Con motivo del mes septembrino, las fiestas patrias, el recuerdo de la lucha por la independencia, cuando nadie se queda sin gritar el “¡viva México!”, te contaré un episodio que demuestra la congruencia y lealtad de un niño a sus valores, en pleno Zócalo.
El niño quería vaciar su vejiga. Era la noche del 15 de septiembre en la ciudad de México, una de las veces que como periodista hice la cobertura del festejo popular, afuera, en la rectangular plancha, no en los pasillos y salones fastuosos de Palacio Nacional.
Aproximadamente de cinco años. Se cruzaba las piernas para resistir y jalaba con sus dos manos la falda a su mamá, entretenida con el colorido de los fuegos artificiales en el cielo.
-Quiero hacer “pipi”- era su clamor.
-Ahí, pegado al carro de bomberos- la instrucción materna que le señalaba un punto con la mano derecha.
Sin embargo, el pequeño parecía resistirse, nada hacía por bajarse el cierre de su pantalón y mucho menos aproximarse al sitio indicado.
El camión de bomberos estaba estacionado cerca de la la esquina de 5 de Febrero y 16 de septiembre, con el motor apagado. Su color rojo resplandecía cada vez que estallaba la pirotecnia.
Se veía imponente al lado del menor.
Crecía la angustia en su rostro y arreciaba la exigencia a su progenitora.
-¡Quiero hacer pipi!
-Ya te dije que en la llanta- reacción enfurecida de la madre, que no dejaba de mirar hacia el cielo.
El niño empezó a llorar.
Colmó la paciencia materna. Lo jaló de uno de los brazos, lo acercó al carro de bomberos y le bajó el cierre del pantalón. El niño ya no aguantó más, mojó su propia ropa con tal de no orinar al camión.
Entendible su comportamiento, a esa edad es indiscutible la fascinación por los bomberos y se sueña con ser bombero de adulto. Para él era inaceptable depositar sus residuos líquidos sobre la unidad de emergencia.
La madre, como castigo, le estiró una de las orejas.
Noche del 15 de septiembre en el Zócalo, el presidente inventor de la “sana distancia” con su partido, había vitoreado a los héroes desde el balcón central de Palacio. La gente que llenaba el Zócalo con el grito de “¡Viva!” después de escuchar uno a uno los nombres de quienes le dieron Independencia a México.
Como de costumbre, los fuegos artificiales que realzaban la belleza y majestuosidad de los edificios, el mismo Palacio Nacional, la Catedral, el ayuntamiento de la ciudad, la Suprema Corte de Justicia de la Nación.
En ese marco, el niño prefirió orinar su pantalón a ensuciar su adorado camión de bomberos.
El Grito en el Zócalo
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