Al maestro Ariosto Otero le ha tomado más de dos décadas rendirle tributo con su pincel al monstruo mitológico de la cultura griega. Lo pinta y dibuja portentoso, musculoso, con una mirada diablesca en unos cuadros, en otros complaciente, melancólica y hasta divertida. Lo contrasta y hace posar con un manojo floral, descansar sobre una alfombra de flores y dejar caer pétalos a la hora del baño en la tina. Seductor avasallador. Dominante de la mujer frágil, temerosa y sumisa ante la bestia.
Creó una treintena de pinturas, dibujos y bocetos en la privacidad de su taller. Solo Ariosto y el Minotauro. El arte, el color y la emoción del pintor en comunión con ese personaje mitológico, más allá de la leyenda de infidelidad de una reina y voracidad del animal por la carne humana.
El maestro Ariosto tiene bien ganada la fama de muralista, su obra está plasmada en diferentes espacios públicos en el mundo. Muchas veces lo he visto sobre los andamios, con el sudor en la frente, con sus lentes, overol y pinceles. En edificios de gobierno, en hospitales, en mercados, en plazas, con un arte que tiene a la vista y en su esencia el sentir popular.
Me ha sorprendido con su trabajo de caballete. No sabía que también le dedicaba tiempo al Minotauro. Su colección se exhibe en la Galería Club del Arte, que no podía estar mejor ubicada, en la calle que lleva el nombre del filosofo griego Aristóteles (354), en la colonia Polanco de la ciudad de México. Ahí es donde la puedes ver y adquirir en este mes de agosto.
En la inauguración Ariosto hizo referencia a esa historia mitológica, a ese episodio
del rey engañado por su esposa con un toro blanco regalado por Zeus, una relación de la que nace el Minotauro quien después es llevado a un laberinto en la isla de Creta para pagar su culpa y donde muere a manos de Teseo.
La idea de pintar al Minotauro tiene su origen en su viaje por España. Primero es cautivado por la tauromaquia española, por la bravura de los toros y la valentía de los toreros.
Cuando regresa empieza a dibujar astados, sin imaginar que en ese camino se encontraría con el Minotauro. Es atrapado por la leyenda. La estudia y le da una estocada con su arte. Con sus pinceles hace lo que quiere con la bestia. Le da vida en sus cuadros.
Una bestia amorosa, conquistadora, porque así se ve el Minotauro con el ramo de flores en sus manos.
Para darle el toque romántico al momento inaugural, desde el hospital, porque estaba programado para una intervención quirúrgica, el poeta chiapaneco Roberto López Moreno envió un mensaje electrónico.
Incluyó una frase que parecía dedicada a esa mujer delineada y bella que acompaña a la bestia en la obra pictórica: “déjame entrar en tu cuerpo para hacerte taurina la tarde y la noche…”
Poesía y pintura inspiradas por la historia de un Minotauro.
Una bestia que esta vez sucumbió ante el arte y los pinceles de Ariosto Otero.
El Minotauro de Ariosto
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