, de la depresión. Algo.

Llegaron a la clase ansiosos, tensos, presurosos, en contraste con la actitud del maestro, apacible, pausado, sin apuro alguno, dominador. Sus indicaciones precisas. Dispuesto para auxiliar al que lo requiriera. Más de uno solicitó su apoyo. A otros les corrigió la postura.

En la restauración no se trabaja el músculo, sino los tejidos y las articulaciones. Se hace énfasis en la respiración. No hay una exigencia por hacer un esfuerzo físico extraordinario, por eso se termina sin sudor ni agotamiento.

Movimientos medidos y cuidados para no chocar con el compañer@, ni con sus piernas ni brazos.

La mayoría gente adulta, quizás porque son los que más necesitan la restauración, por el desgate natural del paso del tiempo y la sobrecarga de complicaciones que produce la vida cotidiana en México.

Jovencit@s , jovencit@s, no vi ningun@.

Sesión de hora y media.

No se si todos consiguieron su restauración. A  los que miré retirarse, lo hicieron con  rostro relajado. Animados a intercambiar una sonrisa por los deseos de “buen día” o un hasta luego.

A una de las alumnas le sobró energía y todavía hizo parado de cabeza auxiliada con el cinturón.

¿Se pasó de restauración?

Tampoco lo se.

El maestro solo le advirtió que para la siguiente ocasión tuviera más cuidado porque el cinturón lo colocó sin asegurarse de que hubiera embonado correctamente en el orificio de la pared.

¿Yo?

Me restauré al escribir esta historia.

Arturo Zárate Vite

 

 

Es licenciado en periodismo, egresado de la Escuela de Periodismo Carlos Septién García, con mención honorífica. Se ha desempeñado en diversos medios, entre ellos, La Opinión (Poza Rica, Veracruz) Radio Mil, Canal 13, El Nacional, La Afición y el Universal. Más de dos décadas de experiencia, especializado en la información y análisis político. Ejerce el periodismo desde los 16 años de edad.

Premio Nacional de Transparencia otorgado por la Secretaría de la Función Pública, IFE, Consejo de la Comunicación, Consejo Ciudadano por la Transparencia e Instituto Mexicano de la Radio. Su recurso para la protección de los derechos políticos electorales del ciudadano logra tesis relevante en el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación, con el fin de conocer los sueldos de los dirigentes nacionales de los partidos.

Además, ha sido asesor de la Dirección General del Canal Judicial de la Suprema Corte de Justicia de la Nación y Coordinador General de Comunicación y Proyectos de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos. Es autor del libro ¿Por qué se enredó la elección de 2006, editado por Miguel Ángel Porrúa.

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